“Cuando se respetó mi identidad de género me animé a estudiar”

por Estefanía Santoro
Fotos: Rodrigo Ruiz
15 de julio de 2021

Celina Esteban es la primera mujer trans que asume como jefa de Residentes de Enfermería en el Hospital Santojanni del barrio de Linieres, y aún en ese cargo sufre el hostigamiento de sus superiores. Celebra el cupo laboral travesti trans como garantía para que el colectivo pueda acceder a más derechos.

A diferencia de muchas travestis y trans, Celina Esteban siempre tuvo la aceptación de su familia: “Nunca tuve que decir mamá, papá, soy esto, o me siento de esta manera, fue algo muy natural que se dio”, cuenta. Sin embargo, el hostigamiento lo encontró afuera de su casa, en las instituciones y la sociedad, algo que también atravesaba a sus hermanxs: “De chicos, cuando mi hermano jugaba a la pelota en una esquina con sus compañeros de colegio y yo pasaba, me decían de todo y él se sentía muy mal. Lo señalaban por ser mi hermano”. Celina nunca ocultó su identidad, su expresión de género femenina la manifestaba incluso antes de tener el cambio registral en su DNI.

Los primeros episodios de discriminación y exclusión comenzaron en la escuela, de parte de sus compañerxs y docentes. Durante sus años en la escuela secundaria, las burlas y los maltratos que sufría eran tan constantes e hirientes que no pudo soportarlo y abandonó el colegio. Por eso insiste en la necesidad de implementar una capacitación docente por el respeto de todas las identidades no heteronormadas dentro de las aulas, porque sabe que aquella violencia que vivió en carne propia aún hoy persiste. 

En 2012, después de la sanción de la Ley de Identidad de Género, su vida cambió por completo, consiguió lo que tanto había deseado: portar en su DNI el nombre que había elegido cuando tenía 11 años. Fue la primera mujer trans en Ituzaingó (zona oeste del conurbano bonaerense) en acceder al derecho del cambio registral. Y llevar su identidad la animó a terminar los estudios secundarios en una escuela de adultos del turno noche. “Teníamos una ley, una herramienta que nos defendía, algo a lo que podíamos acudir frente a cualquier tipo de discriminación”. Recuerda esos años como una linda etapa, alejada de la tristeza que le causó el paso por la escuela durante su adolescencia.

Los primeros trabajos de Celina fueron en geriátricos. Su hermana mayor fue siempre un ejemplo para ella, era enfermera, y Celina decidió seguir sus pasos. En 2014 ingresó a la Escuela de Enfermería Cecilia Grierson, espacio donde volvió a sufrir discriminación, esta vez de parte de les profesores: “No solo conmigo, sino también hacia las personas de otras nacionalidades, y aun así siguen en sus cargos. La más discriminadora de todas en ese momento era profesora y hoy tiene un cargo de directiva en la escuela, pero más allá de todo lo malo, lo bueno es que aprendí muchísimo y mientras hacía las prácticas me di cuenta de que Enfermería era mi vocación”.

En 2017 se graduó y sin perder tiempo se registró para dar examen y concursar en la residencia de Enfermería de Capital Federal. Fue una de lxs 40 seleccionadxs de lxs más de 200 inscriptxs, quedó entre los primeros diez puestos, situación que la habilitaba el beneficio de elegir la especialidad en la que quisiera desempeñarse. “A mí siempre me gustó la enfermería comunitaria, trabajar con la comunidad en los centros de salud, en la promoción y prevención, no tanto centrada en la enfermedad, sino más en la prevención para que las personas no lleguen al punto de enfermarse. De todas formas en el centro de salud hacemos de todo”, cuenta.
          

EL TRANS ODIO EN LAS INSTITUCIONES

Celina pasó sus tres años de residencia en el Centro de Salud N°7, que pertenece al Hospital Santojanni. “Tenía miedo por el trato de los profesionales pero, al contrario de lo que pensé, me tratan mejor que nadie”. En el tercer año de residencia quienes tengan un promedio mayor a ocho -entre otros requisitos- tienen la posibilidad de postularse para el cargo de jefe de residentes. Celina lo hizo y el 23 de mayo de este año fue elegida con la totalidad de los votos de sus compañerxs, y es la primera mujer trans que accede a un puesto como este. Pero no todo es alegría, volvió a vivir en el trans odio.

Estoy muy angustiada porque todos los días tengo que trabajar con una persona que me discrimina constantemente.

“La coordinación actual intentó bajarme del cargo en varias oportunidades, si no hubiera sido por la intervención del director del Centro de Salud y de los colegas enfermeros y médicos ya no estaría ahí. Un superior me dijo ‘un travesti baja el estatus de la residencia’, tengo testigos que escucharon y tengo denuncias hechas en el INADI y en la Defensoría del Pueblo. Cuando empecé a contar esto en los medios de comunicación mi postulación se mantuvo en pie y no pudieron bajarme porque iba a ser un escándalo. Mis superiores locales llegaron a levantarle la calificación a un compañero para que se pueda postular y competir conmigo pero no funcionó, me votaron a mí porque saben el compromiso que tengo con mi trabajo”, reveló Celina.

Después comenzaron los aprietes de parte de sus superiores. A Celina llegaron a ofrecerle un trabajo en planta permanente para que abandone la residencia, ella siguió firme en sus convicciones. El primero de octubre asumirá como jefa de residentes, mientras tanto su superior, a quien ya denunció en varias oportunidades, continúa hostigándola. “Estoy muy angustiada porque todos los días tengo que trabajar con una persona que me discrimina constantemente. De repente nos cruzamos en el baño y por lo bajo me dice ‘puto’. Es muy fuerte que nadie se haga cargo de esto, ni tomen cartas en el asunto. Siempre pienso, si esta persona trata así a una colega, no me quiero imaginar cómo trataría a un o una paciente trans. Esta situación también la denuncié en el canal Buenos Aires Desde Adentro, destinado a los trabajadores municipales de Capital Federal. A raíz de esa denuncia, el Ministerio de Salud resolvió que este superior debía ser apartado del centro de salud y quede a disposición del hospital, lejos de mi espacio de trabajo, para que yo pueda seguir cumpliendo funciones en lugar de licenciarme a mí, pero el hospital no está cumpliendo con lo que dispuso el ministerio. Ya hice las denuncias correspondientes y están ahí varadas, no tengo ninguna novedad”.

Hace dos meses Celina tuvo un ataque de pánico, algo que nunca antes le había sucedido. Le diagnosticaron un pico de estrés. Así repercute en su cuerpo y en su salud mental la persecución que vive a diario, la discriminación y el trans odio que sufre en su espacio de trabajo. Parece ser que algunas personas aún hoy consideran que una mujer trans no puede ni debe transitar ciertos ámbitos laborales y espacios de visibilidad. ¿Qué es lo que les molesta tanto? ¿Qué esperan del colectivo travesti, trans? ¿Que su esperanza de vida siga sin superar los 40 años? ¿Que continúen relegadas a la pobreza y la exclusión, expuestas a múltiples formas de violencias que las llevan a la muerte? ¿O acaso quieren seguir contando travesticidios?

CON LA LEY A FAVOR
Hoy Celina vive detrás de la casa de su mamá y papá, donde pudo construir un hogar junto a su pareja, fue la primera mujer trans en contraer matrimonio en Ituzaingó, en 2014, dos años después de la sanción de la Ley de Identidad de Género, a partir de la cual no es necesario un diagnóstico psicológico o psiquiátrico, ni contar con una edad determinada para solicitar un cambio de nombre y género; es la primera ley de identidad de género del mundo que no patologiza a travestis y trans. Sin embargo, a nueve años de su aprobación, la comunidad travesti trans continúa exigiendo su pleno ejercicio y respeto y que sea acompañada de políticas públicas que ayuden a resolver los problemas estructurales de estigmatización y violencia que padecen.

La gran deuda del Estado continúa siendo el acceso al trabajo. El 24 de junio, con 55 votos afirmativos, seis abstenciones y un voto negativo en el Senado de la Nación, el proyecto de ley de cupo laboral travesti trans no binario “Diana Sacayán–Lohana Berkins” se convirtió en ley. Este avance posibilita nuevos horizontes para que travestis y trans puedan acceder a derechos básicos que les han sido negados sistemáticamente. “La ley nos ampara ante la discriminación de las instituciones”, se entusiasma Celina.

LOS PROYECTOS DE CELINA

A sus 34 años, Celina tiene varios proyectos en mente, que llevan como premisa el acceso a la salud y a la educación para sus compañeras travestis y trans: “Durante muchos años fui paciente y sé lo que se siente ser maltratada, sé que ellas no se acercan por las malas experiencias que han tenido, pero el centro donde trabajo es muy inclusivo. Mi propuesta es que puedan acceder a la hormonización -que es algo que necesitan- y a su vez que puedan realizarse otro tipo de controles, voy a difundir esto para que se acerquen y sepan que van a recibir un buen trato. Nuestra actividad, que era acercar la salita al barrio se vio afectada por la pandemia, hacíamos controles de salud en los comedores comunitarios de barrios vulnerables. Cuando las restricciones pasen volveremos a esa actividad y mi idea también es llevar el centro de salud a donde están mis compañeras trans. Además, con el Municipio de Ituzaingó estamos trabajando en una propuesta para que las chicas trans puedan terminar los estudios y por otra parte generar un espacio de acceso a la hormonización, estos son trabajos comunitarios por lo que no recibo un salario. Ellas lo necesitan y estoy contenta de poder implementarlo”.

 

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