La Confederación de los Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) nos cuenta cómo se festejan las fiestas en los barrios, cada vez más castigados por la inflación, la falta de trabajo y el aumento del hambre.
Colaboro en el comedor “Carita Feliz” del kilómetro 13. Y preciso contarles un poco lo que pasa acá y en todos los barrios en general. Contarles sobre el hambre que pasan los chicos, las necesidades que sufren. Y el Estado que no está. Y si está, ayuda muy poco. Ellos se creen que sólo con arroz y un poco de yerba se le da de comer a 200 chicos, y que a veces tenemos más. Y también tenemos que contar abuelos, madres, padres, todos los días. Sólo nosotros -los que vivimos en el barrio- vemos las necesidades que se pasan. A todo esto, tenemos que contar con la logística de las cosas. Porque si tenemos la suerte de que el Estado nos dé algo, tenemos que distribuirlo. ¿Cómo lo distribuís, si no tenemos cómo hacerlo? En eso también tenemos que pensar. Y a veces necesitamos salir a luchar, para poder traerle un plato de comida a los chicos. Porque todo lo hacemos por ellos. Los que pasamos necesidad, sabemos lo qué es; los que no pasan necesidad, no lo saben.
Los que pasamos necesidad, sabemos lo qué es; los que no pasan necesidad, no lo saben
Vivimos en un país en el que no importa si un chico de la villa tiene para comer, o no tiene, o anda descalzo. Eso no le importa al Estado. En verdad, no le importa a nadie. Sólo a nosotros nos importa. Quienes venimos, y vemos, y estamos todos los días. Y tratamos de que a los chicos no les falte su comida, llueva o haga frío. Sea el día que sea, nosotros tenemos que estar ahí, porque ellos nos esperan todos los días. Y tenemos que estar con ellos, apoyarlos, hablarles. Ellos necesitan mucho del Estado. La gente necesita de una mano que todos le podamos dar.
Vemos chicos descalzos, con hambre, a veces en mal estado. Allí es que la gente debería pensar en que muchos tienen hijos, y que seguramente no les gustaría que les falte un plato de comida en la mesa. Entonces, tratarían de hacer lo posible para que no les falte. Así lo siento, al igual que los muchos compañeros que trabajamos en el comedor.
Vivimos en un país en el que no importa si un chico de la villa tiene para comer, o no tiene, o anda descalzo.
En estas fiestas de fin de año, por cómo estamos viviendo, espero que no les falte a cada chico -al menos- su plato de comida. Si es que la podemos llamar comida. Puedo imaginar que -lamentablemente- se van a conformar con tener un plato de fideos, o algo similar, para poner en la mesa. Porque no veo que puedan tener “nada navideño” para compartir algo. La mesa de los argentinos pobres va a ver muy triste este fin de año. La situación está cada vez peor. Y si salís a luchar por algo, para reclamar por tus derechos, no podés. Ellos creen que vos sólo luchas para tener un plan. Y en verdad, nosotros luchamos para que el Estado le dé a los chicos aquello que precisan, para que tengan un plato en la mesa, porque en los barrios hay mucha gente pasando por necesidades graves.
Por Paula de la Confederación de los Trabajadores de la Economía Popular (CTEP).
“En el barrio se siente mucho el hambre”
La Poderosa alimenta a 135 pibas y pibes todos los días en el comedor de la Villa 31. Una de las tantas experiencias que tiene en los barrios populares de la Argentina. Susi nos explica cómo hacen 'magia' con la comida que no alcanza y un Estado que no cumple su rol.
Aumenta todo, aumenta el hambre
Miles de personas marcharon desde Obelisco a Plaza de Mayo en busca de un plato de comida. No hay trabajo, los precios de los alimentos aumentan y el salario mínimo no alcanza. El pueblo le envió un mensaje a Mauricio Macri: ¡Tenemos hambre!
Hambre en las villas: harinas, hidratos de carbono y ultraprocesados para llenar la panza
¿Es posible que la población de los barrios empobrecidos pueda escaparle a la polenta y los fideos, y disfrute de una comida rica en nutrientes, en medio de una emergencia alimentaria? La respuesta aparece en el rol de las mujeres y las organizaciones sociales en los comedores, y un recetario popular que busca recuperar saberes denegados por la industria, para utilizar a la cocina como herramienta de lucha.