La crisis generada por el Covid-19 llega al país en medio de un fuerte debate: ¿qué salud queremos? La atención de la emergencia transforma las tareas diarias y la suspensión de algunos servicios deja a muchxs pacientes desamparadxs. ¿Vamos a un nuevo paradigma con la salud pública como eje?
“China reporta primera víctima mortal por extraño brote de neumonía”. Los medios apenas dedicaron unas líneas a la primera muerte del coronavirus, que por esos días parecía algo lejano, una curiosidad de un país igualmente curioso y lejano. Pero a los pocos días esa extrañeza tuvo nombre, Covid-19, y su rápida expansión es el problema más grande que debe afrontar el planeta en décadas. La pandemia se montó en una crisis económica global y creo un problema fenomenal en el plano sanitario y político. En medio de la disputa entre Estados Unidos y China, la crisis que trae la pandemia no sólo se mide en contagios, sino que amenaza con romper el orden actual, y crear un escenario nuevo en la geografía planetaria. La crisis llegó, además, para poner a prueba los sistemas de salud, en tiempos donde los cuestionamientos no son menores.
A la Argentina, la pandemia la sorprendió en un proceso de cambio. La asunción de Alberto Fernández en diciembre de 2019 inició la recuperación de una política sanitaria más activa, luego de cuatro años de desinversión en el sector, que incluyó la degradación del Ministerio de Salud al rango de secretaría, entre otros muchos atropellos. La presencia de Ginés González García, un reconocido sanitarista que tuvo a cargo el ministerio luego de la crisis de 2001, generó expectativas de recuperación. Pero se partía de un muy mal precedente. Un informe de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) analizó el presupuesto en salud ejecutado en el período 2015-2019 y observó “una disminución en los recursos efectuados a la cartera sanitaria, una caída del 20,65 por ciento en la ejecución de la partida presupuestaria hacia el área”. En algunos casos, la caída fue mucho mayor, como sucede en el Instituto Malbrán, hoy pieza clave en la pandemia ya que se encarga de hacer los test para detectar los contagios. Según el estudio de la universidad, Salud se desfinanció un 28 por ciento durante el macrismo. Con ese escenario de fondo, el país se dispuso a enfrentar la crisis.
¿Nuevo de paradigma?
Con la pandemia declarada, el país comenzó a trabajar para preparar el sistema de salud para la llegada del virus, lo cual se confirmó el 3 de marzo. 20 días después, llegó el primer contagio “autóctono”, que cambió la estrategia de contención por una de mitigación. En los primeros días de abril se superaron los mil casos, y los integrantes del sistema sanitario comenzaron a trabajar para evitar el desborde, que se espera para mediados de mayo, según las proyecciones. En este punto, la mayor preocupación es que las camas para pacientes críticos no alcancen. El sistema argentino tiene, según los datos oficiales, unas 163 mil camas de internación y poco más de 8 mil de terapia intensiva, entre obras sociales, clínicas y sanatorios privados y hospitales públicos. “No va a alcanzar si la demanda crece como en Italia y España, deben entender que si no toman medidas van a chocar contra una pared”, dijo un referente de la organización Mundial de la Salud (OMS) a representantes de la seguridad social en una conferencia que se hizo a fines de marzo, preparando la ola de contagios.
La pandemia se montó en una crisis económica global y creo un problema fenomenal en el plano sanitario y político.
Ante este panorama, el Ministerio de Salud nacional planteó dos estrategias. Por un lado, comenzó a crear “hospitales de campaña” en las zonas más vulnerables –como el conurbano bonaerense –y aumentó el número de camas para pacientes y personas que deban ser aisladas. Además, centralizó la compra de insumos y de respiradores, para garantizar su distribución equitativa. Por último, coordinar con el sector privado para que nadie se quede sin atención. La idea de un decreto que declare “de interés público” todo el sistema de salud despertó las quejas de las prepagas, que luego de la reunión con el ministro González García se mostraron más tranquilas. La creación de una mesa “que coordina los esfuerzos y permita dar respuesta a la emergencia” fue el acuerdo alcanzado, algo lejano a los fantasmas de estatización levantados por los propios empresarios.
“Ojalá toda la sociedad tenga la madurez de analizar la situación y pensar en la necesidad de tener salud pública universal de calidad. En Europa los países que debilitaron sus sistemas estatales tuvieron serios problemas con la pandemia”, analizó María Fernanda Boriotti, titular de la Federación Sindical de Profesionales de la Salud de la República Argentina (FESPROSA). En este sentido, reconoció que en el país “hay desde hace tiempo una mayor valoración de lo privado sobre lo público, por eso es un proceso social de análisis que ojalá en estas circunstancias lo podamos hacer”. “Las empresas de medicina privada plantean abiertamente que su preocupación es si les cierran los números, en medio de la pandemia”, agregó Boriotti, que valoró que ante la situación de gravedad “el que responde más allá de todo es el sistema público, hay que pensar si valoramos el derecho a la salud, o seguimos pensando que el que tiene plata paga por una salud y el que no se ‘arregla’ en la salud estatal”. La discusión no sólo se da en el país, ya que en esta crisis otros países pusieron a disposición de su sistema estatal a los privados, como Irlanda o España. El mismo Chile hizo que el Ministerio de Salud coordine todo el sistema. Los especialistas remarcan en este punto que en la Argentina no existe “salud pública”, como suele decirse, sino “un sistema de salud de gestión privada”, que es distinto. Porque la tutela de las normas sanitarias sigue bajo dominio del Estado. Mucho más en una situación de emergencia.
Cambios diarios
Además de la discusión de fondo sobre el modelo de salud que queremos para el país, la pandemia generó cambios en la atención diaria en el sistema de salud. Con sus debilidades a cuesta, en los hospitales y centros asistenciales ponen todos los recursos para enfrentar el nuevo virus, dejando el resto de las actividades en un segundo plano. Como consecuencia, algunas áreas quedaron “desprotegidas”, y generaron momentos de zozobra. A fines de marzo, distintos sectores alertaron por ejemplo que la falta de donaciones voluntarias de sangre redujo la cantidad de dadores disponibles, con el peligro que esto genera. “Advertimos esto rápidamente, ya había empezado a bajar cuando se impuso la cuarentena voluntaria, pero con el aislamiento obligatorio se disparó esta baja”, reconoció Nora Etchenique, directora del Instituto de Hemoterapia de la provincia de Buenos Aires. Para la última semana de marzo, esta entidad redujo las donaciones recibidas un 50 por ciento, lo que hizo que se pusieran en marcha planes de contingencia. “La idea fue sacar las campañas del ámbito hospitalario, y que la gente no circule tanto, adaptando la donación a los tiempos de la pandemia”, describió la especialista.
"Ojalá toda la sociedad tenga la madurez de analizar la situación y pensar en la necesidad de tener salud pública universal de calidad"
Uno de los cambios fue que se creó una especie de certificado de donación, que sirve para transitar pese a la cuarentena. “Tuvimos muy buena respuesta, hicimos 30 colectas en los últimos 10 días gracias a un acuerdo con la Iglesia Universal. Buscamos que la Provincia no se quede sin sangre”, agregó Etchenique. El objetivo de los cambios fue llevar las campañas de donación más cerca de la gente, y hacerlas en distintos puntos, para que cada Región Sanitaria tenga acceso a la sangre. “Hicimos campaña para informar de los cuidados que tenemos en hemoterapia para que cuando la gente vaya a donar, que sepa que los estamos cuidando. Las normas de donación se mantienen, pero se adaptaron los lugares para resguardar la distancia, y aumentar los cuidados y limpieza”, destacó la especialista. En ese punto, el Instituto de Hemoterapia fabrica sus propias antiparras, que no sólo protegen los ojos sino que son como “campanas” para proteger hasta el mentón. Con estas medidas, se pasó de las 60 donaciones diarias –que generó la alerta –a 140, lo que tranquilizó a los especialistas. Esto, sumado a la baja de la demanda de sangre, estabilizó el sistema.
Pacientes olvidadxs
Como sucedió con la donación de sangre, otros servicios se fueron restringiendo desde la declaración de la pandemia, en especial cirugías no urgentes. Otras áreas no vitales fueron reduciendo su atención, o incluso cerraron para dar espacio a la atención de pacientes sospechados de Covid-19. “Estos inconvenientes se van superando con distinta suerte. Hay una restricción de los turnos programados, pero de cuestiones que pueden esperar. El control de la persona sana se postergó, todo lo que es urgencia se atiende en todo el país”, explicó Boriotti, de la FESPROSA. Lo mismo sucede con pacientes con enfermedades crónicas, que toman medicamentos diariamente, se garantizó a través de la receta digital que puedan acceder a ellos sin ir a los consultorios o los hospitales. “Sin duda todo el sistema de salud tiene que estar preparado y abocado para enfrentar esta situación, se suspenden algunas consultas en post de prevenir la propagación del virus, para que no haya mucha gente circulando en los centros de salud”, destacó la especialista.
Pero en esta carrera, algunxs pacientes quedaron virtualmente atrapadxs en la emergencia, y hasta el momento no tiene respuesta. Un ejemplo son los trasplantes de médula ósea, que fueron paralizados. Hay tres pacientes que debían recibir donaciones del exterior, y que el cierre de fronteras impidió realizarlas. Mariana Plater es médica pediatra, tiene 54 años y padece leucemia aguda. En febrero le comunicaron de un donante de Alemania 100 por ciento compatible, pero la falta de vuelos por la crisis suspendió la operación. “Por ahora sigo a la espera, no tengo respuesta concreta sobre mi trasplante”, dijo, angustiada. Ella conoce al menos dos casos iguales, y pide al gobierno argentino que dé respuesta a su reclamo, que la pandemia silenció, y que muestra parte de los claroscuros de un sistema imperfecto, que enfrenta uno de los más grandes desafíos.
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Noelia y Claudio se sumaron a la "ronda del silencio" en repudio al recorte y los despidos en el Hospital Posadas. Karen, su hija, no podrá operarse del corazón porque echaron a todo el equipo de cirugía cardiovascular.