Desde las calles angostas y los techos de chapa de Barracas, la escritora y periodista le pone voz y cuerpo a las villeras y villeros que quieren contar su realidad. Desde adentro, sin prejuicios ni banalizaciones.
Jesi Jess tiene una diplomatura en Comunicación Política y de Gobierno en Universidad Nacional de Tres de Febrero, estudió Community Manager; es estudiante de Periodismo en la Universidad de Avellaneda y lleva sus textos al taller de escritura de Diego Arbit. Hizo y hace de todo. Un torbellino de ideas y palabras que se reflejan en su primer libro de poemas editado por Chirimbote: Con la villa en mis venas. “Siempre dije que quiero ser negra, villera y licenciada”, dice Jesi cuando recuerda por qué empezó la carrera de Periodismo. Fue ahí donde dio los primeros pasos en la escritura y descubrió que la literatura era su forma de comunicar. Jesi nos canta la posta. Habla como escribe y escribe como habla. “¿Cómo lo hacía Artl? Puede ser”, se anima a decir Arbit. En esta entrevista nos cuenta de la navidad en el barrio, de los pibes en la esquina y del feminismo popular.
–¿Qué significa tener la villa en las venas?
–Cuando era chica me discriminaban mucho por ser villera, sufría. De grande reivindico esa palabra, para que esa palabra deje de oprimirme. Para que dejen de usarla como un insulto.
Decir que soy villera es una posición política, porque quiero que me escuchen, quiero dejar de ser invisible. La villa en mis venas es porque tengo que dar explicaciones de que soy honesta. Con toda esa violencia tuve que convivir desde que nací hasta el día de hoy. Mi texto es una respuesta a toda esa violencia. Yo contesto las injusticias a través de mi prosa.
Tengo la villa en la venas con todo lo que eso conlleva: el asado con los pibes en la vereda, una mano tendida a una vecina, si la cagaron a palos y hay que ayudar; la viila en las venas con el miedo de la noche cuando tenés que adivinar si lo que escuchaste es un cohete, un tiro o un caño de escape. La villa en mis venas porque primero soy villera, después feminista. La villa en mis venas con Gilda Cañete que murió electrocutada.
¿Por qué los villeros no podemos hacer arte ni teorizar sobre nuestras realidades?
–Imagino que para llegar al libro transitaste un camino largo, conociste personas y espacios que te ayudaron a encauzar tu deseo. ¿Cómo fue ese proceso?
–Por un lado siempre milité y en mis compañeros y compañeras encontré ese apoyo que necesitás para animarte a todo. Y, por otro lado, siempre me quise dedicar a la escritura. Cuando empecé a estudiar periodismo fue para escribir. Siempre dije que quiero ser negra, villera y licenciada. Así que está última la tengo pendiente porque todavía no me recibí.
Me costó tomar clases de escritura, que es lo que más amo. Pero conocí a DiegoArbit y él me supo acompañar en todo mi proceso creativo. Me ayudó mucho a mejorar mi escritura. Ahora veo algunos textos que escribí hace unos años atrás y me quiero morir. Pero bueno. también entendí que va por otro lado. Un día le dije a un compañero: boludo, mi texto tiene una banda de errores gramaticales. Y él me contestó: ‘El punto y la coma no son tan necesarios cuando el mensaje que querés llevar se entiende. Cuando el mensaje es más profundo que el punto y la coma, el lector no se fija. Si el mensaje te mueve, te hace llorar, te da bronca, eso es lo importante’. Lo miré y no dije nada, tenía razón. Eso es lo que intento cuando escribo.
Mis relatos son todos reales y políticos, ficcionalizó la historia pero mantengo el espíritu. El relato de trabajo infantil es real, un nene de la edad del mío haciendo mezcla de albarnil, ver eso me partió en dos. Yo quería que mi relato dijera: La sociedad mira para otro lado, mientras las infancias pasan esto. Cuidemos las infancias. Y decir eso no es fácil, es parte de un proceso.
–¿Cuando escribís, para quién lo hacés? ¿Quién es ese lector o lectora ideal que imaginás cuando empiezan a surgir las palabras?
Escribo para mis pares, para que mis vecinos y vecinas me lean y sientan que alguien como ellos escribe. Pero también escribo a la clase media desde mi lugar de villera, para contarles sus privilegios y nuestra realidad. Porque tener un techo digno es un derecho, no un privilegio, pero si yo no tengo agua caliente, ni gas ni luz, lo que debería ser un derecho, se transforma en un privilegio. Escribo mucho para que me lea parte de la sociedad que no sabe lo que es vivir acá, les cuento nuestra realidad.Sin romantizar la pobreza, obvio. Sin hacer apología del delito, tampoco. Siempre vienen acá y cuentan lo que supuestamente nos pasa o vivimos. Y yo no quiero eso. Entonces pensé: las historias de mi barrio las voy a contar yo. No voy a dejar que venga otro de afuera y las cuente.
VENÍ
Vení, desnudate un rato.
Pero no te saques la ropa.
Vení, desnudate por completo,
arrancate la armadura que no me
deja ver más allá de tus ojos.
Vení, desnudate.
Animate, así terminamos los dos
desnudos.
Con el alma al aire.
Y con los sentimientos a flor de piel.
Desnudate.
Pero no te saques la ropa.
–En los últimos años se puso de moda contar la villa. Entrar, hacer una serie exitosa e irse sin cambiar nada de esa realidad… Supongo que te referís a eso también cuando pedís que no te la vengan a contar…
– Si un blanco de clase media hace El Marginal, se gana 8 Martín Fierro, y si una tumbera escribe sobre la villa y un chorro, hace apología del delito. ¿Por qué una villera no puede hacer ficción? ¿Por qué Sebastián Ortega puede escribir El Marginal y yo no podría contar sobre mi barrio? Yo quiero contar mi parte, mi versión sobre la villa, no la que te cuentan los medios masivos de comunicación. Cada dos o tres meses tengo que aclarar que yo no hago apología del delito y no romantizo la pobreza por contar lo que pasa en la villa.
Vos ves la novela de Suar sobre la villa y nada que ver. Y no tengo nada en contra de Suar y Ortega pero que los medios dejen de hablar por nosotros. Además, ¿Por qué los villeros no podemos hacer arte ni teorizar sobre nuestras realidades? Acá vienen y hacen novelas, series y tesis. Y después se van.
Yo contesto las injusticias a través de mi prosa.
–¿Cómo se vive y práctica el feminismo en la viila?
–Acá la violencia de género se vive distinto porque nosotras no tenemos la posibilidad de irnos de nuestra casa si nos violenta un tipo. Muchas vecinas sufren violencia de género y no pueden ir a ninguna parte. Hay que entender esas realidades. Acá el feminismo se ejerció siempre, de otra manera, tal vez sin saber cómo se llamaba. Cuando mi mamá se juntaba con las vecinas para comprar los caños para las cloacas y el tendido eléctrico del barrio, hacían feminismo y no lo sabían.
Yo cuestiono al feminismo blanco hegemónico.Le criticó que vienen acá y hablan por nosotras. No tiene contexto, no entienden nuestra realidad. Habla por nosotras. no entiende las realidades de cada lugar. No siempre, pero muchas veces vienen al barrio con culpa de clase a hacer el Ni Una Menos y no respetan lo que acá sucede. Hay que enteder que acá todo es un poco más complejo, tenemos aborto legal pero acá seguimos encontrando fetos en la canaleta. Acá las realidades son bien distintas.
Y la crítica se la hago a todos. Yo milito hace muchos años y esto lo vi en todos los partidos: nosotras, las villeras, somos la mano de obra barata, somos las que llevamos las banderas y estamos en las calles pero no estamos en los lugares donde se toman las decisiones. Y ojo que no me enojo, solo soy enfática. A veces me agreden por cada cosa en redes, pero no me enojo, entiendo el juego.
– Como te preguntas en uno de tus textos: ¿Quién nos cuida de la gorra? ¿Cómo se vive en el barrio la violencia sistemática hacia los pibes y las pibas?
–Tenemos bocha de casos de violencia en el barrio. El Paraguitas es un caso super terrible y el último caso es el de Lucas Gonzalez, que lo confundieron con un chorro y lo mataron de atrás. Hace un par de años, Ezequiel e Ivan fueron torturados por la policía en el Riachuelo. Y en la cuarentena ni hablar, verdugueaban a los pibes porque estaban todos afuera, en la vereda. ¿Dónde iban a estar? Estaban re podridos de estar encerrados. Y los yutas pasaban y les hacían de todo. Acá los pibes pueden no tener tanta conciencia de clase, lo que sí todos son antiyuta. Todos tiene algo que reprocharle a la yuta. Le mataron a un amigo, le sacaron plata, los verduguearon, algo les pasó con la yuta seguro. A mi dentro del barrio no me cuida la policía.Al contrario, me tengo que cuidar.
–¿Qué lugar tiene la salud mental para el Estado? ¿Qué hace una vecina o vecino si necesita ayuda?
– En la 21- 24 somos más de 70 mil habitantes y hay solo 8 psicólogos. ¿En qué escalafón está la salud mental de los villeros? No le importa a nadie. No hay psiquiatras, la gente tiene que acudir a otros lugares y no siempre tiene suerte en esos otros lugares. No siempre te atienden o te dan la contención que necesitás. No se cumple la ley de salud mental como se debería cumplir. El presupuesto es bajo y ni siquiera se ejecuta. En la pandemia me enteré de millones de casos y hasta de suicidios. Hablamos de covid y no de la salud mental y la falta de atención. En el Borda -por ejemplo- vi pacientes que tenían el alta pero no se podían ir del neuropsiquiátrico porque estaban en situación de calle. Nadie se hace cargo de eso. Si querés cuidar tu salud mental, pero seguís encerrado porque no tenés a dónde ir, cómo hacés.
Yo escribo mucho sobre la locura, en necesario. Depende con qué texto mío te encuentres vas a ver las diferentes etapas de mi vida. Yo hago literatura villera y hablo de locura porque es necesario. Con el tiempo entendí que escribo sobre estas cosas porque me duele la vida, me duele el mundo que me rodea. Hay cosas que nos duelen tanto, que hay que sacarlas afuera. El mundo es hostil, ¿Cómo no nos va a doler?
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