“Los cuerpos indígenas están asociados a la servidumbre”
por Estefanía SantoroFotos: Agustina Salinas
11 de marzo de 2022
Alma Azul es una joven quechua y modelo indígena. Supo resignificar el concepto de belleza al romper con los cánones occidentales de la blanquitud y la delgadez extrema. Su trabajo se convirtió también en una forma de activismo para revalorizar las raíces y la belleza indígena, y luchar contra el racismo.
Alma nació en Buenos Aires. Sus mapadres tuvieron dos migraciones. Primero, para escapar de la pobreza extrema, debieron abandonar su Huánuco natal y llegar a Lima, Allí llegaron y consiguieron trabajo pero duró poco tiempo. Así que volvieron a emigrar. Ya no cambiaron solo de ciudad sino que también de país: con Alma Azul crecía en el vientre de su mamá se instalaron en la Ciudad de Buenos Aires donde las tías de Alma ya residían con empleo. Transitaron varias casas, siempre de alquiler en alquiler, les costaba conseguir un hogar por ser migrantes y sólo podían acceder a departamentos que se caían a pedazos También vivieron el conurbano sur, en Villa Domínico.
Alma cuenta que sus tías y su mamá siempre trabajaron en la informalidad. Por ser migrantes solo conseguían empleo limpiando clases. Sin derechos laborales, por supuesto. Soportaban jornadas de trabajo muy extensas, y maltrato y precarización de parte de los patrones. Siempre estaban bajo amenaza de ser despedidas como forma de disciplinamiento. No había otra alternativa, por eso aceptaban esas condiciones para sobrevivir. El papá de Alma transitó también la precarización laboral hasta que un día consiguió un empleo formal. Pero también sufrió el racismo: intentaron despedirlo tres veces acusándolo injustamente de un robo. Su delito era ser peruano.
Me pasó muchas veces que me llamaban exclusivamente para campañas de diversidad y después la modelo que aparecía en la portada de la página web era blanca.
La historia de lxs mapadres de Alma es la historia de muchxs migrantes que llegan a Argentina escapando de la miseria y con la ilusión de forjar una nueva vida, pero se lxs recibe con racismo y xenofobia. A Alma le pasó de muy pequeña: “Cuando era chica empecé a notar que había algo malo en nuestra cultura y en la nacionalidad de mis padres. No era solo xenofobia. También tenía que ver con los rasgos físicos que ellos portaban porque una persona peruana blanca o con rasgos hegemónicos no tiene esas vivencias. Mis padres tienen la misma cara que yo, el mismo color y esas situaciones yo también las viví siempre. Por ejemplo en la calle nos solía parar la policía o cuando caminábamos juntas con mi mamá, las personas se alejaban hacia a un costado o se agarraban los bolsos. Era algo constante. Y cuando entré al colegio sentí una marginación por mi color de piel y por mis rasgos. Había miradas despectivas y denigrantes. A los siete años recuerdo que me decían ‘por qué no te volvés a tu país, negra de mierda’. Eso me dolía mucho. Así que empecé a anularme, a callarme, a no enfrentar a las personas porque tenía miedo de que me agredieran. Pasé mucho tiempo así.”
Descolonizar la belleza
A Alma le llevó muchos años poner en palabras que sufría racismo, ni siquiera podía identificarlo. Cuando egresó del colegio, se interesó por recuperar sus raíces y, unos años más tarde, logró canalizar el dolor que le causaban las situaciones de racismo que había vivido. Pudo nombrar el dolor y enfrentarlo.
“A los siete años recuerdo que me decían ‘por qué no te volvés a tu país, negra de mierda’. Eso me dolía mucho”.
“Cuando terminé el secundario empecé a tratar de reconciliarme con mis rasgos. En principio, a través de mi trabajo. Me puse a averiguar más sobre mi familia y mis raíces. Antes tenía una negación, no quería saber nada que tenga que ver con eso porque era afirmar que tenía otra cultura, que no pertenecía a Argentina, a lo que es la construcción de la argentinidad. Averigüé sobre la historia de mis abuelos que hablaban quechua: en vez de ocultarlo como algo vergonzoso lo saqué hacia afuera. Empecé a dibujar rostros que tenían que ver conmigo, a conocer las ceremonias, y a escuchar a mis abuelos y a mi mamá.”
Alma también supo resignificar el concepto de belleza y rompió, a través de su trabajo, con los cánones occidentales de la blanquitud y la delgadez extrema que veía de pequeña en las revistas y en la televisión como modelos a seguir. Revalorizó lo que antes la avergonzaba y ahora siente orgullo de su belleza indígena y expone su cuerpo para concientizar no solo a sus pares, sino también para mostrarle a la sociedad en su conjunto que una indígena también puede ser modelo. Alma fue tapa de la revista Marie Claire Argentina, caminó la pasarela del BAFWEEK, realiza campañas publicitarias de ropa y su rostro puede verse en el portal de Vogue.
Belleza ancestral
A Alma le quedó guardado en la memoria el día que vio a Yalista Aparicio en la tapa de una revista, la actriz mexicana que se dio a conocer en el mundo por su papel en la película Roma. Se dio cuenta que era la primera vez que veía una mujer con sus mismos rasgos posando en la tapa de una revista. Por ese entonces, Alma incursionaba en el modelaje con un amigo fotógrafo y se presentaba a castings donde siempre era rechazada.
Cuando se trata de una persona hegemónica las marcas le pagan lo que corresponde y cuando es una persona racializada o gorda, les pagan menos o directamente no les pagan.
“Comencé a conocer activistas antiracistas, activistas indígenas en la urbanidad, e inicié un proceso de reconciliación con mi identidad aún estando en la urbanidad y despojada de mi herencia cultural, producto de las migraciones, la discriminación. Por vergüenza, por miedo de ser agredida o por estar en la ciudad una renuncia a sus vestimentas y se va olvidando las prácticas culturales. Hay una carga ancestral en la memoria de mucho dolor y vergüenza por ser quienes somos y es muy fuerte enfrentarse a eso. Se renuncian a un montón de cosas como nuestra lengua y nuestra cultura solo para adaptarnos”.
--¿Qué significa para vos ser modelo modelo indígena?
--Al principio empezó como una reivindicación de la belleza indígena porque no hay representación, no hay rostros indígenas modelando ni en lugares de belleza o de poder. Recién este año vi dos modelos indígenas. La industria de la belleza no las acepta porque no cumplen con la belleza hegemónica. Mi trabajo tiene que ver con crear una herramienta para encontrarme con otras hermanas y hermanos que puedan sentirse representadas y representados y contagiarles el poder nombrarse indígenas. Y generar un interés para que se reencuentren con su ancestralidad, sus raíces, su familia y recuperar todo eso que en un momento fue motivo de vergüenza, que puedan llevar su cultura con orgullo. Y también transitar el dolor que genera reconocer que una tuvo ese tipo de vivencias. Y que se reconozcan como indígenas porque hay muchas personas que creen que por estar en la ciudad o porque no tienen noción total de dónde vienen o a qué comunidad pertenecen, no pueden llamarse así. Esa información que se perdió tiene que ver con el racismo y con el colonialismo. Hay un sistema colonial que se construyó para que olvidemos eso, renunciemos y desaparezca nuestra identidad indígena.
--¿Cómo se podría recuperar?
--Pienso que deberíamos trabajar para que las personas puedan empezar a reconciliarse con sus raíces siempre en comunidad. Ayudarnos a recuperarnos entre todos, reivindicar la belleza es una tarea importante, pero sobre todo reivindicar nuestra identidad y a partir de sentirse representados, físicamente, con nuestros rostros, con nuestro con color de piel y nuestras vivencias, empiecen también a indagar en sus raíces y en su historia familiar.
--¿Creés que representás una idea de belleza contrahegemónica?
--Hace unos días me contactó una fotógrafa bastante conocida y me dijo que nunca había fotografiado cuerpos no blancos. Hay una negación de una gran parte de la población, eso es muy fuerte. Parecería que solamente hay un tipo de belleza y se despoja a los demás cuerpos de la posibilidad de serlo. La blanquitud, la delgadez, la altura… la idea es poder romper con eso. Uno puede verse bello igual sin cumplir esos requisitos, hay que romper con esa hegemonía porque es agotadora, no tiene sustento, hay que cambiar el enfoque y la mirada.
--¿Qué opinás sobre la presencia esporádica de personas no blancas en las campañas publicitarias?
--Muchas marcas hacen uso de las personas no blancas y creen que por tener, por ejemplo, una persona afro dentro de su selección de modelos ya son inclusivos y no alcanza con eso. La diversidad debe poder verse no solo en un momento de una campaña particular, sino que la propuesta debería ser mostrar cuerpos no hegemónicos siempre. De lo contrario, siempre queda en un tokenismo (efectuar pequeñas concesiones superficiales hacia un colectivo discriminado). Poner de vez en cuando a una persona no blanca solo para evitar críticas, es una falsa inclusión. A mí me pasó muchas veces que me llamaban exclusivamente para campañas de diversidad y después la modelo que aparecía en la portada de la página web era blanca. No es una representación real, es ficticia. Creen que lo blanco siempre está asociado con lo bello y es lo único que vende. Las mujeres indígenas no estamos en esos lugares porque para nosotras, aunque lo intentemos, ese lugar no está permitido.
--¿También faltan mujeres indígenas en muchos ámbitos laborales?
--A nosotras por nuestro rostro o nacionalidad nos cuesta acceder a trabajos de mayor remuneración, o ser directivas, o estar en los lugares donde se toman decisiones. Se cuestiona nuestra inteligencia y nivel académico. Hay muchas experiencias de maltrato de profesores, por eso ser modelo es un logro para mí porque mi rostro no está asociado a esa profesión. Nuestros cuerpos están asociados a trabajos precarizados y a la servidumbre. Cuando digo que soy modelo mucha gente se sorprende, lo mismo que si dijera que soy directiva de una empresa. Pero si les dijera que trabajo en limpieza no sucedería esa sorpresa. Para mi es difícil conseguir trabajo de modelo al no tener un cuerpo hegemónico, pero de todas formas, lo intento. También es difícil porque generalmente las marcas que pueden dar mayor remuneración económica son las que más eligen modelos hegemónicos. Muchas veces las marcas pagan bien a una modelo cuando se trata de una persona hegemónica le pagan lo que corresponde y cuando es una persona racializada o gorda, les pagan menos o directamente no les pagan, como si les estuvieran haciendo un favor.
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