Por qué lo que hizo Lanata no es periodismo

por Revista Cítrica
20 de julio de 2017

Cuatro periodistas que trabajaron junto al conductor de "Periodismo Para Todos" explican los motivos por los cuales la historia del Polaquito, de la forma en la que se mostró el domingo, nada tiene que ver con este oficio.

MARTINA NOAILLES

No es periodismo. Es una operación de construcción de sentido montada sobre un show, sobre el amarillismo al que nos tiene acostumbrados Lanata. Lo que sucedió esta vez supera cualquier límite. Una cosa es hacer una operación en contra de un político que tiene poder. Poder para defenderse y poder para responder. Y otra cosa muy distinta es hacerla sobre un nene vulnerable por donde se lo vea: por su edad, por su condición de pobreza y por todas las condiciones en las que está ese nene. Eso es lo que hizo Lanata y que va en contra de cualquier cuestión periodística.

No hay absolutamente ningún cuidado por el niño, se viola la ley de protección y sobre todo la construcción de sentido que en este caso él quiere hacer, que es sobre la baja de la ley de imputabilidad.

Cuando no hay datos para sostener que hay que bajar la imputabilidad. Porque justamente no hay un aumento de la cantidad de delitos cometidos por niños menores de determinada edad. Entonces, si no hay estadísticas para justificar bajar la edad imputabilidad, lo que queda para aportar a esa construcción de sentido es armar este show. En el caso este donde la víctima claramente es un niño.


LUCIANA PEKER

El hecho del Polaquito es grave, no pasa los parámetros mínimos de recomendaciones de UNICEF. No es algo que pase inadvertido porque con los menores -lo mismo que con las mujeres- los límites se pasan. Como si fuera una decisión de los medios, con los menores la Justicia es mucho más drástica. Muchos de los que trabajamos en el diario Crítica, más allá de cuanto confiáramos o creyéramos o nos gustará y que esto también se trata de fuentes laborales, somos pesonas que creíamos que había un periodismo, una forma de investigar, una forma de tener impacto y una forma de saltar la grieta -que en ese momento no estaba tan delimitada y después sí- que era interesante. La desilusión viene desde hace mucho. Pero es cierto que lo del Polaquito en el programa de Lanata forma parte de un periodismo denigrado y de cosas que vivimos en ese momento: como por ejemplo que a los abusos sexuales del padre Grassi - que nombró ahora como los abusos de la Iglesia en la discusión con Grabois-, él le ponía un sandwich de pebete con un dibujito en el diario porque supuestamente Grassi se estaba comiendo un pebete. No hay broma cuando no cubrís abusos sexuales.

A mí me han prohibido tocar temas de abusos sexuales, los temas de género estaban totalmente fuera de agenda y temas que se denunciaban y eran interesantes -como que se dibujaba la mortalidad infantil en Tucumán- eran temas minimizados en el diario o le pedían a una compañera que escribiera sobre pibes que estaban en la 9 de julio para terminar poniendo pibes pirañas, y que los lectores dijeran que había que hacer un fusilamiento sanitario-preventivo. Yo creo que ese es el tema, no es que no se sabe hacia dónde se va, más allá de la metodología y la ética, sino que realmente no le importan los pibes.

En determinados momentos, como por ejemplo en el caso de Barbarita, la niña que lloraba por desnutrición en Tucumán, se puede pasar de lo políticamente correcto a notas que generen impacto. Creo que importa quién, cómo, cuándo, por qué, y para qué. Yo creo que eso importa, no creo que tengas que ir y abrirle la boca y darle la cuchara desde la función periodística pero creo que sí hay una ética desde donde te interesan los pibes, te interesan las mujeres, los gays, las lesbianas, las travestis o no te interesan. Y creo que acá está claro que no interesan, que era realmente el efecto, que era para exponerlo y para que la gente saliera a decir masivamente que a esos pibes había que sacarlos o bajar la ley de imputabilidad.


EDUARDO BLAUSTEIN

A mí me suena más a una cosa que hace Lanata (pero que lo trasciende a él y se hace en muchos programas en Argentina y en el mundo): algo mucho más ligado al espectáculo, a la búsqueda de ráting que al periodismo. Esa sería una primera respuesta. Sobre todo esto de presentar cosas que sean impactantes pero que son absolutamente con pies de barro.

Después hay una segunda parte y una segunda pregunta: ¿queda algún componente de periodismo en lo que hacen?. Si se confirma la denuncia de Grabois acerca de cómo fue armado todo es absolutamente repulsivo, siniestro, distorsionado. Es un recorte de la realidad espantoso. Saca de contexto y apunta solamente a la parte intóxicante, a todos los prejuicios posibles sin poner la historia de la madre, la historia del pibe. Aunque fuera periodismo sería insuficiente, mal hecho y perverso.

Me entristece. Estas cosas más que rabia me generan una tristeza enorme porque aparte creo que va más allá de Lanata y se impregna en una buena cantidad de colegas. Creo que las empresas periodísticas tienen mucho más que ver que nosotros: imponen sus lógicas y sus modos de comunicar y nosotros estamos como a merced de esas lógicas que no podemos controlarlas salvo en iniciativas autogestivas o en periodistas que conservan la dignidad.


GABRIELA VULCANO

El caso del Polaquito se inscribe en dos contextos: por un lado, un contexto donde desde los medios de comunicación, en muchas ocasiones se hace un abordaje violatorio de muchos de los artículos de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño y de muchos de los planteos que se hacen desde UNICEF para el abordaje de las problemáticas y temáticas de la niñez; y por otro lado un debate que viene desde hace muchísimos años y que se reflota cada vez que se acerca una elección y que tiene que ver con la baja de la edad de imputabilidad.

Lo que vimos el último domingo por la pantalla de Canal 13 no hace más que reeditar un modo de mirar a los niños. Si no recuerdo mal fue en 2002, cuando en otro programa de Jorge Lanata se entrevistó a una niña de 9 años llamada Barbarita, donde ella lloraba ante la cámara porque tenía hambre, por la falta de comida. En ese entonces como ahora, los niños aparecen como si fueran una mercancía, un objeto vendible para el show mediático, para obtener ráting, para generar impacto, pero de ningún modo, esa exhibición que se hace de los niños aporta al debate en profundidad de temas como la exclusión, la falta de comida, el hambre, ni tampoco de los niños vinculados a las drogas, o a la relación entre los niños y el delito, o a la violencia policial. Ninguno de esos dos casos, el de Barbarita y el del Polaquito, planteaban una discusión de fondo referida a que los niños, niñas y adolescentes son las principales víctimas de la exclusión, de la violencia policial, de la falta de comida, de la falta de techo, de la falta de educación y de salud. Nuestra responsabilidad como trabajadores de prensa, y como periodistas, está en ser sumamente cuidadosos de estos niños que quedan excluidos del sistema y que sirven como carne de cañón para el festival mediático que se hace en relación a algunos temas para criminalizar y no hablar de las verdaderas cuestiones que están de fondo en las que los responsables son los adultos.

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