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Un pulpo cada vez más grande

por Agustín Colombo
10 de julio de 2017

Mientras que muchas empresas de medios no pagan sueldos ni aguinaldos, el Grupo Clarín sigue expandiéndose. Cuánto crecerá y cómo incidirá en nuestras vidas su fusión con Telecom, que para el Gobierno resultó “una buena noticia”.

Página 12, cuyo dueño –Víctor Santa María– es un sindicalista que supuestamente tiene la misión de defender a los trabajadores, no pagó la paritaria más miserable de los últimos años, y está pagando el sueldo de junio y el aguinaldo en cuotas.

Editorial Perfil, el conglomerado de medios gráficos (Diario Perfil, Noticias, Caras, Weekend, Parabrisas, etc) de Jorge Fontevecchia, que próximamente se expandirá a radio y televisión, aludió –como casi todos los años– su enésima crisis e informó que pagará el aguinaldo en noventa días.

Ámbito Financiero, del Grupo Indalo, que en el último lustro creció y creció, incumplió el pago del aguinaldo y del sueldo de junio, algo que se viene repitiendo desde hace meses. Y le sumó a eso, la reconversión –un eufemismo de cierre– de CN23. Cristóbal López y Fabián De Sousa anunciaron un canal de conservas más que de noticias: todos los contenidos de la señal serán “programas enlatados”.

El Grupo Olmos –también ligado al sindicalismo, en este caso a la UOM–, dueño de los diarios Bae y Crónica, y de Crónica TV, sigue realizando el ajuste que empezó a principios del año pasado: ahora despidió a seis trabajadores (tres de Bae y tres de Crónica), que se suman a los 12 de la Revista 23, cerrada el mes pasado.

Radio Del Plata, de Electroingeniería (Gerardo Ferreyra), continúa pagando sueldos en partes y con atraso, algo que viene sucediendo desde enero de este año.

Todo sucedió en la primera semana de julio. Y en todos estos medios, los trabajadores y trabajadoras realizaron distintas medidas de fuerza: paros totales y parciales, quites de firmas y denuncias formales ante el Ministerio de Trabajo, convertido en una dependencia que defiende más al patrón que al empleado.

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Pero mientras las redacciones y los estudios de radio y tevé se desangran, las cámaras empresarias firman acuerdos paritarios penosos que ni siquiera cumplen y la Utpba continúa convalidando el escenario aunque no tenga ninguna representación real en el gremio, el que crece es el Grupo que hace unos años decía que podía desaparecer.

Si vivimos en un país –o en un mundo– cada vez más polarizado entre ricos y pobres, entre ajustadores y ajustados, la noticia telecomunicacional más relevante del año condensa todas esas asimetrías.   

Porque la fusión con Telecom que acaba de aprobar el Gobierno a través de un organismo que es ciego, sordo y mudo como el ENaCom, hará que el Grupo Clarín pase a controlar el 42% de la telefonía fija, el 34% de la telefonía móvil, el 56% de las conexiones a Internet por banda ancha fija, el 35% de conectividad móvil, y el 40% de la tevé paga. En síntesis: se convertirá en un monstruo muy difícil de eludir. En nuestras casas, en nuestros teléfonos y en nuestras vidas.

"La fusión expresa un hito en la concentración de los mercados de información y comunicación de la Argentina y supera todos los niveles previos, que ya eran elevados –remarcó el investigador y especialista en medios Martín Becerra–. La prédica del gobierno acerca de inyectar mayor competencia en los sectores de la comunicación queda así expuesta a un sonado fracaso, pues en lugar de agregar nuevos concurrentes su política estimuló la fusión de los actores industriales dominantes". 

Sin embargo, para el ministro de Comunicaciones, Oscar Aguad, nombrado ahí con el aval del CEO Héctor Magnetto en diciembre de 2015, la unión Telecom-Clarín “es una buena noticia para el país”. Lo que los expertos definen como una concentración peligrosa, para Aguad es una noticia que generará un mercado “más competitivo”.

Rara idea la del ministro, que planea armar un torneo de un solo equipo, y lo vende como el edén de la competitividad. 

A esta altura, ya pocos se acuerdan de que Clarín, cuando se aprobó la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, anunciaba con placas y spots lacrimógenos que sus canales podían desaparecer.

Ese grupo, en definitiva, lo sabe mejor que nadie: en Argentina a veces conviene hacerse el muerto. Porque los muertos, al final, terminan gozando de buena salud.