“Hablar de libertad de expresión es también hablar de pluralismo y diversidad”
por Estefanía Santoro05 de diciembre de 2021
La defensora del público, Miriam Lewin, reflexiona sobre la importancia del acceso a la comunicación como derecho humano junto con el desarrollo de herramientas que permitan al público detectar fake news. La necesidad de lograr una equidad de género en los medios. Primera entrega del ciclo "En el Medio de una disputa digital".
Miriam Lewin es escritora y periodista de larga trayectoria, especializada en investigación. Se desempeñó en el Grupo Clarín, Radio Nacional, El Mundo, entre otros medios. Es coautora de varios libros, uno de ellos titulado Putas y Guerrilleras junto a Olga Wornat, un trabajo necesario para conocer la crueldad y el odio ejercido contra las militantes en los centros clandestinos de detención durante la última dictadura militar, que además cuestiona el pensamiento machista de la época.
Lewin es ex detenida-desaparecida. En mayo de 1977, cuando tenía 19 años, fue secuestrada por el grupo armado de la Fuerza Aérea y permaneció dos años privada de su libertad. Hoy preside la Defensoría del Público de Argentina, una institución cuyo principal objetivo es promover y defender el derecho a la comunicación democrática de las audiencias: es el ente intermediario entre quienes producen y emiten los mensajes y quienes los reciben.
Al frente de la Defensoría, Lewin tiene la compleja tarea de recibir y gestionar los reclamos del público cuando consideren sus derechos vulnerados en un determinado medio de comunicación. La defensoría es una institución que nace luego de la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual –conocida como Ley de Medios–, que durante la gestión de Mauricio Macri fue puesta en suspenso. Durante ese período se anularon las funciones del organismo y quedó completamente acéfala.
Vender pescado podrido
Una de las cuestiones que afloró durante la pandemia fueron las fake news. Aprendimos que la difusión de noticias falsas en el contexto de una crisis sanitaria global genera un combo nocivo que alimentó el pánico social y puso vidas en riesgo. Surgieron preguntas y recetas: ¿qué estrategias pueden ayudar al público a discernir cuando está ante una noticia que carece de rigurosidad periodística o manipula la información de modo tal que estigmatiza y discrimina a determinado grupo social o bien es dañina para la sociedad en su conjunto?
–¿Qué herramientas tiene la Defensoría para combatir las fake news?
–En principio no me gustan los términos bélicos. Yo no diría combatir. Me da la sensación de que hay un debate a nivel mundial sobre esta temática, hay ciertos sectores que fomentan la autorregulación y piensan que las empresas propietarias de las redes sociales se van a autorregular. Esto no sucede porque siguen circulando y además son empresas que no se avienen a la legislación de ningún país. Si vos querés hacer algo contra Twitter, tenés que ir a Irlanda, te sale un poquito caro contratar un abogado ahí. Hay Estados que son más punitivistas como Francia, Inglaterra o España donde crearon un comité integrado por sectores de inteligencia porque consideran que las fake news cuando afectan al sistema político de un país, cuando se promueve que ganen las elecciones un determinado candidato y que las pierda otro, ponen en peligro al sistema democrático. Es una cuestión de seguridad nacional y por eso intervienen estos organismos de inteligencia. Nosotros creemos en la educación, en la alfabetización mediática e informacional, es decir, creemos que desde el sistema educativo formal y a muy temprana edad, todas y todos tenemos que formarnos como audiencias críticas. El ecosistema digital es un canal por el que circulan discursos violentos que pueden terminar en violencia real. Hay cuentas falsas, hay bots, hay cuentas de personas reales, pero son creadas especialmente para seguir los contenidos de un determinado político o política. Las mujeres periodistas, las políticas y las diversidades somos objetos de violencia digital. Hablan de libertad de expresión, pero nos expulsan de la plaza pública. Hay estudios que demuestran que hay periodistas feministas que se abstienen de seguir determinadas temáticas porque tienen miedo de ser agredidas brutalmente, que se exponga su vida íntima, se las acuse de locas, peteras, borrachas, entonces se retiran de los lugares donde se discute, de esta suerte de ágora, de esta ilusión que teníamos sobre las redes sociales. Que en realidad se cumplió porque el Ni Una Menos se convocó desde Twitter, pero si nosotras nos enlodamos y sentimos que el precio que estamos pagando por la participación en una red social es nuestra dignidad, entonces nos silenciamos y si las mujeres nos silenciamos y las periodistas de investigación no investigamos porque tenemos miedo de ser atacadas, entonces la democracia pierde.
–Uno de los grandes desafíos es pensar cómo frenar la violencia cibernética.
–Yo creo que la mejor manera es la implementación de programas de capacitación que nos permitan detectar noticias falsas. Quienes generan desinformación y fake news saben perfectamente a quién le están hablando, por eso los algoritmos. Yo empecé a notar que a medida que transcurría el tiempo a mí no me llegaban contenidos antivacunas, ellos saben cuáles son los contenidos que te tienen que llegar, con los que sintonizas. Se produce una cámara de eco y entonces siempre estás escuchando a personas que piensan como vos y se empobrece el debate público porque si nunca vas a escuchar los argumentos, que a lo mejor son válidos, de quien no piensa como vos, vivís en un frasco de mayonesa. Las plataformas y los algoritmos los registran y solamente te comparten aquello que te resulta simpático o con lo que tenés empatía. También hay que saber que cuando nosotros googleamos los primeros contenidos que aparecen son pagos. No es el contenido más creíble el que vos estás buscando, hay gente que pagó para que su empresa, escuela, universidad, esté ahí arriba, entonces tenemos que bajar, pasar la primera página y cotejar. También chequear las fotos y los vídeos porque a lo mejor son vídeos que no corresponden a esa hora y lugar geográfico, son vídeos truchos que son tomados de eventos que pasaron en otro país y hace cinco años.
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“Las noticias falsas –aclara Lewin– existieron desde el principio de los tiempos. En la época en la que fui secuestrada en la Escuela de Mecánica de la Armada, que fue un centro clandestino de detención de la Fuerza Aérea, los médicos tenían muy en claro la importancia de la comunicación y se concentraban en generar información falsa para provocar desánimo en las y los militantes antidictatoriales. Por ejemplo, una mujer que era un icono de una organización guerrillera como Norma Arrostito, en los medios figuraba como abatida en un enfrentamiento, es decir, muerta, cuando en realidad, se la llevaron a la ex Esma y la tuvieron durante más de un año y medio viva como trofeo de guerra para mostrársela a otras fuerzas y también para intentar quebrar la voluntad de militantes de baja responsabilidad. Porque si vos caías y veías que tenían a una comandante de tu organización viva podías pensar que ella había colaborado –cosa que no fue así– dando información y por eso la mantenían con vida. Y en realidad la conducta de ella siempre fue impecable, le decía a la gente que no colaborara y que se mantuviera firme en los interrogatorios bajo tortura”.
Lewin recupera una vieja escena para contar prácticas actuales: pone un ejemplo que protagonizó la recientemente fallecida Telma Jara de Cabezas, defensora de derechos humanos y madre de un desaparecido a la que secuestraron. “Porque también secuestraban a nuestras madres”, remarca. A Telma la obligaron a vestirse, peinarse y la llevaron a una confitería de Palermo para ser entrevistada por un periodista de la revista Para Ti. “En esa entrevista, ella supuestamente dijo que lamentaba que su hijo se hubiera dedicado a militar, le hicieron decir lo que ellos querían, estaba secuestrada, privada de todos sus derechos. También las monjas francesas fueron fotografiadas delante de una bandera de Montoneros cuando las había secuestrado una patota de la ESMA y querían hacer de cuenta que las había secuestrado la guerrilla. Había una clara conciencia de la importancia de la información, lo que se llamaban operaciones es lo que nosotros, los y las periodistas llamábamos pescado podrido”, cuenta Lewin.
–¿Cómo contrarrestamos o abordamos lo que en estos años conocimos como “infodemia”?
–Ahora la desinformación circula con mucha más velocidad porque las redes sociales y las plataformas digitales hacen que permanentemente estemos recibiendo información. Esto es lo que la Organización Mundial de la Salud califica como infodemia, que no necesariamente es información falsa, sino información tal vez sobre abundante, que confunde y más en una cuestión como la del coronavirus que hace dos años no existía. En marzo del 2020 propagaban información que después fue desmentida no porque fuera mentira sino porque la ciencia avanzó, investigó más y conoció más. Cada vez tenemos más precisión acerca de cómo se transmite la enfermedad, cuáles son las medidas de protección adecuada, y cuáles son inútiles o directamente pueden dañar tu salud y hasta provocarte la muerte. Es importante consultar los saberes a los que se ha arribado, no porque lo dijo una eminencia, sino porque se arrimó por consenso. Como periodistas debemos consultar a la Sociedad Argentina de Infectología, a la Sociedad Argentina de Biología, porque un pediatra o una cardióloga pueden ser una eminencia en su especialidad, pero no saber nada de coronavirus o de vacunación que es un saber muy específico, cambiante y nuevo. No se puede confiar en lo que dice una o dos páginas web, hay que ir a los que realmente saben. Después surge el delirio: yo no recuerdo que mi mamá me haya llevado a vacunarme contra el sarampión y haya preguntado la nacionalidad de la vacuna, todas las vacunas están en una fase experimental y fueron aprobadas con urgencia. Entonces lo que tenemos que concluir es que detrás de esta inquietud acerca de la validez o efectividad de la vacuna lo que hay son intereses comerciales y geopolíticos y la guerra entre laboratorios puede llegar a ser feroz, como el lobby desenfrenado que hicieron ciertos grupos políticos a favor de la Pfizer.
–¿De esto se desprende la importancia de concebir el acceso a la comunicación como un derecho y no como una mercancía?
–Claramente, la comunicación es un derecho humano y es un derecho que tiene un efecto en la vigencia o el acceso a otros derechos, por ejemplo, en la Defensoría estamos haciendo talleres de podcast en las cárceles, en el Servicio Penitenciario Federal y en la cárcel de Dolores del Servicio Penitenciario Bonaerense. Si las paredes de la cárcel fueran transparentes y las internas e internos pudieran ejercer su derecho a la comunicación –que en teoría no les está vedado porque no lo prohíbe ni la Constitución ni ninguna ley– y podrían comunicar efectivamente lo que pasa dentro de la cárcel, no se verían vulnerados de otros derechos como el derecho a la salud, a la educación, al trabajo, al contacto familiar. Lo mismo pasa en la sociedad, si las comunidades mapuches que están siendo estigmatizadas y criminalizadas tuvieran acceso a los medios de comunicación de la misma manera que tienen los y las periodistas que las estigmatizan y las ponen en peligro –porque ya tuvimos un Rafael Nahuel, un Santiago Maldonado y ahora un Elías Garay– su acceso a otros derechos como vivienda, trabajo, educación intercultural, defensa de su lengua, su cultura, y la plena libertad de expresión no se verían vulnerados.
La falacia del enemigo interno
Hoy los medios masivos han lanzado una campaña antimapuche partiendo una vez más de una idea que postula la existencia de un enemigo interno. Construyen un relato ficticio que señala a este pueblo indígena como un grupo terrorista violento. Una vez más vuelve el pensamiento colonial a ocupar las primeras planas de los diarios y los canales de noticias. Criminalizan a las comunidades indígenas con ideas arcaicas que se remontan a la época de la “Conquista del Desierto” y, además, generan miedo en la sociedad como si estuviéramos ante una “invasión”.
Mientras tanto, el genocidio indígena continúa hasta nuestros días cuando se niega la preexistencia de los pueblos originarios, cuando las fuerzas represivas del Estado asesinan a integrantes de la nación mapuche que intentan recuperar territorio ancestral que les fue despojado, cuando son asesinadxs por sicarios de terratenientes que ocupan esas tierras ilegalmente, cuando las comunidades indígenas del norte del país están sumidas en la pobreza absoluta y lxs niñxs mueren por desnutrición o por la contaminación de empresas multinacionales que envenenan el agua sin control del Estado. Por todas estas razones el público necesita herramientas para discernir cuando está frente a noticias que manipulan la información en defensa de los intereses de determinados grupos de poder.
–¿Las empresas de comunicación se excusan en el derecho a la libertad de expresión para estigmatizar a un sector de la población que no tiene lugar en los grandes medios?
–En general se habla de libertad de expresión desde los grandes medios, pero la libertad de expresión no es un derecho absoluto, sino que tiene que ser para todos y todas, para las mayorías fuertes y para las minorías débiles. Cuando nosotros hablamos de libertad de expresión hablamos también de pluralismo y diversidad. El pluralismo y la diversidad involucra a todos y todas, las y los habitantes del suelo argentino como dice la Constitución. No puede ser que estemos hablando de la libertad de expresión de los periodistas que escriben para un determinado medio, pero no tengamos en consideración que, agrediendo, criminalizando, estereotipando y fomentando prejuicios a una minoría vulnerable, estamos avasallando el derecho a la libre expresión de esa minoría.
–¿Cuáles son los canales o cómo se puede realizar una denuncia ante la Defensoría?
–Lo pueden hacer en la página de la Defensoría en el sector de Consultas y Reclamos. Llenan un formulario, lo envían y los equipos de la Defensoría se ponen en comunicación. La persona que reclama no tiene que ser directamente la afectada, cualquier persona puede denunciar algo que le pareció ofensivo con por ejemplo la comunidad china, afro, gitana, se puede denunciar que en una conferencia de prensa no hay lengua de señas y también podés hacer un reclamo por falta de contenidos relevantes para tu comunidad. Por ejemplo, un canal que falta en la grilla del cableoperador al que están abonados. Nosotros también nos ocupamos de la publicidad, de los programas de entretenimiento y de las ficciones, por ejemplo, donde faltan mujeres gordas que sean protagonistas de telenovelas o conductoras de noticiero afro y asiáticas, también faltan personas trans. Ahora se acaba de sancionar la ley de equidad de género y cupo trans en los medios de comunicación y esperamos ver más personas trans y también más mujeres en los noticieros porque aparentemente hay un prejuicio acerca de que, las mujeres no somos buenas conduciendo y siempre estamos para cumplir el rol de acompañante, asintiendo, nunca discutiendo. El que habla de política y economía es predominantemente el varón, los que conducen la primera y segunda mañana de las radios AM son varones y las mujeres dan la temperatura o hablan de espectáculos y temas blandos. Nosotras queremos equidad simbólica y no solamente una paridad numérica, lo qué significa no solo que seamos más, sino que tengamos poder de decisión, que seamos gerentas de contenido, editoras generales y que estemos frente a los micrófonos sin importar qué edad tengamos o nuestro aspecto físico.
Esta entrevista forma parte del ciclo "En el Medio de una disputa digital", realizado con el apoyo de la Fundación Friedrich Ebert.
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