Aquella madrugada de éter

por Miguel Grinberg
07 de febrero de 2017

Letras que nacieron de historietas, su padre, los libros de haikus y tantos escritos y dibujos de entrecasa. La última entrevista que Miguel Grinberg le hizo al Flaco Spinetta. Dos amigos atravesados por la poesía, la música, la luz.

Hay un tema de tu último disco de estudio, Un mañana, que me dejó muy intrigado, que es “Preso Ventanilla”. Lo sentí como emanando de un gran desgarramiento. Y pese a todo me exaltó escucharlo, porque si no hay dolor de por medio no hay resignación. Y eso es lo que me resultó muy gratificante.

Yo estoy comprando la revista Fierro que saca Juan Sasturain. Que me parece una pieza de arte en medio de la city. Se lo agradezco a través de este medio una vez más. Que alguien edite esas historietas, algunas de un lirismo de una belleza tremenda (que son argentinas completamente). Entonces me inspiré como en un cómic. En un momento “Preso ventanilla” dice que el tipo quiere conocer el mar. Entonces, es un alma en pena. Pero no como en el campo sino está tratando de ser útil como alma en pena que es... para dejar de ser un alma en pena y ser un alma alegre. Finalmente, se mete en un barco y se trasforma en un bulón. Esas imágenes dan para hacer un video. Se transforma en las hojas de un diario. Transformado en un periódico como una de esas trasformaciones muy surrealistas. Casi FX. De un alma buscando el cuerpo, el lugar. Quiere. Toca el timbre de un portero y le dicen “Usted no está”. ¿Cómo le van a decir: “Usted no está”? El tipo quiere reconocerse. Y en este mundo no hay espejos sin alguien. Entonces quiere decir que todo está basado en un cómic, de alguna manera. Arranca diciendo: “Alguien dijo basta y nunca amaneció”. Perece. El padre de un gran amigo nuestro amaneció así. Durmió perfectamente tranquilo en su cama, en un estado de paz, con una seguridad perfecta. También está ligado a sucesos de un desgarramiento muy importante. Esta alma “vaga, vaga y vaga, infundiendo vida” finalmente. Al final, a todos ayudó.”No sólo revivió, sino que a todos ayudó”, dice la historia; se revivió en una flor “para resurgir en llamaradas de su amor perdidas”. “Vaga, vaga, vaga, infundiendo vida / Juega en la distancia, preso ventanilla.” Es un hálito poético, inspirado en un cómic.
 

Al mismo tiempo ese aparente desgarramiento aparece en otra punta compensado por otras precisiones. No hay una resignación, tampoco hay remordimiento, y está siempre el esfuerzo de cada uno de nosotros de mantener encendida la pequeña luz que sirve para no caer de nuevo en el mismo agujero.
 

Bueno. Hay algo en una letra que es lo que me vincula con el mundo argentino. La canción “Para soñar” dice: “Aunque el alma de la gente siempre tuvo razón / yo tendré que mirarte por si no fueras vos.” O sea, es una etapa de doble de re-ojo. Hace unos diez años me abordaron diciendo: “Hola maestro”, y a los cinco segundos tenía una pistola en la cabeza. Me reúno con la gente con ese temor que uno siente. Y con esa frase lo explico con claridad. Es un punto de conflicto, de desgarramiento muy fuerte sentir el miedo de que alguien te joda. Es algo muy natural de esta ciudad ahora.
 

Pero en otro punto del disco, yo escucho: “Aunque el sol te abrigue / no quiere decir que no tengas más frío / y si la luna se cubre / no quiere decir que no tengas su luz / Cada día es la mañana desnuda y tu corazón tiene prisa / y si el mundo se oculta, no quiere decir que no puedas volar /Cada tanto la palabra adiós retorna el amanecer / cada vez que la pronuncias, amor, después yo debo renacer”. Siento que ese renacer es nuestra condena.

 
La letra de “No quiere decir” está escrita para mi hija Vera y sus compañeras de la escuela Ecos que perdieron a sus amigos y amores en una tragedia insospechada. Y también está escrita para alguien a quien le duele la muela. Como dice Buda: “Uno sabe que es infeliz  por comparación”.
 

En el disco, todos los temas son tuyos, menos uno que es de Luis Santiago Spinetta. A diferencia de las otras letras, diría que es una letra microscópica: ésta tiene seis líneas. “Hombre de luz que vuelas al espacio / señálame la ruta del sol / quiero estar allí / volando de mil modos / sentir sus colores / bañarme en su luz...!” ¿Qué hace que particularmente en este álbum convoques una obra de tu viejo?
 

La vez anterior había sido en el disco de Invisible, Durazno sangrando, que es uno de los discos donde primero se hicieron las letras y después la música de casi todos los temas. Entonces, todo ese tiempo que estuvo ahí esa canción porque aquí la cuestión no es que mi padre escribió algunas líricas, como lo solía hacer --las tenemos a buen resguardo--,  y unos cuentos fantásticos muy lindos. El nos la cantaba de un modo más coloquial, yo diría que con un aire criollo. Después de tantos años, yo me tomé el atrevimiento de verlo de otra manera, le compuse algunos tonos en un teclado, y después sobre eso Claudio Cardone hizo los teclados que quedaron. Es un homenaje de mi forma de ver el mundo. Y de ver particularmente esa poesía de mi viejo. Es un homenaje total. Poner algo de mí forma parte de la herencia que me deja.
 

En el texto lo visualizás a él como un “hombre de luz”.
 

Sí, claro, porque lo es. Hoy por hoy, mi viejo está en una condición física bastante precaria. Su salud ha sido arrasada por un mal, y está ahí peleándola con todo, y a veces cuando tengo la posibilidad de ir a su casa, para ayudarlo, parece Sócrates con todo su pelo blanco, y la piel blanca y rosada. Es un hombre fabuloso.
 

Te hizo gamba siempre. Recuerdo una presentación de un disco tuyo en el Hard Rock Café. Él estaba entre el público como si fuera un rockero más.
 

Sí, hay muchas anécdotas con mi viejo. Nosotros ensayábamos con Invisible y de pronto él aparecía y me decía que después quería hablar algo conmigo. Entonces, cuando había una pausa, yo me acercaba a él y me decía (cosa que no quería hacer delante de Pomo y de Machi): “Sabés lo que está pasando? Faltan matices”. ¡Tremendo! Tenía razón. Creo que Invisible tiene matices, pero porque él lo pidió.

Esta mañana estaba escaneando las letras del disco para tenerlas a mano durante la entrevista, es un trabajo un poco engorroso para mí, y al pasar hice una búsqueda por internet y me topé con una cita de los vedas hindués. La traje para adosarla a la entrevista: “Cuando descubrí quién era yo realmente, descubrí que no estoy en la mente, sino que la mente soy yo. Yo no estoy en el cuerpo, sino que el cuerpo soy yo. No estoy en el mundo sino que el mundo soy yo. Encorvando hacia atrás dentro de mí, yo estoy creando una y otra vez en esencia, soy aquel que crea todo aquello, yo soy aquello, tú eres aquello, todo esto es aquello. Y eso es todo lo que es. Si tú encuentras aquello, entonces tú lo tienes todo”…

¡Fantástico! Como verás, ando con un libro de poetas japoneses antiguos. El haiku me lo acercó una vecina de Belgrano R., que vivía durante años en los departamentos donde nació Vera, que es mi hija más pequeña, que ya tiene 17. Después, por H o por B, me vinculé con la cultura japonesa a través de la comida, habiendo aprendido rudimentariamente a hacer ese tipo de preparaciones que exigen una estética que tenés que tener para todo. Un respeto total por el alimento. Y entre otras cosas llegó hasta mí este libro maravilloso. Y no es la primera vez que hago citas de este libro, pues estuve también en la escuela TEA hablando particularmente de esta anécdota. Este poeta Basho, nacido en 1644, era un poeta zen, y de una gama altamente humanista. Daba clases de poesía. Era un creador y un piadoso. Se recuerda en tal sentido la anécdota con su alumno Kikaku y su poema sobre el pimiento. Kikaku dice: “Escribí el siguiente poema, maestro: Libélulas rojas / quitadle las alas / son pimientos”. Basho respondió que un haiku debe suponer además un deseo distinto, y para probarlo lo escribió así: “Estos pimientos / agregadle alas / son libélulas”. ¡Contundente!


Es el “aquello”.
 

Cómo lo veía uno y cómo lo veía el otro. Uno contiene un sentido poético casi perfecto, pero de alguna manera oblitera, excluye una posibilidad inmediata, como si fuese una solución inmediata entre la vida y el drama. Y entonces al verlo al revés, al crearle alas... ¡hacelo volar al aparato este! Pobre libélula, empezás a pensar, pero no por ese humanismo. Sino simplemente porque creo que eso define, del mundo en que vivimos, los dos lugares más imperantes: el de proteger la vida y el de pasar por encima de ella. Define dos mundos. Pobre este Kikaku. Es como si en Suiza, por mencionar un lugar, están inventando un modo de curar el dengue, mientras en otro sitio están inventando el arma más mortífera de la historia para eliminar al enemigo. Más o menos estos son los dos mundos que veo más notorios. Y por otro lado, fabricar un arma no es tan necesario tampoco para ser malo. A diario lo comprobamos.

Luis, escasas veces te has movido en dirección de tus escritos convertidos en libro. ¿Eso depende de una decisión o es un accidente del destino?

No me siento con la capacidad de ofrecer ese material. No me siento capaz. Lo considero como si fuese una especie de obra interior, como home work. Un trabajo de entrecasa. Es un descostillamiento para hacer mejor música y mejores letras. Y por supuesto que hay un toco de material que queda diseminado en cuadernos, libros, hojas, epígrafes, de todo. Tengo de todo, desde reflexiones inmediatas hasta laburos más “pezzutti”, como es una cosa a partir del Justine del Marqués de Sade, como un estudio de esa obra. Inspirados en libros muy buenos. Ensayos. Y también un montón de dibujos que se relacionan, También tengo otros dibujos “mandálicos” (mandalas) pero en formato digital, pero ahora eso se ha expandido y evolución muy bien. Pero mi site está literalmente frenado por ahora, por mi propia voluntad. Hay un montón de dibujos que intenté hacer como objetos pictóricos curativos, o que pueden servir para la meditación. Para mirarlos en sucesión y meditar. Tengo cientos de ellos. Es como una obra aleatoria situada al lado de lo que yo hago más importante, que es escribir música y las canciones, básicamente. En todo hay una verdad que podemos obtener. Estoy maravillado porque por un lado con una cámara casi microscópica se puede ver cómo nace un insecto. Me parece que el hombre tiene que aprender “algo” de esa visión. Nos vemos a nosotros mismos desde un plano muy impresionante. Hay una parte de ese muestrario científico que es maravilloso. Lo mismo que el Hubble que nos muestra las lunas de Júpiter que no conocíamos, o lo que sea. No estoy en desacuerdo en sí con lo que hemos alcanzado... pero nos falta un tocazo.
 

Fiel al designio que asumen los artistas cabales, Luis es una lúcida antena de su tiempo y de la sociedad a la cual pertenece por herencia y elección. En cuanto al “tocazo” que nos falta, allí lo tenemos, alerta y sensible ante lo infinitesimal y lo monumental del universo, como un irreductible navegante solidario. De paso, dijo: “Pienso que nada de lo que hacemos tiene sentido si no es realmente una liberación global de la gente, nadie puede sentirse bien mientras a su lado se le pudren todas las cosas, entonces de nada vale mi revolución de hacerme el hippie o de ser supuestamente una estrella de rock o algo así, si la gente está empobrecida o vive una vida miserable o está constipada por las degeneraciones del poder”.


* Grabado y emitido en el programa “Rock que me hiciste bien” de Miguel Grinberg por LRA Radio Nacional, otoño 2011.

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