“Ser lesbiana es fugarse de la heteronorma”

por Revista Cítrica
Fotos: Agustina Salinas
27 de febrero de 2021

En el día de la visibilidad Lésbica, que cada año conmemora el lesbicidio de Natalia "Pepa" Gaitán, Ileana Dell'Unti, torta butch formoseña y cineasta reflexiona sobre qué significa nombrarse lesbiana como identidad, forma de vida en su territorio y en un sistema heteronormado que continúa reproduciendo violencias. 

* Por Ileana Dell'Unti

Nombrarme lesbiana continúa siendo un acto revolucionario de fugarme de la heteronorma, un acto colectivo que además me inscribe en una historia de otras lesbianas que han escrito, pensado, creado y discutido distintos significados para esa identidad. Para mí es muy importante inscribirme en la historia, sentirme parte de un continuum e intentar sumar mi aporte a esas reflexiones en torno a la experiencia de fuga, para quienes vengan después que yo. Creo que es porque esas experiencias de las que hablo, las que distintas lesbianas han escrito o filmado o inscripto en la realidad de distintas formas, repercuten en mi presente, en mi experiencia y en mi cuerpo, es ahí donde siento que la identidad enraíza en mí. 

Siempre que siento algo extraño en mi presente, algo que no sé cómo describir, encuentro alguna lesbiana que ha pasado por eso que yo estaba pasando -o por algo muy parecido-, y pudo ponerlo en palabras. Y poder nombrar esas emociones o sensaciones, desactivan su fuerza opresora. Lamentablemente sigue siendo difícil acceder a esos materiales porque el heterocistema y diría que también el patriarcado, el capitalismo, el colonialismo y sus formas verticalistas de acceso al conocimiento, dificultan el acceso a esos materiales. Por eso hay que preguntar, caminar los circuitos alternativos, no dejarse vencer, hay un libro, un poema, un ensayo, una canción, una intervención que tiene la palabra para eso que no podés nombrar y te está molestando. Y eso es un motor de fuga, supongo que por eso los sistemas opresores intentan esconderlos y desactivarlos. Ser lesbiana hoy, es ser parte de una historia colectiva de fuga de la heteronorma o del heterocistema. 

No creo que pueda hablar en términos colectivos de la experiencia del lesbianismo en Formosa porque lamentablemente no conozco espacios colectivos de debate o diálogo exclusivamente lésbicos y desde luego eso ya es un indicador. Hay algo de soledad o marginalización bastante latente y creo que como en todos los lugares donde la presencia colectiva no es muy fuerte, hay una exposición individual mayor y por lo tanto una mayor vulnerabilidad, entonces hay cierto estado de alerta permanente que es bastante agotador, pero necesario para la supervivencia. 

Además, el lesbianismo como categoría identitaria es súper amplio y diverso, no podría hablar, por ejemplo, de la experiencia de una lesbiana fem, quien muy probablemente sufra otro tipo de violencias como la invisibilización. Si me inquieta por momentos pensar que no conozco a otra pareja de lesbianas que viva abiertamente como pareja en su barrio, por ejemplo, me gustaría poder charlar sobre eso con otras lesbianas formoseñas, pero lamentablemente todavía no se dió la posibilidad. Desde luego conozco otras lesbianas y charlamos pero creo que hay una dimensión de la reflexión colectiva que no es lo mismo que hablar con una amiga tomando una cerveza. Lo colectivo es más como un ritual. 

Ser parte de una historia colectiva de fuga de la heteronorma o del heterocistema.

A partir de esa necesidad de colectivizar la experiencia comencé a escribir crónicas, quería poner sobre la mesa algunas reflexiones que surgieron de mi paso por Formosa como lesbiana butch, con sus particularidades. La disidencia presente en la expresión de género, en el cuerpo, de alguna manera me saca del clóset en todos los espacios que habito y por momentos siento el disciplinamiento en alguna mirada o en algunos espacios, como los baños públicos de mujeres, de los que siempre intentan echarme, o cosas así. Pero también me conecta más rápido con otras lesbianas en distintos espacios, porque me notan rápido y entonces yo también las puedo ver, pero es todo desde un lugar de silencio, fugaz, es una mirada cómplice y no va mucho más de allá de eso. 

Creo que todavía hay cierta clandestinidad que permanece y se siente cuando te encontrás con otra lesbiana en el supermercado, en la cola del cajero, esas cosas. Hay una mirada cómplice pero también una distancia que parece insalvable, eso me da bronca, me gustaría poder romper el cerco y hablarles. Siento que la ley de matrimonio igualitario permitió que deje de ser tabú el tema en los espacios que habito más cotidianamente, pero en términos generales, si la presencia colectiva en la calle no es fuerte, si no hay espacios de diálogo colectivos, pienso que esa marginalización, ese vivirlo medio como un secreto, permanece muy activo con todos los problemas que eso trae, más allá de que sea una estrategia de supervivencia. Igualmente, la disidencia es un refugio y aunque no seamos muches, tampoco somos tan poquites así que la cosa está creciendo y mientras exista un refugio, creo que los lugares son habitables. 

La clandestinidad sigue siendo una forma de violencia muy activa, la marginalización, el disciplinamiento ante la visibilidad -pienso en Marian y su condena latente por un beso-. Y también creo que el silenciamiento estructural que nos desconecta de esa historia, de esa dimensión colectiva identitaria, es un problema actual. Creo que se ha ganado mucho en materia de visibilidad pero se detuvo en el gesto y eso puede ser un problema. 

Hace poco Mariana Rodríguez Fuentes y Milagros Mariona, lesbianas activistas tucumanas que comenzaron un podcast que se llama Antro de Lesbianas, me invitaron a conversar sobre la dimensión política de la categoría lésbica, que es cierto que por momentos parece un poco vaciada y siento que es porque se están silenciando muchas de las discusiones que existen dentro del colectivo, que por otra parte es súper amplio, y hay muchas activistas lésbicas que han hecho un trabajo enorme recuperando nuestra historia -pienso en el archivo potencia tortillera- y la historia de esos debates. 

En el segundo podcast Antro de Lesbianas habla del Lesbo Drama, que es un título para reírnos con la cuenta de memes, para reírnos de nuestros estereotipos -cosa que es muy necesaria-, sin embargo, cuando las pibas de Antro comenzaron a pensar de dónde venía ese drama, tiraron de un hilo que me pareció muy potente. Justamente hablaron de la marginalización y la clandestinidad y como en ese proceso tu novia abarca gran parte de tus dimensiones afectivas y eso puede resultar abrumador y terminar en situaciones de violencia entre lesbianas. 

Hablaron de la experiencia de Desalambrando, la organización que reflexionaba sobre estos temas, y también de cómo sigue operando en nosotres el hecho de haber sido educadas para ser mujeres cis, con las demandas de atención y cuidado permanente a la emocionalidad nuestra y ajena que eso implica. 

Mientras escuchaba el podcast pensaba lo necesario que es actualizar esos debates históricos, porque sin duda los problemas sí se actualizan, y sino miremos la fuerza que está adquiriendo el movimiento terf en el feminismo y en esa idea de que las lesbianas son mujeres que aman mujeres y toda esa gilada transfóbica. Creo que cuando hablamos de descolonizar la mirada, de descentralizarla, es importante entender que esas discusiones que ya se dieron y se siguen dando a la interna de nuestra identidad colectiva, suceden en los márgenes, y para encontrarlas hay que salir del estado de confort de los centros y sus privilegios.

 

* Cineasta y lesbiana butch (aquella que se identifica como masculina, ya sea física, mental o emocionalmente). 

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