“En Colombia explotó una ciudadanía dormida y molesta”

por Revista Cítrica
23 de noviembre de 2019

El Paro Nacional en Colombia emergió en un momento de gran agitación social en el continente. La marcha atrás del acuerdo de paz con las FARC, las permanentes políticas de derecha, el narcotráfico y un pueblo cansado de la violencia y la desigualdad social.

Por Óscar Sotelo Ortiz.

 

La comparación de lo que empezó a pasar estos días en Colombia con otros países latinoamericanos es difícil, porque cada proceso tiene sus particularidades, su historia, sus pueblos. Sin embargo, el Paro Nacional del jueves tiene ciertas coincidencias con el despertar que se viene dando en los pueblos hermanos: aquí también hay una generación de jóvenes que son protagonistas de este momento y que están siendo muy críticos con la sociedad. También hay una indignación generalizada de la gente con el Gobierno nacional y su política económica, con las clases dirigentes y con la fuerza pública.

El Paro Nacional del jueves (#21N) es consecuencia de un proceso político muy turbulento. Hoy en día, la sociedad colombiana está dividida. Aquel proceso de paz entre las FARC-EP y el Gobierno de Juan Manuel Santos para resolver las causas estructurales de un conflicto de 50 años –con 7,5 millones de víctimas, más de 80 mil desaparecidos y casi 200 mil muertos– prometió un proceso de democratización y reconciliación.

 

El Gobierno intenta aplicar lo más ortodoxo de la doctrina neoliberal en una sociedad ahogada en el desempleo, la falta de oportunidades y la desigualdad social

 

Cuando el Gobierno de Santos tomó la decisión política de buscar una solución negociada al conflicto armado con las FARC, un poderoso sector de extrema derecha comprometido con el fenómeno paramilitar comenzó a construir una matriz mediática, ideológica y discursiva en contra de un posible acuerdo de paz. 

Una vez que se firmó el nuevo pacto de paz y se perdió el plebiscito (3 de octubre del 2017), la implementación del acuerdo se convirtió en un proceso lento con un claro incumplimiento por parte del Estado de la mayoría de los compromisos adquiridos en la negociación.

En esa coyuntura, en 2018 Colombia entró en elecciones generales y empezó un fenómeno de desinformación y fake news masificadas; un fenómeno muy parecido al proceso en Brasil que llevó a Bolsonaro a la presidencia. Este ejercicio de marketing político, dirigido a los sectores populares, tuvo como objetivo deslegitimar el acuerdo de paz, sembrando mentiras, odios e incertidumbres en el grueso de la población.

 

Iván Duque ganó las elecciones por la fuerte influencia de sectores terratenientes, confesionales y de extrema derecha

 

Con el espejo de la crisis venezolana, la economía estancada y un proceso de paz agotado, la ciudadanía eligió, en la primera mitad del 2018, a Iván Duque Márquez como Presidente de la República. El nuevo mandatario es un joven de 43 años que llegó a la Casa de Nariño con el título de “moderado” dentro de la extrema derecha.

Las primeras decisiones del Gobierno de Duque fueron darle los cuatro ministerios más importantes de Colombia (Defensa, Relaciones Internacionales, Hacienda y Gobierno) al uribismo duro de extrema derecha; decisiones que fueron ambientando la gran turbulencia política vivida en el último período. 

Es por eso que muchos en Colombia afirman que lo que pasó el jueves fue, en realidad, una gran movilización en contra de Uribe, en contra del uribismo, es decir, del partido del Gobierno, que intenta aplicar lo más ortodoxo de la doctrina neoliberal en una sociedad ahogada en el desempleo, la falta de oportunidades y la desigualdad social.

Las razones del Paro Nacional son varias: la primera es que Uribe gobernó del 2002 al 2010 y, en ese Gobierno, el neoliberalismo puro logró ejecutar sus políticas económicas en un país que estaba en guerra. Pero hoy el país es distinto a ese gobernado por Uribe, las políticas económicas que antes se tapaban con la guerra, que no eran tan evidentes, hoy se reflejan en el bolsillo de la gente.

Colombia es un país que no tiene problemas de inflación porque siempre va a circular el dinero del narcotráfico y eso genera muchas divisas, sin embargo, es un país que tiene una serie de problemáticas sociales muy graves. Ante eso, el Gobierno de Duque planteó tres reformas laborales muy polémicas que afectan sobre todo a los jóvenes. Por eso los jóvenes están tan enojados. 

 

Las políticas económicas que antes se tapaban con la guerra, que no eran tan evidentes, hoy se reflejan en el bolsillo de la gente

 

Otra reforma implementada fue el salario diferencial por regiones, en un país de regiones como es Colombia, con centros fuertes como Bogotá, Cali, Medellín o Barranquilla, ese salario diferencial afecta negativamente el poder adquisitivo de la gente, especialmente a la clase trabajadora, nunca al empresario o a la élite. En paralelo, en el Congreso colombiano se están discutiendo medidas como la contratación por horas y la eliminación del salario mínimo. 

Por otro lado, Colombia tiene también un gran problema con el sistema previsional, porque el 80% de los jubilados tienen fondos privados de jubilación, y el dueño de esos fondos es Luis Carlos Sarmiento Angulo, el personaje con más poder económico en Colombia (tres veces más rico que Donald Trump, según la revista Forbes). Ante un sistema de pensiones en crisis, la propuesta de Duque ha sido una reforma previsional que es, en realidad, una reforma para subir la edad de las jubilaciones, fortaleciendo los fondos privados de pensión. A todo eso se le suman muchísimos casos de corrupción.

En estos momentos, en Colombia hay un gran déficit fiscal. La economía se ha visto afectada por las guerras comerciales de Donald Trump y la crisis venezolana. Aunque no haya inflación, sí existe un estancamiento que afecta principalmente a la clase trabajadora.

Entre los motivos del Paro Nacional también aparece el recrudecimiento de la violencia. Cuando Duque llegó al poder y dio marcha atrás con el acuerdo de paz, se dejaron de cumplir ciertas pautas estructurales de pacificación y los sectores armados volvieron a cobrar protagonismo. 

En las zonas de economías ilegales, como el narcotráfico y la minería ilegal, están asesinando sistemáticamente a líderes y lideresas sociales en los territorios. Estos liderazgos, por lo general están orientados a proteger a la gente defendiendo los derechos humanos en zonas de conflicto.  Para ponerle números a esto, desde la firma del acuerdo de paz fueron asesinados más de 300 personas (180 personas durante el Gobierno de Duque). Y eso también genera una fuerte indignación en la gente.

 

El presidente Duque es un títere de Uribe, y de una derecha poco moderna

 

Lo que pasó esta semana es que explotó una ciudadanía dormida y molesta. En las elecciones, Duque no ganó ni en Bogotá, ni en Cali ni en Barranquilla; ganó por el poder en los territorios apartados con fuerte influencia de sectores terratenientes, confesionales y de extrema derecha que controlan políticamente estas regiones. 

Toda esa gente que no votó por Duque es la que hoy está saliendo también a protestar, una multitud de gente que tiene muchas consignas en la cabeza y que estalla ante un Gobierno incompetente, con un Presidente que está amarrado a la extrema derecha de Colombia, pero que no sabe para dónde apuntar: no tiene gobernabilidad en el Congreso, no tiene popularidad y su discurso no seduce ni comunica absolutamente nada. Un Presidente que es un títere de Uribe, de una derecha poco moderna. 

En Colombia hay un espejo de Chile, de Argentina, en el sentido de que todo esto está marcando una cierta caída neoliberal. Aquí hay muchísimo desempleo, pagan muy poco y todo el dinero se va en el aporte jubilatorio, en la salud. Alquilar es carísimo, la educación también, y la salud es casi un privilegio en un sistema muy ineficiente.

Por todo eso es que lo que vivimos el jueves es muy esperanzador. Yo milito hace muchos años y nunca vi una movilización tan grande, la gente salía de todos lados. El cacerolazo fue muy fuerte y sorprende. En Colombia no hay registro de que eso haya pasado antes. 

Yo creo que Colombia despertó, y ojalá que esto sea, al fin, el comienzo de algo distinto, de algo nuevo. 

 

Óscar Sotelo Ortiz es periodista colombiano y redactor del semanario Voz.

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