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Manteros: la política estética de Jorge Macri

por Nelson Santacruz
Fotos: La Garganta Poderosa
24 de julio de 2024

Cientos de familias de Parque Patricios fueron desalojadas por vender productos usados como complemento a una economía cada vez más diezmada en el distrito más rico de Argentina. No hay ninguna solución en la gestión de Jorge Macri, solo una política de cotillón que busca “emblanquecer” los espacios públicos de la Ciudad en nombre del “orden y la seguridad”.

En Uspallata al 3150, la “Casa de la Ciudad”, la Jefatura de CABA, administra los casi 5,8 billones de pesos del presupuesto de este año, siendo el distrito más rico de Argentina. A unos metros, enfrente, Ana cobra poco más de 200 mil pesos, la mínima como jubilada. Ella es mantera y hasta hace pocas semanas atrás vendía productos usados porque a su edad no es para nada fácil conseguir empleo formal. La echaron de ese lugar, con cientos de policías, como si fuera una delincuente. Ana notó cómo decomisaron su mercadería, el llanto de sus compañeros y la hipocresía de esos 24 metros de edificio con hormigón, vidrio, aluminio, maderas y piedras relucientes; la Casa de Gobierno. 

“Hoy en Parque Patricios impedimos la instalación de los manteros para que los vecinos del barrio puedan disfrutar libremente del parque”,

El gobernador Jorge Macri ese mismo día, a fines de junio, y cerró su orgasmo clasista: “Vamos a seguir trabajando en todos los barrios para garantizar una Ciudad más segura y ordenada”. No es el primer desalojo, Constitución, la Villa 31 y Once ya son víctimas de esa perspectiva de gobierno. Quitarles sus productos y dejarlos sin un puesto de venta es por “seguridad” y por “orden”. Tener casi 8% de desocupación, que el nivel general del índice de precios al consumidor tuvo un alza mensual de casi 5% el mes pasado, acumulando una variación de casi 80% en el primer semestre del año, eso no es peligroso ni desordenado. Los manteros si.

“Soy artesana. Muchos amanecemos en el parque para ocupar un lugar y vender al día siguiente, todo eso es muy sacrificado. Yo pago alquiler, no tengo casa, tengo dos hijos que estudian. Subsisto de mis ferias. Si sigo así voy a terminar en la calle. Me siento impotente por cómo nos trató la Policía, no soy una delincuente. Yo elaboro con mis manos mi trabajo: corto, costuro y diseño mis artesanías”, dice Gladys.

La intención del nuevo Macri en CABA no sorprende tras requisar al poco tiempo los cartones y el carro de un trabajador en la Villa 31 o tras conocer su obsesión con quitarle lo poco que tiene a la gente en calle (asegurando que en los paradores hay lugar para todos y la comodidad suficiente para no elegir un cajero automático para dormir). El mayor problema es que -con todas estas medidas- no ofrece soluciones. Ni gazebos, ni un galpón por la zona, ni reuniones, ni alquiler de espacios a precio popular acorde a la economía de los vendedores: nada. 

Ana nos cuenta cómo vive con el ingreso por su jubilación: “Mi sustento era vender en el parque. Nos sacaron por la fuerza como si fuéramos gente peligrosa. El Café Martínez de acá nos cobraba 600 pesos para usar el baño, y la heladería, la pizzería, la farmacia se llenaban siempre gracias a nosotros los manteros. No perjudicamos al barrio. Yo pago 20 mil pesos de luz y 40 mil pesos de gas, ¿cómo hago para seguir?”.

Los semaforazos, carteles, ollas populares entre Monteagudo y Avenida Caseros son una imagen que se repite en diferentes puntos de la Ciudad. El fenómeno feriante no solo es de la economía popular: cada vez más personas de clase media sacan sus cosas usadas para tener un complemento a fin de mes. Es decir, la lucha mantera de Parque Patricios no es una lucha aislada.

De hecho, para Pablo Sánchez, miembro de la Asamblea de Parque Patricios, Macri “quiere esconder la necesidad latente pero la gente termina yendo a hacer lo mismo en otro lado”. Sánchez asegura que “no es fácil ver cómo se rebuscan, viniendo la noche anterior a bajar sus mantas en un pedazo de la vereda cada fin de semana”. Porque hay que aclarar una cosa, mientras los manteros ocupaban un espacio para vender, el parque está accesible, se puede ingresar y disfrutar de su espacio, juegos y verde.

A más de un mes, varias manteras siguen haciendo acciones para recuperar un espacio de laburo. Ollas, charlas con vecinos de Parque Patricios, volanteadas, recolección de firmas, gacetillas para los medios. Muchas personas son grandes, jubiladas, migrantes, de los barrios periféricos. Quizá eso mismo es lo que, en realidad, molesta.

La política estética de Jorge Macri se resume muy bien con lo que nos dijo Liliana Carci, también integrante de la Asamblea de Parque Patricios: “A mi como vecina no me molesta que los manteros vendan porque entendemos que hay una gran desocupación. Yo no quiero que la gente se muera de hambre. Hoy a la tarde sacaron hasta la pochoclera y la panchera que llevan años y años en el barrio y tienen medidores: pagan impuestos. Lo que les importa es el supuesto embellecimiento del lugar”.

Ariana, otra mantera perjudicada,  me contó que allí vendió la ropa que era de sus hijos y con ello compró baratijas para seguir generando ingresos extra: “Acá vienen de varios lugares: Barracas, Pompeya, Parque Patricios y diferentes villas de la zona. Lo que pedimos es un poco de empatía. Estamos juntando firmas para presentarlo al Gobierno, que nos reubique para tener el pan. Lo único que pedimos es trabajar”.

No hace tanto logré comprar una campera y un par de zapatillas de esa feria, por 60 mil pesos: ¡nada! No creo que lo pueda hacer en un local de los mismos productos en la zona. Los negocios de los alrededores se pierden mucha clientela por este desalojo pero lo que importa, y todos los que frecuentamos las ferias lo sabemos, es que “los ciudadanos de bien” puedan sacar a sus golden retriever a pasear sin ver manteros con ropa usada cerca o para que puedan trotar sin interrupciones, aquellos que nunca sintieron el rugido de sus panzas.