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La buena energía cooperativa

por Lautaro Romero
Fotos: CELAR
03 de febrero de 2022

En Armstrong, Santa Fe, distribuyen energía eléctrica con paneles fotovoltaicos y promueven la participación de los usuarios mediante redes inteligentes y generación distribuida. Las fuentes renovables como herramientas de desarrollo e inclusión, y el rol social del cooperativismo. 

Pocas veces nos preguntamos de dónde viene la energía que consumimos. Quién la genera, con qué fin, quién la transporta, cuál es su costo, cuáles son las pérdidas, quién la distribuye, quién accede a esa energía. Tampoco nos preguntamos si el mundo sería mucho más justo si fuesen los mismos usuarios y gente de a pie quienes, con integración del medio productivo local, participaran de la aplicación de redes inteligentes con energías renovables para generación distribuida, es decir: el uso de fuentes sustentables para generar electricidad que será consumida en el mismo lugar donde se produjo.

Hay una experiencia que viene de no muy lejos, gestada en Armstrong –un pueblo ubicado a poco más de 200 kilómetros de Santa Fe capital–, que deja en evidencia cuáles son los beneficios de generar recursos locales para el desarrollo y la autonomía. La Cooperativa de Provisión de Obras y Servicios Públicos Limitada y Crédito de Armstrong (CELAR), fundada en 1958, es una de las experiencias autogestivas y comunitarias pioneras en impulsar este cambio de paradigma.

Entre los aportes de esta cooperativa a la comunidad se destaca la creación de una planta fotovoltaica de 200 kilovatios de potencia. Al mismo tiempo se apostó a la generación domiciliaria de energía solar, mediante la instalación de 50 paneles solares en techos de viviendas. Los usuarios donaron sus techos –cada uno genera alrededor del 60% del consumo de una familia tipo– y pasaron a ser considerados “pioneros” del Proyecto de Redes Inteligentes con Energías Renovables (PRIER). La totalidad de la energía producida se vuelca a la red eléctrica convencional y se distribuye solidariamente.

Hace más de medio siglo nació el fenómeno de las cooperativas eléctricas en Argentina, con la creación de comunidades energéticas alternativas al oligopolio de las grandes empresas.

Pablo Bertinat, quien fue director del proyecto, recuerda: “Era un lugar donde había poca información sobre renovables, hoy en día es una sociedad que conoce y sabe del tema. Están comprometidos con la posibilidad de hacer cosas de manera propia. La gente asumió que podía hacerlo. No contratamos a nadie de afuera, trabajamos con la comunidad local y tomamos decisiones. La experiencia nos demostró que con información y discusión la respuesta de la gente fue sumamente satisfactoria. Generó fortalezas a futuro”.

Gustavo Ariasca, responsable técnico: “Todo usuario que tenga un medidor inteligente –de tipo electrónico– es socio de la cooperativa. Los usuarios no nos cobraron alquiler por el techo. Plantearon que todo ese dinero se reinvierta en más energía renovable. De hecho, con ese formato ya ampliamos la planta de piso a 275 kW. Una de las premisas que tuvo este proyecto fue la replicabilidad y la difusión, la capacitación interna para realizar este proyecto y la externa, para la gente que viene a visitar la planta fotovoltaica. Desde que se inauguró no paramos de recibir visitas. Fue muy lindo lo que se generó”.

Gustavo habla de pros y contras: “Sería muy complicado estar todo el tiempo generando energía con fuentes renovables porque todo lo que se consume se genera en ese mismo momento, ese equilibrio entre generación y consumo se da todo el tiempo. Lo bueno es tener una buena cantidad de energía y potencia en renovable. Sin embargo, tenemos muy poca incidencia. Agregar energías renovables sólo tiene aspectos positivos”.

Cabe destacar que para darle vida al proyecto PRIER fue necesario armar un consorcio de tipo público-privado del cual formaron parte el INTI, la UTN Regional Rosario y la Cooperativa de Provisión de Obras y Servicios Públicos Limitada de Armstrong, entre otros.

Si bien la actividad principal de la cooperativa de Armstrong es la distribución eléctrica, también distribuyen agua potable, realizan obras de gas y brindan servicio de sepelio, ambulancia, telefonía e internet.

 
Cooperativas eléctricas

Hace más de medio siglo, en un contexto mundial de posguerra e instabilidad económica, muchas localidades –en especial del interior del país– sufrieron un déficit energético que repercutió en la falta de electricidad en industrias, comercios y hogares. Para hacerle frente al abandono, vecinos y vecinas llevaron adelante asambleas populares, juntaron recursos, compraron maquinarias, tendieron cables y generaron su propia energía. En simples palabras, con ese espíritu nació el fenómeno de las cooperativas eléctricas en Argentina, comunidades energéticas alternativas al oligopolio de las grandes empresas.

“Así funcionaron 20 o 30 años con máquinas diésel, hasta que llegaron las redes eléctricas a esas cooperativas y se convirtieron en distribuidoras”, cuenta Pablo Bertinat. Y agrega: “Las cooperativas surgieron para resolver un problema: la falta de energía en sus pueblos. Se necesita mucho más apoyo para fortalecerlas. Hay muchas experiencias y esfuerzos que están ocultos, desvalorizados, porque en el mercado de la energía se valora a las grandes empresas".

Actualmente, si bien la actividad principal de la cooperativa de Armstrong es la distribución eléctrica, también distribuyen agua potable, realizan obras de gas y brindan servicio de sepelio, ambulancia, telefonía e internet. Como muchas otras cooperativas, ofrecen prestaciones adicionales ante el crecimiento de necesidades y la creciente desigualdad que padecen los usuarios.