La directora Virna Molina asegura que aunque Milei le haya declarado la guerra al cine nacional, hay una memoria de más de cien años que nos da identidad. Y que seguirá, por más de que hoy se busque desaparecerla.
Por Virna Molina, guionista y directora especializada en cine documental. Dirigió "Retratos del futuro" y junto con Ernesto Ardito, entre otras, "La bruja de Hitler", "Sinfonía para Ana", "Raymundo".
Me gustaría comenzar esta reflexión invitando al público, sea del color político que sea, a ver cine nacional, para sacar sus propias conclusiones. Porque la verdad sobre el Cine Argentino está en las películas y no en las campañas de prensa llenas de datos falsos, acomodados para el relato oficialista. Por ejemplo entre las películas nombradas por el vocero presidencial, “como que no vio nadie”, hay films que aún no se estrenaron.
¿El cine nacional se alejó de su público en relación a décadas pasadas? Sí. Pero ese es uno de los grandes problemas que atraviesan las cinematografías nacionales en todo el mundo, no solo en la Argentina. Esto se debe a que el Mercado redujo el circuito de exhibición en salas violentamente (es triste ver la cantidad de edificios en Buenos Aires que eran cines y hoy son iglesias o tienen otros usos). Los films se ven principalmente a través de plataformas de streaming y, las más populares, tienen una oferta bastante limitada de films nacionales.
Tristemente desde la campaña electoral, el presidente de la nación le declaró la guerra al INCAA y al Cine Argentino. En lo personal, no creo en que haya que disputar una batalla cultural. Porque no hago cine para apropiarme de algo, sino por todo lo contrario. Hago películas que activen el pensamiento, la crítica, que visibilicen lo que es tabú, que nos ayuden a reflexionar, que entretengan y que alimenten el imaginario de nuestro pueblo –del que soy parte y al cual quiero y respeto–. Si alguien se propone disputar una batalla es porque intenta apropiarse de algo para hacerlo suyo.
Los gobiernos pasan pero quienes hacemos cine, debemos seguir creando y produciendo a pesar de los caprichos y las malas políticas de los funcionarios. Me molesta en especial que gente que no se tomó ni siquiera el trabajo de estudiar y prepararse para la función que está ejerciendo diga, entre chascarrillos, que no ve películas ni lee libros pero dicte -por decisión del ejecutivo y no de la industria- las políticas que regulan la actividad audiovisual del país.
Pero hay una historia de lo que somos como sociedad y también como cinematografía nacional. Esa Memoria de más de cien años de Cine Argentino nos da Identidad, aunque hoy se busque desaparecerla. El cine podría ser una herramienta para generar trabajo y potenciar la actividad productiva, pero esa no es la decisión del gobierno. El país está paralizado por los experimentos financieros de un grupo de fanáticos teóricos, que priorizan los números abstractos por sobre la realidad de las personas. Ellos dicen que tienen buenas intenciones, pero la pobreza avanza y nos volvemos extranjeros sin derechos en nuestra propia tierra.

En el cine, la misma política que en comedores
Ante el vaciamiento del INCAA y la persecución al cine nacional, el actor y director Rafael Spregelburd afirma: "Con este nuevo panorama sólo podrán filmar los ricos (las plataformas, la inversión mixta extranjera, los formateadores del rating y la vulgaridad general), de la misma manera que también podrán seguir comiendo los ricos y no los pobres".

Censores y cineastas
El documentalista Ernesto Ardito compara al INCAA actual con un Instituto de la Propaganda y pide juntarse para enfrentar el ataque del Gobierno de Javier Milei: "Nos debemos como comunidad de cine romper con la tradición de estar atomizados y divididos en asociaciones o trincheras de estilos productivos, estéticos y temáticos".

El Eternauta: el eterno retorno de un comic
En un país donde los subsidios al cine nacional se ven cercenados, comenzando por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, donde las producciones audiovisuales independientes se vuelven hazañas cada vez más irrealizables, el estreno de la serie basada en El Eternauta, la legendaria novela gráfica de Héctor G. Oesterheld y Solano López, dirigida por Bruno Stagnaro, creador de la mítica serie Okupas (2000), no podía menos que politizarse. Compartimos una análisis del comic con un anclaje en la actualidad argentina.