En Esteban Echeverría, la emergencia por el Covid-19 llevó a que más de 100 agrupaciones barriales conformaran una Red de Organizaciones para ayudarse mutuamente. Buscan garantizar la alimentación, restituir derechos vulnerados y promueven el trabajo autogestivo.
Hace tres años Analía Arraigada comenzó a luchar contra la indiferencia y el hambre en los márgenes de la zona sur del Gran Buenos Aires. En su casa de barrio 9 de abril, en Esteban Echeverría, nació el comedor Corazones Contentos. Con lo que había a mano –no sumaban más de diez productos, entre harinas, fideos y puré de tomates– y con la ayuda de sus hijas mayores alimentaron a 20 familias.
Garantizaron el almuerzo, la merienda y la cena.
Pero Analía no se conformó. Se movió. Mandó mensajes.
Es de esas mujeres que para la olla todos los días, está expuesta a contagiarse y no sale en las tapas de diarios ni en los portales. El hecho es que a esta altura gran parte de las personas que participan de los comedores comunitarios no consiguen vacunas. Ya no saben cómo hacer para que les ayuden y tampoco reciben una respuesta clara por parte de los gobiernos. Mientras tanto las vacunas escasean y crece el temor. El pedido de auxilio no se escucha. Analía y tantas otras mujeres esenciales conviven con el miedo a la tragedia.
A la muerte.
Su perseverancia hizo que encontrase esperanza entre tanto desasosiego: durante 2020 la asociación civil Solidagro ofreció una donación de 7 mil kilos de frutas y verduras para paliar la emergencia por el Covid-19. Pero, ¿cómo hacer para distribuir semejante cantidad de alimento en su comedor? ¿Cómo articular con otros comedores y merenderos? ¿Quién se encargaría de la logística, de descargar el camión y garantizar que los bolsones les llegasen a quienes más lo necesitan? Fueron algunas de las preguntas que se le vinieron a la cabeza a Analía.
La donación de 7 mil kilos de frutas y verduras para paliar la crisis del Covid generó la necesidad de construir una Red para distribuirla
Rápidamente pensó en sus pares. En los vecinos y vecinas que en plena pandemia le dieron vida a la Red de Organizaciones de Esteban Echeverría, con la misión de conseguir alimento y donaciones de una manera más eficiente. Referentes de barrio que intercambian experiencias, transmiten saberes y fortalecen el tejido social en el territorio. Que padecen problemáticas en común y trabajan en forma colectiva por la restitución de los derechos vulnerados, articulando con el sector público y privado. Honestidad, diversidad, autonomía y horizontalidad; algunos de los valores que pregona este movimiento que aglutina a más de 100 organizaciones barriales.
“Estoy muy agradecida por el apoyo y la gestión de la Red. Ayudan a muchos comedores –reconoce Analía–. Estoy contenta de haber logrado algo inesperado. Ahora todos los meses Solidagro nos dona frutas y verduras. Y tenemos la posibilidad de recibir harina, garbanzos y lentejas. Me gusta conseguir más para así poder brindar más ayuda a la gente. No tenemos donantes fijos. La verdura es central para armar una olla. No puede faltar. Recibimos ayuda del municipio pero nos alcanza para muy poco. Cada vez menos. No tendríamos que estar pasando por esto, veo que hay mucho para dar y no lo dan. Se resguardan en querer ahorrar, en ver lo de uno. Los que menos tienen son los que más dan. Nosotros no tenemos trabajo pero así y todo tratamos por nuestros medios de conseguir cosas para todos. No necesitamos plata para ayudar a las familias. En nuestro país hay muchas personas solidarias, necesitamos que nos conozcan mucho más, que se animen un poco más a donar”.
Martín Ferreira, a cargo de la coordinación de la Red, y fundador de la agrupación Sonrisas –que centra su acción en niñeces en situación de riesgo, pobreza y exclusión–, sostiene que estamos frente a una expresión de índole extraordinaria: “Es distinto a lo que suele ver. Es una red de organizaciones que no está bajo el arco de ningún partido político ni del Estado, y al mismo tiempo estamos todos representados bajo un mismo distrito. Esteban Echeverría tiene una población de alrededor de 400 mil personas, de las cuales nosotros desde la Red le hacemos llegar el alimento a 40 mil. Es muy grande lo que hace. Cada referente representa a su barrio como una voz unificada necesaria para contar miradas desde el territorio sin ningún condicionamiento”.
Crece desde el pie
Martín Ferreira no vive en Esteban Echeverría pero atesora un sentimiento de pertenencia muy grande por el territorio: hace 16 años, junto a tres amigos, crearon Sonrisas. Aprendieron sobre la marcha. Crecieron como organización de base territorial. Estuvieron cerca de las personas que sufren la crisis alimentaria. Y ese conocimiento les sirvió para desarrollar la Red justo cuando más lo necesitaban.
Martín nos cuenta el proceso: “Siempre tuvimos un vínculo cercano con cuatro o cinco organizaciones con las que nos ayudamos. Nos fuimos juntando con la idea de conformar una Red. Con la ayuda de la virtualidad y la necesidad urgente de conseguir cosas porque la demanda de alimentos se había cuadriplicado entre las familias. A esto se le suma que dejamos de recibir ayuda del Estado. Empezamos a gestionar la manera de conseguir donaciones. Primero recibimos una donación muy grande de levadura, toneladas de papas provenientes del Banco de Alimentos. Empezamos a activar las redes sociales y el ‘boca a boca’. Comenzaron a realizarse ollas populares, comedores y merenderos. Empezamos a dar capacitaciones y asambleas virtuales, un espacio democrático construido realmente desde lo colectivo y participativo”.
Esteban Echeverría tiene 400 mil habitantes: la Red les asegura el alimento a 40 mil personas de ese municipio.
Toman decisiones en asambleas. Organizan el trabajo en espacios de coordinación y comisiones –de participación abierta y voluntaria–, para ocuparse de la gestión de las donaciones, la logística (desde el donante hasta el lugar que la Red disponga para su recepción), la comunicación por grupos de WhatsApp y la asignación de turnos. Además de la difusión de eventos (bingos) para la recaudación de fondos, y capacitaciones (manipulación de alimentos, comunicación social) para asesorar a cada organización. Políticas y procedimientos que lo miembros de la Red han registrado en un manual que según adelantaron será de acceso público una vez finalizado.
Martín cuenta: “Apuntamos a profesionalizar el laburo. Teníamos contactos desde lo académico con abogados, escribanos. Al mismo tiempo la madre del barrio que arma la olla popular en el patio de su casa tiene otros conocimientos que nosotros no teníamos. Cuando se combina ese saber, el territorial con el académico, se da algo muy potente y posibilita el crecimiento de las organizaciones. A la hora de la asamblea nuestro voto vale uno, somos uno más del grupo. Hay mucha militancia social. Mucho compromiso. La red nos está dando algo que no conseguíamos por si solos. La salida es colectiva. Nos fortalece y abre puertas. Se nos escucha de otra manera. Hay organizaciones que nunca habían entrado en contacto con el municipio. No es lo mismo que una organización quiera manifestar algo a que lo hagamos como red. Logramos reuniones, alianzas. Al mismo tiempo le facilitamos el laburo a un montón de actores del sector público y asociaciones civiles a los que les viene muy bien laburar con la red”.
“La madre del barrio que arma la olla popular tiene conocimientos que nosotros no teníamos. Cuando se combina el saber territorial con el académico se da algo muy potente”
Casa Manu, La Misma Voz, Corazones Contentos, Sonrisas, El Reino del Revés, Los Humildes, Rincón de Luz, Un Puente, Estrella, Risas en el Alma son algunas de las orgas que nuclea la Red y cada día luchan por que el mundo sea un poco más justo.
Personas de carne y hueso como Analía y Martín, quienes creen en la “justicia social”, dedican su vida a esto y no se imaginan siendo indiferentes a la cruda realidad.
“Pensamos que nuestra forma de laburo es revolucionaria –confiesa Martín–. Casi todas las organizaciones tenemos un discurso similar: somos políticas pero no partidarias. Lo que marca la diferencia es la forma de gestionar y organizarse. Es una metodología que debería replicarse en cualquier espacio geográfico. Una red que esté abierta a distintas ideologías y creencias. Es algo necesario. La crisis se profundizó mucho. Hoy tenemos 11 millones de personas comiendo en comedores, hay mucha pobreza dentro del conurbano, es muy compleja la situación. Se puede incidir realmente en la agenda pública, en la mejora de la democracia local. En hacer circular la información real y necesaria. Como lo hace La Garganta Poderosa, una referencia para nosotros. Hay movimientos de este estilo. Lo que ellos generan a nivel comunicacional es algo que a nosotros nos encantaría poder generar a nivel local en Esteban Echeverría”.
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Ellas están a cargo de comedores comunitarios del conurbano. Tras un año de pandemia cada vez son más las personas que comen sus comidas pero la mercadería escasea en los barrios donde el Covid es una más entre las pestes y la vacuna para las cocineras todavía no llega.
Aumenta todo, aumenta el hambre
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