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Perderlo todo

por Revista Cítrica
Fotos: Federico Imas
09 de abril de 2019

El 70% de las personas despedidas de laboratorios Craveri son mujeres. La mayoría de ella, sostenes de familia. Con la desesperación de no tener para comida ni salud de sus hijos e hijas, exigen por sus puestos de trabajo.

En esta Argentina que duele, todos los días madres y padres que son sostenes de familia se quedan sin trabajo. Es común recibir los sueldos en cuotas, perder la obra social o que de un día para otro te digan que no vayas más a trabajar y si tu compañero/a pregunta por qué o sale a defenderte te mandan la policía para que te haga girar un día entero por patrulleros y comisarías; como para que la próxima vez lo pienses dos veces. Mejor que vuelvas en silencio a la empresa que ahora hay el doble de trabajo porque te faltan compañeros y compañeras. Y no ganas el doble, ganas la mitad, porque los precios están el doble que el año pasado. Y entonces ya es común que no puedas comprar lo que tu familia necesita. En esta Argentina que duele, donde lo excepcional es la regla, ya ni es noticia cuando un empresario despide sin justificación a 47 trabajadorxs, y 30 de ellas son mujeres, que en su gran mayoría también son jefas de hogar.

“Tengo 44 años y para mí es muy complicado conseguir otro trabajo, soy el único sostén de mi familia y tengo cuatro hijos”, cuenta María Magdalena Silva, quien fue despedida de la empresa Laboratorios Craveri el 29 de marzo. Ella y sus compañeras son casos testigos de esta Argentina que duele. “Hoy en día en cualquier trabajo te piden que tengas no más de 40 años, es una situación terrible. No tengo muchas opciones”, agrega María Magdalena que sigue yendo a la fábrica todos los días con la ilusión de que algo cambie. Para llegar a la fábrica en Caballito tiene que tomarse cuatro colectivos de General Rodríguez. Los descuentos en la SUBE por tomar varios transportes en pocas horas mucho no la ayudan: gasta 160 pesos. Por supuesto no los tiene; así que ahora decidió salir más temprano, ir en bicicleta hasta la estación y caminar para que viajar no le salga tan caro: “Una no pierde la esperanza, si uno no lucha no se consigue nada, vengo a luchar acá todos los días aunque no tenga para el pasaje”.

El conflicto en laboratorios Craveri viene desde el año pasado. “El dueño nos paga en cuotas y no pagó la cláusula gatillo, también presentó un Procedimiento Preventivo de Crisis pero la Secretaria de Trabajo no se lo aceptó porque no pudo comprobar que tenía una crisis económica”, recapitula Alexia Villafañe, otra de las despedidas el 29 de marzo. Otra protagonista de la Argentina que duele: tiene dos hijos y un alquiler que en abril ya no tendrá dinero para pagar. Además su pareja también trabaja en el laboratorio: “No sabemos qué hacer porque nosotros estábamos tratando de tener nuestras cosas y ahora vamos a perder todo”.

Después de los despidos, empleados y empleadas iniciaron una huelga para reclamar las reincorporaciones. Como respuesta de la empresa recibieron una denuncia por sabotaje. Como respuesta del Gobierno de la Ciudad recibieron a la policía en una asamblea para llevarse detenida a la comisión interna. “Los chicos ponen el pecho por nosotros, esto ya lo pasamos y ellos siempre estuvieron presentes, pero ahora el ánimo no es el mismo” confiesa María Magdalena unos días después de la persecución policial que sufrieron Horacio Wassermam, Dario Fonticelli, Walter Benítez, Facundo Gutiérrez y Martín Mendoza por defender a compañeras como ella.  

“Las personas despedidas están desesperadas. Acá tenemos muchas compañeras que son sostén de hogar y compañeros con muchos años en el laboratorio. Es desesperante que de 180 operarios echen a 47 ilegalmente”, resume Wassermam. Y esa desesperación se palpa en las voces de las trabajadoras despedidas.

“La estamos pasando muy mal, no hay mucha expectativa de reincorporarnos, tenemos a la Secretaria de Trabajo y a la policía del lado del empresario, no podemos hacer ningún tipo de protesta porque viene la policía. Tengo 35 años y una hija con muchas dificultades de salud por eso pago una prepaga, pero hoy voy a tener que darle la baja y automáticamente me quedo sin cobertura de salud para mi hija. En mi caso el único sueldo fijo era el mío, mi hija necesita una atención médica especial porque tiene problemas de audición, y una vez al año tiene que ser operada y hoy voy a tener que darle la baja porque sino el mes que viene voy a tener que pagar el plan completo y para mí es imposible pagarlo”, muestra su realidad Edith Amarilla, una más de las 30 despedidas. Una historia que se repite en el laboratorio y en la Argentina que duele: “Todas acá estamos en una situación similar, hay compañeras que alquilan, la mayoría somos todas mujeres y muchas como yo, somos el único sostén de la familia porque algunos de nuestros compañeros están precarizados”.

María Magdalena trabaja hace 8 años en los laboratorios. La trasladaron de la planta de Ituizaingó a la de Caballito y después a la de Villa del Parque. Todos movimientos para reprimir la actividad sindical. Edith está en la empresa desde hace 10 años y es el sosten de su familia: “Además de la prepaga, con mi sueldo pagaba la alimentación de mi hija que es celíaca y su comida nos sale muy cara”.

Quedarse sin laburo, sin obra social y sin comida para hijos e hijas. A los 44 años, casi sin chances de volver a encontrar un lugar donde trabajar porque las empresas no contratan a mujeres mayores de 40 años. Debiera ser algo excepcional, pero es la regla. El futuro a María Magdalena la aterra; ya no puede dormir : “Vivo angustiada, no puedo dormir y más con la situación que se vive en el país que está todo mal y la plata no alcanza. Estamos muy mal, yo estaba de licencia médica y cuando me enteré no lo podía creer, tengo un bebe de un año y 3 hijos más, soy sostén de familia”. Mujeres que sostenían familias, mujeres despedidas sin motivo, empresarios inescrupulosos. Cosas de todos los días de la Argentina que duele.