Compartir

Asbesto: relatos del veneno

por Nelson Santacruz
Fotos: Rodrigo Ruiz
28 de noviembre de 2024

Unas fibras matan silenciosamente desde lo subterráneo. Empresas, gobiernos, vienen y van sin una solución estructural para proteger a millones de usuarios y a miles de laburantes del subte y el premetro porteño. Cinco personas con cáncer, cuatro muertos por cáncer, 107 trabajadores con riesgo de contraer cáncer. Y un solo nombre, en medio de la desidia estatal, para toda esta pesadilla: asbesto.

Hay fibras volátiles recorriendo silenciosamente 90 estaciones de subtes y del premetro en la Ciudad de Buenos Aires. Se sabe que más de 300 millones de pasajeros al año utilizan estos transportes y para que funcione más de 3000 laburantes, en diversas áreas, exponen sus vidas a un posible cáncer por el contacto diario con el asbesto. La Justicia, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Subterráneos de Buenos Aires Sociedad del Estado y EMOVA -el concesionario de la Red de Subte de CABA- son algunos de los actores importantes para resolver este conflicto que tiene ecos, muertes, enfermos y luchas desde 2018.

Lo ha dicho en múltiples medios la neumonóloga especialista en salud ocupacional, Lilian Capone, que el asbesto, o "amianto", es un material más fuerte que el acero y que al inhalarse se instala en el pulmón: "Ahí, el amianto, puede enclavarse como una aguja en la pleura, que es como la 'cáscara' que rodea al pulmón. Genera unos callos y engrosamientos pleurales. Hay trabajadores que pueden tener un pedacito de ese callo y otros más. Está vinculado con el tiempo de exposición y la cantidad de fibras inhaladas".

Hemos contado en Revista Cítrica este conflicto, en primera persona, con laburantes que hoy transitan graves enfermedades y no saben si van a sobrevivir. Del subte al asbesto, del asbesto al cáncer es un artículo que extiende el horror hoy traducido en más de 2000 trabajadores con controles médicos, 107 confirmados con alguna afección a causa del asbesto, cinco laburantes más una pasajera que tienen cáncer y cuatro víctimas fatales que ya no están con nosotros pero que también lucharon para visibilizar este problema. El último fue Jorge Navarro, quien falleció el 13 de noviembre pasado.

Facundo Heredia lleva 20 años trabajando en los talleres de la Línea D, dice que vive con incertidumbre: “No queda otra que vivir así, con la duda, porque el próximo puede ser cualquiera de nosotros. Cada año que me hago chequeos ruego que no me salte nada, es vivir con incertidumbre. Por eso pedimos mayor empatía, es importante que los usuarios sepan que nuestros reclamos son nada más y nada menos que por la vida”.

No está mal indicar que para reclamar, pronunciarse, no es fácil. No todas y todos los trabajadores pueden contar lo que sucede debajo de nuestros pies en términos de salud. Las empresas, el mismo Gobierno, pone en la mira a los que se atreven a reclamar por sus vidas. Andrea Salmini, personal de la Línea B y Secretaria de Comunicación de la Asociación gremial de trabajadores del Subterráneo y Premetro (AGTSyP), es contundente: “Nuestra lucha es por la salud pública. El periodo de latencia del asbesto, tanto para usuarios como para el personal diario de los subtes, puede ser de 20 o 30 años hasta que se presenta alguna enfermedad. Esto afecta muchos intereses y por eso también nos cuidamos”.

-Andrea, ¿qué sensaciones tienen como laburantes?
-Mucha indignación, pero sobre todo bronca. Hay una reglamentación desde los 90 que indica cómo se debe y no se debe trabajar con el asbesto. También existe una legislación desde 2003 que prohíbe directamente su uso. Estuvimos expuestos muchos años, la mayoría sin saber nada de este tema. ¿Y qué pasó? En 2018 Mauricio Macri compró los mismos trenes que ya habían prohibido en Madrid por tener asbesto. Hoy la Justicia dice que hay que desasbestizar toda la red porque es contaminante, no es un mero capricho nuestro.

Néstor Segovia, secretario adjunto de AGTSyP, se queda pensando, recuerda a Jorge Navarro con quien laburó durante 15 años en el taller de la zona de Constitución. "Él entró sano acá", suelta pensativo. Nos dice que en seis años lograron, gracias a la presión sindical, sacar 200 toneladas de asbesto de los subtes.  "Mi generación ya está", remarcó, otra vez con puntos suspensivos.

Y dice sin muchas vueltas: "Hay que cerrar todo esto, limpiar todos los túneles a fondo hasta los cableados. Está por todos lados". El "está" se trata, justamente, de eso tan microscópico que parece un fantasma que lentamente se va llevando a la gente. Néstor lo sabe bien porque hace 20 años, cuando él empezaba como mecánico, lo mandaron a sacar asbesto de las zapatas de los frenos sin barbijos, sin nada: "¡Imaginate vos la irresponsabilidad de la empresa y del gobierno!", remata.

Las licitaciones para la compra de trenes no avanzan, la quita de asbesto a la fecha está paralizada. No se sabe cuántas toneladas más hay debajo de nuestra Ciudad. Pero lo cierto es que las y los trabajadores continúan sus batallas con perseverancia y humanidad: "Nosotros vivimos muchos años acá, es una gran familia, a veces estamos más por el subte que en nuestras propias casas. Tomamos mates, trabajamos, tiramos chistes, contamos cuentos... en la medida que te enterás de compañeros enfermos, con cáncer o muertos la tristeza aumenta".