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Irresponsable y violenta

por Pablo Bruetman
Fotos: Juan Pablo Barrientos
13 de septiembre de 2024

¿Desde cuándo está prohibido que los chicos vayan a las marchas?¿Las madres que marchan con sus hijos son irresponsables y violentas?¿Vos no marchabas cuando eras chico?

“Irresponsable y violenta”, así describió la ministra de Seguridad de la Nación y ex candidata a presidente, Patricia Bullrich, a la madre de una niña de 10 años que recibió gases lacrimógenos de parte de efectivos policiales durante una manifestación para que el cobro de las jubilaciones sea apenas un poquito menos miserable.

Entonces pienso y recuerdo. Pienso y recuerdo cuando en la escuela primaria y en la escuela secundaria nos explicaban por qué estudiar historia: para no repetir los errores del pasado, para crear un pensamiento crítico, para no volver a soportar dictaduras. Pienso y recuerdo cuando mi mamá me llevaba a las marchas. ¿Habrá sido una madre irresponsable y violenta? 

En la década del 90 todos los 24 de marzo íbamos a la Plaza de Mayo. Mi mamá y la escuela me enseñaron que hubo una época en donde no se votaba, donde te podían llevar detenido y matarte por tus ideas, donde había personas que robaban bebés, donde los que gobernaban eran militares. Recuerdo bien por qué me llevaba: para defender la democracia, para en un futuro no repetir el pasado, para que Nunca Más haya una dictadura militar en Argentina. Ir a la Plaza de Mayo el 24 de marzo era (y sigue siendo) un acto de responsabilidad.

 “LLEVAR A LOS CHICOS A LAS MARCHAS ESTÁ PROHIBIDO”, así en mayúsculas escribió Patricia Bullrich en su cuenta de X (Ex Twitter). No solo culpó a la madre de la niña gaseada por la policía sino que inventó una prohibición inexistente en la Constitución, en la Argentina y en el mundo. Pienso en lo que dice y me río. Según esta señora los chicos no pueden ir a las marchas. Y me río. Pensar y recordar. Dos verbos. Dos acciones que no le gustan a Patricia Bullrich. Recordar el 2001. Recordar la justificación que hizo del recorte a las jubilaciones como ministra de Trabajo de la Nación en el living de Mirtha Legrand. “Una medida dolorosa, pero necesaria”. Pensar es tener memoria. Pensar es no repetir los errores del pasado.

 

Pienso y recuerdo cuando era chico. Y mi madre “irresponsable y violenta” me llevaba a marchar. Nadie le había dicho que estaba prohibido. O sí. Pero muchos años antes, cuando gobernaban los militares. Yo nací en el 84, para mi mamá y para mi papá vine con la democracia. Alguna vez mi mamá me dijo que no quería traer vida al mundo en la dictadura.

Recuerdo las noches de diciembre de 2001. Tal vez no era tan chico. Pero mi hermano sí. Recuerdo muy nítido. Recuerdo ese año con mucha precisión: el miércoles 26 de diciembre tenía que rendir biología. Después del fin de semana, del lunes de nochebuena y del martes de Navidad, tenía que ir a la escuela a dar un examen que determinaría si tendría vacaciones o no ese año. Esa semana fue memorizar los órganos que componen el aparato digestivo y comprender la función del esófago con la televisión siempre prendida en un canal de noticias. Y todas las noches interrumpir el estudio para ir a la cama de mis viejos a ver el programa Detrás de las Noticias en el Canal América. Y después, las cacerolas. ¿Quién podía memorizar el camino del alimento desde que entra por la boca hasta que se convierte en materia fecal y los nombres de todas las partes de cada órgano que interviene en el proceso bajo el calor de diciembre y unas caceloras tan atronadoras como para bajar a un gobierno?

Recuerdo entonces, aunque a Patricia Bullrich le duela en lo más profundo de su cinismo, cuando mi mamá y mi papá me dijeron: “Vamos”. Podrían haberme dejado estudiando. Podrían haberme dejado jugando a la Play Station con mi hermano. Pero, parece, que no estaba prohibido que los chicos marcharan. Así que me llevaron. Era de noche así que, al contrario de los 24 de marzo, que en esa época aún no eran feriados, mi papá no tenía que trabajar y podía marchar. Nos recuerdo a los cuatro caminando por Avenida Santa Fe y encontrándonos con compañeros de la primaria y sus mamis y papis. Todos. Los que habían votado al menemismo, los que eran radicales y en el 95 votaron a favor de la reforma constitucional y la reelección, los que eran más progres y se desilusionaron cuando renunció Chacho Álvarez. O los que votaban a la izquierda. Hasta los que no votaban marchaban. Jubilados, abuelos, madres, padres, pibes, pibas, bebés. Era un evento apto a todo público. No era alcohol. No era una película para mayores de 18. Era una marcha. No estaba prohibido para los chicos. Eran personas mayores defendiendo la democracia. Y personas menores aprendiendo cómo se defiende. En las calles.

Y pienso. ¿Y si cada madre y cada padre aquellas noches de diciembre no hubiesen salido junto a sus hijos? ¿Cuántas personas menos hubiesen nutrido las calles? ¿Cuántas personas más se hubiesen perdido la oportunidad histórica de hacer historia?

Ahora recuerdo un tiempo antes. También marchar, pero sin mamá y papá. Con toda la secundaria. No había opción. Ricardo López Murphy, el bulldog, había anunciado un recorte presupuestario a la Universidad de Buenos Aires y nuestra secundaria dependía de la UBA. Entonces había que marchar y luchar en las calles. Las escuelas, las madres, los padres, los abuelos nos habían enseñado que con la salud y la educación no se jode. Marchamos y el presidente Fernando De la Rúa le pidió la renuncia a su ministro de Economía. Acá los recuerdos los tengo más difusos. Creo que mi mamá, “irresponsable y violenta”, me dijo que no marché.  O que solo llegará hasta algún punto. O que no me separé de mis amigos. O tal vez haya sido mi abuela, otra “irresponsable y violenta”. Como sea, marché. Ya me habían enseñado que la democracia se defendía así. Y la educación es democracia.

23 años pasaron desde ese 2001. Y crecí, y seguí marchando. Las marchas de los 24 de marzo, las marchas por la educación, las marchas por Santiago Maldonado, las marchas de los trabajadores del Diario Crítica, los paros con marcha de los trabajadores de prensa,los primeros Ni Una Menos, la marcha contra la reforma previsional de Macri, los paros con marcha organizados por sindicatos de trabajadores, las marchas por el aborto, las marchas a favor de los jubilados, la marcha contra el G-20, las marchas contra Monsanto, las marchas contra el gatillo fácil. ¿Siento el deber de marchar porque marché cuando era chico? No lo sé. Tampoco mi madre me llevaba a todas las marchas. Pero sí tengo claro que le voy a transmitir a mi hija lo mismo que me transmitió mi madre. Por eso el último 24 de marzo la llevamos a la plaza. El año que viene la quiere llevar la abuela. Ojalá así sea. Y ojalá que pueda marchar siempre. De niña y de adulta. Ojalá podamos transmitirle eso. ¿Cuál es el problema de marchar? Marchar es la respuesta del pueblo cuando los gobernantes les dan la espalda. Las personas marchan para ser oídas. Es una forma de ejercer la democracia.

Cualquier niña puede marchar. No hay nada que se lo prohíba. Lo único que está prohibido es que un policía le dispare a los ojos. Acá la única irresponsable y violenta sos vos, Patricia Bullrich.