La toma del Ministerio de Ciencia se levantó. Pero la medida de fuerza que acaparó la atención del país durante toda la semana, obliga a hacernos una pregunta que pensamos ya estaba resuelta: ¿por qué un país debe invertir en ciencia?
El lugar de la ciencia en el país, en especial de una institución como el CONICET, fue tema de debate esta semana. El ataque de los denominados “troll” a investigadores que criticaron la decisión del gobierno marcó el punto más bajo de esta discusión, que busco de alguna manera dar respuesta a una pregunta trascendental: ¿por qué un país debe invertir en ciencia?
Desde la creación del Ministerio de Ciencia,Tecnología e Innovación Productiva los fondos destinados al área crecieron notablemente. Según el trabajo Resultados de gestión, que resume los ocho años de la cartera en la era kirchnerista, los primeros fondos para el área fueron de 1.137.600 pesos (año 2008) y llegaron en 2015 a los 9.926.304 pesos.
En materia de recursos humanos, el CONICET pasó de 5.301 investigadores en 2008 a 9.146, mientras que los becarios pasaron 6.146 a 10.784. “Se destaca la inversión realizada en el marco del Plan de Obras para la Ciencia y la Tecnología con 129 obras ejecutadas por un total de 987.377.982 pesos que ampliaron la infraestructura científico tecnológica en 107.260 metros cuadrados”, subrayó el informe. Estos fondos permitieron la creación del polo que esta semana fue el escenario de la pelea contra el recorte.
Esta fuerte inversión permitió varios hitos en materia de investigación, como los 12.411 artículos publicados por investigadores argentinos en revistas científicas “con referato”. Además, el CONICET ascendió de la posición 89 a la 79 en el Scimago Institutions Ranking sobre 5 mil instituciones a nivel mundial.
La ciencia comenzó a ganar un lugar en la agenda popular, de la mano de muchos de estos logros. Sin embargo esta valoración de la sociedad pareció volar por los aires en los últimos días. No sólo por los dudosos cuestionamientos en redes sociales, de cuentas probablemente vinculadas con el gobierno, sino por algunos medios de comunicación que a través de notas cuanto menos arbitrarias, pusieron en duda la estructura y el funcionamiento del CONICET.
“Se dio una especie de disputa en redes sociales, con un ejército de ‘trolls’ que dispone la Jefatura de Gabinete para contrarrestar cualquier medida de lucha, pero entendemos que es una maniobra política del gobierno que quiere desgastar esta lucha”, sostuvo el investigador Alejandro Montú del Grupo Jóvenes Científicos Precarizados, quien a su vez rescató la parte positiva del conflicto: la de la parte de la sociedad que tiene conciencia de lo que significa un recorte presupuestario en la Ciencia. “El pueblo está mostrando su solidaridad, nos manda su apoyo, sentimos que estamos muy apoyados por la comunidad científica y por la sociedad”, concluyó.
Sin espacio en el sistema formal, se abre la puerta a una nueva “fuga de cerebros”, que en los 90 generó una sangría. La toma de los becarios puso en el centro de la escena la actividad científica, revalorada en el proceso de gobierno anterior, pero desde una perspectiva académica. Hoy, lo que está en juego es una mirada política de la ciencia, como instrumento de una sociedad desigual y con necesidades, y que empieza a ver en su ciencia como una salida.
En este camino, a 20 años de su muerte, cobran vital importancia las palabras del cosmólogo y divulgador Carl Sagan, que en su última entrevista afirmó que “la ciencia es más que un cuerpo de conocimiento, es una forma de pensar. Una forma escéptica de interrogar al Universo con una plena comprensión de la falibilidad humana. Si nosotros no somos capaces de hacer preguntas escépticas para interrogar a alguien que nos dice que algo es verdad, para ser escépticos de quienes ejercen la autoridad, estamos a merced del próximo charlatán político o religioso que parezca”.
La promesa incumplida
En su plataforma electoral, el frente Cambiemos prometió elevar a 1,5 del PBI el presupuesto para ciencia y tecnología, una meta recomendada por los organismos internacionales, e inédita para la Argentina. Un año después, lejos de esa cifra ejemplar, la situación es otra. Investigadores y científicos, con apoyo de docentes, estudiantes y gremios, tuvieron que tomar esta semana las instalaciones del Ministerio de Ciencia, en el emblemático polo construido en el barrio de Palermo, para rechazar el peor recorte desde que el área alcanzó rango ministerial.
“No tenemos ninguna confianza en ningún funcionario que pueda poner el macrismo, cualquiera que llegue va a seguir con su misión de ajustar a la clase trabajadores en general y la ciencia en particular. Barañao quiere jugar el rol de intermediario pero tiene la misión de descargar el ajuste sobre los trabajadores de ciencia”, remarcó Montú, de Jóvenes Científicos Precarizados.
“Lo de Barañao deja en claro que no es un nombre o un funcionario el que va a garantizar el sostenimiento de lo logrado en años de trabajo y esfuerzo”, reflexionó Juan Manuel Sueiro, delegado de ATE en el CONICET. El dirigente sindical marcó la contradicción de que “el propio encargado de anunciar el plan de incorporación de investigadores es el responsable de su amputación, porque existe una decisión política de desalentar la política científica en el país”. Ya en enero, en medio de los despidos masivos en el Estado, los estatales del sector de ciencia alertaron que si bien no se produjeron cesantías, no podían atribuirlas a la continuidad de Barañao.
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