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¡Qué lástima! Se lo perdieron

por Belen Tenaglia
07 de marzo de 2025

Llegaron con el diluvio. No había un alma. Ni ruido, ni escenario, ni disfraces, ni banderines, ni olor a choripán. Nada. Sólo la espuma que se escurría resacosa por las alcantarillas. Cuando llegaron, llegaron tarde pero apostaron su móvil de TV. Con esa aparatosa antena. Con esa capacidad de llamar la atención. De despertar la curiosidad. De alimentar el chisme. Aún así, llegaron tarde y se perdieron la fiesta. 

Apareció en el escenario y los +30 explotaron. Musculosa blanca, jean claro bien noventoso y pelo violeta azulado. Directo desde la Córdoba del oeste a la República de Haedo. Sonaron los primeros acordes y el Potro Rodrigo se hizo presente en cuerpo de su imitador y en el corazón de los allí presentes. “Ehhh el periódico de hoy dice que ando buscando un amor”, cantaba la gente, con la cabeza mirando arriba, elevando plegarias al cielo, poseídos por el recuerdo, mientras la espuma caía sobre los cuerpos transpirados. La gente pidió una más. Y El Potro cumplió deseos. Y en ese consentir se daba fin a un ritual con más de 20 años en la zona oeste del conurbano (cuando la libertad era otra cosa y no había cripto-tongo). Allí, donde los que llegan tarde cruzan la General Paz por un ratito, con ese notable tupé de despreciar lo popular. 

Acomodó el micrófono, se levantó el sombrero y empezó a hablar. Se llama Anabela, pero le dicen La Pico. Es docente de música  y trabaja en jardines de infantes de la zona. Y, además, es murguera. Elevó la voz, como si la potencia del micrófono no fuese suficiente. Pidió calma, que ayudemos a apaciguar a los pibes, que nos concentremos en lo que pasaba del escenario para acá. Porque del escenario para allá estaba la policía con itakas y pretensiones de aguar el carnaval. Con la voz anudada gritó que el Corso de Haedo se organiza desde hace mucho tiempo, sin banca del Estado, sin subsidios. A pura voluntad y corazón de la murga Cosa E Mandinga y las organizaciones sociales que cada año se suman para gestionar este evento popular y comunitario. Pidió que aguantemos y que acompañemos hasta que toda esa fiesta llegara a su fin.

El Corso tuvo sus puntos fuertes. La feria, los puestos de espuma y las banditas en vivo y el buffet montado sobre las intersecciones de Rivadavia y las calles Constitución y Marcos Sastre. El menú no falla nunca: patys, chori, sanguchitos de bondiola y empanadas veggie a precios muy amigables. Y para aclarar las gargantas un vasito de coca. 

Entonces, el Gauchito Gil (o su imitador, un clásico del corso) abrió las aguas. La multitud se ubicó a cada lado de la Avenida Rivadavia y agitó la entrada de la Cosa E Mandinga. El ingreso de Cosa fue un respiro colectivo. La noche para la murga del barrio no estuvo sencilla y osciló entre contener un hecho aislado de violencia entre pibes y pibas, la policía que pretendía suspender la actividad, y la venta excesiva de alcohol en los comercios locales. Por eso, cuando Cosa E Mandinga irrumpió sobre Rivadavia, la fiesta fue total. Otra vez las plegarias al cielo: Carnaval, no hay dictadura ni decreto que te puedan borrar… El canto colectivo inundó la calle, preludio del día de lluvia que vendría después, cuando llegaran los que siempre llegan tarde. 

En 1965 Mijail Bajtín publicó un trabajo en el que recuperó la esencia del carnaval como expresión de la cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. Para el filósofo ruso, el carnaval replicaba la cultura oficial para transgredirla, para subvertirla. Palabras más, palabras menos, el carnaval era la oportunidad de las clases subalternas de liberarse y hacer tambalear, más no sea por un momento, el orden establecido. En Argentina, los carnavales fueron recuperados con la vuelta de la democracia y en el 2010 se restituyeron en el calendario los días feriados. En Morón, los carnavales tuvieron un intento de ser prohibidos durante el gobierno del PRO de Ramiro Tagliaferro. La intentona terminó con la presentación de una medida cautelar en los Tribunales locales.

Cuando llegaron los que llegaron tarde, la fiesta había terminado. Y, como se la perdieron, prefirieron montar una maratón televisiva sobre los incidentes ocurridos del escenario para allá. Reprodujeron hasta el hartazgo los videos que ya se habían viralizado en internet: un par de pibes se enfrentan, ingresan a un kiosco y, de rebote, lastiman al comerciante y vandalizan el lugar. Al día siguiente, con los cuerpos cansados, Cosa E Mandinga y las organizaciones del Corso de Haedo emitieron un comunicado: “Compartimos la tristeza, el dolor y la preocupación por las situaciones de violencia que atravesamos el sábado pasado a espaldas del escenario principal y nos solidarizamos con el comerciante y con las familias de quienes fueron lastimados”. Pero eso no lo contaron los que llegaron tarde. Esos que, como dice el comunicado, prefirieron construir un relato de un hecho aislado sin contextualizar. Pero allí estaban. Tarde y con esa aparatosa antena. Prefirieron titular “Carnaval violento”, “Descontrol e inseguridad”, “La violencia opaca la alegría del corso en Haedo”, “Robos, peleas e incidentes”, “La mayoría era menor de edad”... ¡Qué lástima! Llegaron tarde y se perdieron lo que nunca podrán tener: la alegría del barrio.

¡Feliz y maravilloso carnaval!