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La Patria Chica

por Pablo Bruetman
22 de enero de 2018

Distintos países de la región promulgaron, en el último año, leyes que restringen los derechos de migrantes. La construcción del enemigo extranjero y un discurso que los usa como chivo expiatorio de todos los males de nuestras sociedades.

"Todos los migrantes, en virtud de su dignidad humana, están protegidos por el derecho internacional de los derechos humanos, sin discriminación, en condiciones de igualdad con los ciudadanos”. Así lo aseguró la ONU en una declaración pública el 13 de diciembre de 2013. Sin embargo, durante 2017 en Brasil, Perú y Argentina se sancionaron nuevas leyes migratorias– algunas por decreto– que se centran mucho más en “la seguridad y el cuidado de las fronteras” que en los derechos humanos de las personas migrantes. En Chile, Michelle Bachelet firmó un proyecto de ley en la misma sintonía. La excepción ha sido Ecuador, cuyo parlamento sancionó el 5 de enero de 2017 la Ley Orgánica de Movilidad Humana.

Los discursos mediáticos representan a los migrantes desde una cara conflictiva, riesgosa e insegura.

Estas nuevas leyes migratorias restringen los derechos humanos de las personas migrantes: habilitan, por ejemplo a expulsar del país a quienes tengan antecedentes penales. O en el caso chileno restringe al acceso a la salud pública a las personas en situación migratoria irregular. O en el caso peruano da beneficios a “los talentos que contribuyan con su alta especialización al desarrollo del país”, creando así una discriminación entre el migrante contratado por una empresa y otros migrantes. O en el caso brasileño, a través de un decreto del presidente Michel Temer –tras la sanción de la ley–, se niega el derecho a la libre circulación de los pueblos originarios, lo que dificulta la vida y la economía de la etnia venezolana Warao que ahora no podrá circular libremente sin pasar por un control de frontera.

Durante 2017 en Brasil, Perú y Argentina se sancionaron nuevas leyes migratorias que se centran en “la seguridad y el cuidado de las fronteras.

Del intento de Patria Grande de comienzos de este siglo hemos pasado a la construcción de un enemigo extranjero, delincuente y que viene a sacarnos lo que es nuestro. Y que siempre es migrante. ¿Por qué ese cambio? Tal vez la respuesta esté en aquellas películas de Hollywood de la guerra fría contra los rusos, o de finales de los años 90 contra el mundo árabe: en vez de intentar países menos injustos, buscaban unir a los distintos sectores sociales contra un enemigo común responsable de todos los males. “Los gobiernos de corte más bien neoliberal o de derecha tienden a utilizar la migración como el chivo expiatorio por excelencia. En vez de discutir políticas y asignación de recursos sencillamente plantean que las escuelas, las universidades o los hospitales no alcanzan porque están siendo utilizados por usuarios no legítimos: los inmigrantes. Y que la solución es sacarlos del país o negarles derechos. Por supuesto que estos argumentos son erróneos e incompletos pero son argumentos de gran impacto social y poder de convicción, justamente por su simpleza”, explica María Inés Pacecca, antropóloga y colaboradora de la Comisión Argentina para los Refugiados y Migrantes (CAREF).

“Los gobiernos de corte más bien neoliberal o de derecha tienden a utilizar la migración como el chivo expiatorio por excelencia.

Para el profesor brasileño Leonardo Cavalcanti, coordinador del grupo de trabajo de CLACSO sobre migraciones, esa idea del “otro malo, de seres atrasados, pobres o delincuentes” que antes se imponía a través de películas ahora convence con medios de comunicación más directos como diarios o noticieros de televisión: “Los periódicos son empresas multinacionales y eso repercute. A pesar de que en Brasil tenemos un porcentaje de migrantes muy bajo, igual toman el discurso del norte global: aquí se habla del inmigrante como el que se encarga del narcotráfico o el que invade nuestras fronteras”.

Alain Basail, analista de la política migratoria e Investigador del Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica, CESMECA, también cree que esta forma de construir gobernabilidad y ganar elecciones se construye con manipulación de parte de los medios de comunicación: “Los discursos mediáticos representan a los migrantes desde una cara conflictiva, riesgosa e insegura”. Y ese negocio de inseguridad es el que aplica a la perfección a las necesidades de los gobiernos empresariales. “Las amenazas a la seguridad son un instrumento para la toma de decisiones en la política interior y exterior, la manipulación de la opinión pública y la legitimación del financiamiento de la securitización. Los argumentos de las amenazas a la seguridad evolucionaron de la lucha contra las drogas, a la lucha contra el terrorismo y, más recientemente, contra la migración”, analiza Basail. Para asustar, vender seguridad e imponer desigualdad social y económica nada mejor que el enemigo migrante.