A 20 años de la portada de Clarín que simbolizó la mala praxis periodística y la complicidad con el gobierno de Eduardo Duhalde por su responsabilidad en la Masacre de Avellaneda, el histórico periodista y abogado Pablo Llonto y quienes integran la Comisión Interna actual reflexionan sobre qué hubiese pasado si esa publicación se habría dado con una redacción organizada gremialmente.
En la foto de portada, una intervención del colectivo Fin De Un Mundo en la estación Darío Santillán y Maximiliano Kosteki durante la jornada cultural realizada por el 20° aniversario de la Masacre de Avellaneda.
Se cumplieron 20 años de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, pero también 20 años de una de las tapas más simbólicas y vergonzosas de la historia del periodismo argentino: “La crisis causó 2 nuevas muertes”. Un título que luego se convirtió en el nombre de un documental, más tarde en ejemplo de mala praxis periodística y que durante muchos años estuvo recortado y pinchado en un corcho de la redacción de Clarín como paradigma de lo que no se debe hacer (y se hizo).
Martín Sassone fue uno de los cronistas que envió ese diario cuando la represión policial ya había comenzado. “Pedite un auto y andá”, le dijo su editor Oscar Finkelstein. En el Puente Pueyrredón ya estaba Pepe Mateos, uno de los fotógrafos del matutino más vendido del país, quien había retratado la secuencia de la cacería diseñada por el comisario de la Policía Bonaerense Alfredo Fanchiotti. Más tarde, cuando en Avellaneda ya se habían confirmado las dos muertes, la cobertura se reforzó con Virginia Messi y el fotógrafo Sergio Goya.
“En la estación Avellaneda quedaban las manchas de sangre y muy poca gente. Pero igual había testimonios. Y los testimonios eran clarísimos en cuanto a que había disparado la Policía y uniformados”, contó años después Messi.
Eran horas de confusión, de acusaciones cruzadas, pero la reconstrucción de lo sucedido estaba más o menos clara: a Sassone y Messi muchas personas les decían que la Policía había disparado con balas de plomo. Las fotos de Mateos, descargadas unas horas después en las computadoras de la calle Tacuarí, lo homologaban.
Los periodistas enviados dijeron en su regreso a la redacción que la Policía había disparado con balas de plomo. Sin embargo, eso no se reflejó ni en la tapa ni en las primeras páginas
Sin embargo, ya en la redacción, ni Sassone ni Messi fueron parte de la cobertura principal. Lo contó el mismo Sassone en su cuenta de Twitter: “Por lo general cuando regresaba de una nota iba a hablar con editores de Policiales o Sociedad. Pero esta vez me tocó ir con los de Política. Uno, que voy a obviar su nombre, me empezó a preguntar que tenía. Le conté que todos nos decían que la Policía había matado a los dos pibes. Virgina dijo lo mismo. Nos pidió si lo podíamos chequear con fuentes oficiales. Algo que ese día y a esa hora resultaba complicado. No eran uno o dos los que nos habían dicho eso. Eran muchos”.
Esos testimonios y la mirada de quienes habían estado en el Puente Pueyrredón no se reflejó en la nota principal, cuya volanta fue "No se sabe aún quiénes dispararon contra los piqueteros".
La sección Política, que no había estado en el lugar de los hechos, se hizo cargo de la edición por orden de la jefatura de redacción. Sassone y Messi escribieron dos crónicas que quedaron relegadas. Al otro día, lo que se publicó en la portada se hizo bandera, sobre todo después de que Patricio Escobar y Damián Finvarb realizaran el documental La crisis causó dos nuevas muertes, una reconstrucción sobre la cobertura y lo ocurrido, donde el mismísimo Julio Blanck observa la tapa de aquel 27 de junio de 2002 y reconoce: “Nosotros cometemos un error. No es ‘La crisis causó dos nuevas muertas’, es ‘Mataron a dos tipos’”.
La redacción, 20 años después
Puede resultar contrafáctico. Una ucronía sobre la dinámica colectiva de un trabajo que cambió casi por completo en estas dos décadas: la programática y la lógica del clickbait se imponen; los algoritmos y las visitas únicas reemplazan a los ejemplares impresos vendidos en kioscos, que ya no se cuentan de a millones sino de a miles (y cada vez menos). Sin embargo, la disputa por el sentido, la subjetividad aplicada al oficio y la carga ideológica se mantienen inalterables en cada título. En 2002 o en 2022.
El ejercicio sirve también para dar cuenta de ese momento histórico que vivía la Argentina, meses después del estallido social de diciembre de 2001, y su analogía a escala en la organización interna de Clarín, una redacción desguazada en 2000 con el despido de 117 personas, incluida toda la Comisión Gremial Interna.
¿Qué hubiese pasado si esa tapa se realizaba con una redacción organizada internamente? ¿Hubiera cambiado algo? Matías Cervilla, actual delegado de Clarín por el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA), ofrece una visión: “Creo que la tapa se hubiese hecho igual, aunque es posible que dadas las características de aquel contexto, de los trabajadores que estaban en ese momento en Clarín y de la Comisión Interna previa, que sufrió 117 despidos, se hubiese manifestado algo, al menos de manera simbólica, para repudiar esa tapa nefasta”.
“Asumo que hubiéramos repudiado ese título, como hicimos varias veces con contenidos que publicó la empresa en sus distintos medios”, suelta Francisco “Paco” Rabini, el delegado que encabezó la reconstrucción gremial en Clarín desde 2012 y actualmente secretario gremial del Sipreba. Rabini agrega: “Hay mucho mito y una visión poco realista sobre esa situación. No había claridad sobre lo que había pasado, los jefes no descartaban la versión policial y después escribieron un título muy desafortunado, que ocultaba y licuaba la responsabilidad de esos crímenes”.
“Asumo que hubiéramos repudiado ese título, como hicimos varias veces con contenidos que publicó la empresa en sus distintos medios”, dice Francisco “Paco” Rabini, delegado de Clarín
Pablo Llonto, histórico periodista y abogado de Derechos Humanos, encabezó la primera Comisión Interna en Clarín en democracia, en 1984. En aquel tiempo, tiempos de reconstrucción, se había armado una intersindical para agrupar a las plantas gráficas del Grupo: Llonto era el secretario general.
El 26 de junio de 2002 hacía rato que no trabajaba en Clarín, pero era una de las personas que más conocía el sentir de esa redacción. Llonto lo recuerda: “Si bien no era lo habitual que en nuestra época se tratasen en asambleas los temas de redacción, sí había experiencias en ese sentido cuando ocurrían episodios significativos o trascendentes".
Aporta un ejemplo: una asamblea convocada por la Comisión Interna cuando el diario pensaba publicar una solicitada de apoyo a Jorge Rafael Videla de cinco páginas. "Esa vez se discutió si teníamos derecho a inmiscuirnos en la parte editorial (si bien era una solicitada) y la conclusión fue que sí. Por eso decidimos hacer una presentación judicial pidiendo que se abriera una causa por tentativa de apología del delito y se ordenara como medida cautelar la no publicación de la solicitada, cuestión que la justicia dijo que sí. Si tomo esta experiencia, la respuesta es que seguramente el impacto de los crímenes de Kosteki y Santillán hubiesen generado una convocatoria a una asamblea y allí se hubiesen expuesto algunas miradas contrarias al tratamiento que se le dio al tema desde la línea duhaldista que entonces tenía el diario”.
En el libro No nos callan nunca más, del periodista Tomás Eliaschev, hay una evocación a esos días que describe Llonto. Fue la sección Corrección la que empezó la rebelión para que la solicitada en apoyo a Videla no apareciera publicada. "Esto es imbancable", se quejó un corrector al leer esas cinco páginas. Trece años después, la empresa echó a la sección completa.
Llonto vuelve a 2002, a la tapa que retaceaba la verdad de lo ocurrido en la Masacre de Avellaneda y pide no olvidar un detalle que también es clave para entender el título que ubicaba como sujeto a “la crisis” en vez de a “la Policía” o “el Gobierno”, un eufemismo de dimensiones políticas que tenía un antecedente fatal: cinco años antes, en abril de 1997, cuando la Policía neuquina asesinó a Teresa Rodríguez, Clarín tituló en su portada "La crisis en Neuquén ya produjo una muerte".
“Duhalde había sacado la llamada 'Ley Clarín' de protección a las empresas culturales –añade Llonto–, entre las cuales estaba el Grupo y sus empresas de internet, todas endeudadas, a las que se le pesificó la deuda”.
"Los crímenes de Kosteki y Santillán hubiesen generado una convocatoria a una asamblea y allí se hubiesen expuesto miradas contrarias a la línea duhaldista que entonces tenía el diario”, asegura Pablo Llonto
Responder desde adentro
Clara Uranga, integrante de la actual Comisión Interna, trae ejemplos más recientes para analizar lo que hubiese sucedido: “En estos diez años de reconstrucción gremial hicimos varios ejercicios en los que la asamblea pudo repudiar y marcar sus diferencias con las decisiones editoriales o políticas que tomó la jefatura en sus tapas”.
La asamblea de Clarín, aún en sus primeros años de esta reconstrucción, rechazó tapas del diario sensacionalista Muy que, en una ocasión, revictimizaba a una mujer y, en otra, vulneraba los derechos de una mujer fallecida. Uranga también destaca que todas las conquistas de género se dieron a partir de un repudio y de una movilizacion interna en la empresa, en enero de 2019, tras una situación de violación en Miramar en la que el diario lo había comunicado de una manera espantosa.
“Si esa tapa se hubiera publicado en el marco de una redacción organizada gremialmente, enseguida nos hubieran sonado las alarmas que tenemos generadas como colectivo. No creo que hubiéramos torcido la tapa, porque la reacción es sobre el hecho consumado, pero hubiéramos podido acompañar de mejor manera a los trabajadores involucrados en esa cobertura”, agrega.
"No creo que hubiéramos torcido la tapa, porque la reacción es sobre el hecho consumado, pero hubiéramos podido acompañar de mejor manera a los trabajadores involucrados en la cobertura”, señala la delegada Clara Uranga
Sebastián Díaz, periodista de Olé y miembro de la actual Comisión Interna, apunta en ese mismo sentido: “Aún con organización no tenemos la capacidad de cambiar la línea editorial del diario o de frenar una tapa. Sin embargo, pienso que de haber existido una organización fuerte, hubiese existido una mirada desde los trabajadores: una nota, solicitada o publicación propia, muy por fuera de lo que se había publicado en esa tapa”.
Cervilla completa el escenario: “Hay que pensar que esa tapa se da un año y medio después de los despidos masivos del 2000 que disciplinaron de una forma terrible a los trabajadores del diario. Fueron despidos estrictamente vinculados a cuestiones gremiales: la Comisión Interna entera, activistas, militantes. Era muy difícil organizarse. Tardamos 12 años en reconstruir eso. Por eso, con organización es probable que las cosas hubieran sido distintas en muchos sentidos”. Porque en definitiva, el sentido es siempre lo que está en juego.
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