El Concejo Deliberante de Mar del Plata aprobó la instalación de un bar de gin en el predio donde funcionó un centro clandestino de detención durante la última dictadura, y actualmente es un sitio de la memoria. Organismos de Derechos Humanos denuncian las irregularidades del proyecto.
Por Ana Pecoraro
Este es un espacio público, el inicio de la Reserva Forestal Paseo Costanero Sur, una reserva pública que va desde el faro hasta la ciudad de Miramar. Que, aun siendo un espacio público, los ciudadanos de Mar del Plata no tenemos acceso porque prácticamente la mayor parte se convirtió en balnearios privados de los Peralta Ramos. A este espacio público, que después de ser un centro clandestino, lo transformamos en un espacio de la memoria, ahora quieren instalar un bar de gin.
De una manera absolutamente impune, el municipio fue aprobando la entrega del espacio Faro de la Memoria en cada comisión, en tiempo récord, con informes incompletos y sin informe de impacto ambiental. Desde los organismos de derechos humanos -y también las vecinas y vecinos- presentamos un amparo por lo que significa el lugar como reserva y como espacio público.
De acuerdo a lo que votaron ayer en el Concejo Deliberante, el Estado le cobrará solo 250 mil pesos al mes por dos hectáreas frente al mar a una sociedad de fomento que no tiene sus papeles en regla. Pero no nos sorprende, este proyecto -y todas sus irregularidades- es parte del desarrollo inmobiliario que están haciendo en la zona sur de Mar del Plata. El intendente Guillermo Montenegro tomó la decisión política de ceder este espacio, y muchos funcionarios están más que interesados en que esto suceda.
Más allá del negociado, me preocupa que se están corriendo límites construidos, social y políticamente, entre todos, límites inimaginables hace unos años atrás, como la visita de diputados de la Libertad Avanza a genocidas en la cárcel de Ezeiza. Que normalicemos eso me preocupa.
Sobre todo en Mar del Plata, una ciudad muy castigada por el terrorismo de Estado. Aquí hubo más de 15 centros clandestinos de detención y, junto con las ciudades de Buenos Aires, La Plata, Rosario, Santa Fe y Córdoba, somos una de las ciudades con más desaparecidos y secuestrados del país.
Aquí no podemos darle la espalda a la memoria porque na vez en democracia, y pese a esa identidad de la ciudad feliz y turística, Mar del Plata hizo enormes aportes al proceso nacional de Memoria, Verdad y Justicia, aquí tuvimos 21 juicios de lesa humanidad, tenemos mucho para mostrar en relación a esa lucha. En ese marco, el espacio Faro de la Memoria ha logrado en estos 10 años centralidad en la lucha y la promoción de los derechos humanos. Es el único espacio de memoria abierto en la ciudad de Mar del Plata, gracias a la lucha histórica de los organismos de derechos humanos.
Detrás de este predio hay muchos años de lucha. En los años 90, cuando Menem hablaba de la reconciliación con los genocidas, entrega el predio a empresarios que gestionan el Aquarium, en el negocio estuvo involucrada la Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina; todo el lugar se transformó en un parque de diversiones. Cuando se cerró el parque de diversiones, la Armada transformó parte de ese predio en un parque recreativo para la Fuerza, y también lo explotaron comercialmente. Treinta años después vuelven a manchar la memoria con negocios.
Ahora hay que resistir, lo único que nos queda es la lucha, el salir a la calle, seguir dando esta batalla por memoria, verdad y justicia, que además es una batalla por construir un país como siempre soñaron las compañeras y compañeros: más justo, más solidario, sin violencia. Rechazamos de lleno la instalación de la violencia como medio de resolución de los conflictos, pero parece que los métodos volvieron a ser los mismos de la dictadura.
Esta vez ganaron por los votos, pero están necesitando también de la violencia y del miedo para lograr afianzar ese proyecto al que saben que nosotros estamos dando la pelea porque dijimos nunca más y será nunca más.
*Militante de derechos humanos y coordinadora del espacio Faro de la Memoria
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Los ojos de Santiago