Antonella Casanova, brigadista autoconvocada, relata la experiencia colectiva de trabajar para apagar los incendios en la Comarca Andina. Los aviones de Bullrich que pasan para los reel de Instagram y el contraste con la ayuda que llega de abajo y de todos lados.
Por Antonella Casanova
Tengo conmigo una planilla con nombres, DNI y destinos. La sostengo con una mano mientras ajusto el handy con la otra, triangulando información con las brigadas. La gente llega al centro comunitario, se anota y sube al fuego o a hacer guardia de cenizas. No podemos darnos el lujo de perder a nadie. Ya metieron a varios en la comisaría por estar donde "no debían", o mejor dicho, donde sí debían, pero sin la credencial correcta. Ahora registramos todo.
El fuego sigue en la montaña, aunque los focos grandes se alejaron de nuestras casas. Brigadistas autoconvocados suben con el conocimiento de la tierra y la voluntad encendida. Fue un verano de llamas y cenizas. El peor. Solo entre Mallín y Epuyen, se perdieron alrededor de 500 hogares y un pedazo de bosque milenario. Pero también aprendimos. Ahora todas sabemos usar una motobomba. Mantener el pasto verde y cortito alrededor de la casa ya no es un gesto estético, sino una estrategia de supervivencia.
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Mientras tanto, abajo, la organización es clave. Todo se convierte en base de operaciones: una escuela agropecuaria, un centro comunitario, un galpón con espacio suficiente para almacenar donaciones. Los grupos de WhatsApp no paran, pero lo más confiable sigue pasando en persona, en el encuentro con el que estuvo en el fuego, en el que viene a buscar botas o guantes, en el vecino que cruza información. La red es hermosa, es de una solidaridad que emociona, pero también es táctica. Hay que ser rápidos, hay que ser precisos.
Mientras este modelo de "desarrollo" se sostenga, los incendios van a seguir. Dicen que cada vez más. Por eso nos organizamos. Ya no esperamos a quienes deberían cuidarnos. El avión de Patricia Bullrich pasó para la foto. Ayer gendarmería trajo insumos al centro comunitario, entraron, revolearon unos bidones de agua mineral que se explotaron contra el suelo, grabaron un reel y se fueron.
Ayer lloré. No solo de bronca, sino por la gente. Por la forma en que nos cuidamos. A pesar del cansancio, del miedo, del humo, seguimos. Todos los días llegan cremas artesanales para las quemaduras, goteros de flores de bach para la ansiedad, masajistas para atender brigadistas. Un plato caliente para quien lo necesite, viandas con un poema escrito a mano sobre el papel madera.
Las autoridades culparon a los pueblos originarios, otra vez. Como eso no alcanzó, salieron a cazar brigadistas. "Vecinos ilegales" nos llamaron en los medios. Algunos pobladores de las zonas del incendio fueron cómplices. El poder no se esconde.
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Los barrios que arden no son cualquier barrio. Hay casas que ardieron desde adentro, dicen en los barrios. Hay territorios que ya fueron cenizas antes. Mallín Ahogado fue la zona más golpeada, un paraje donde la vida comunitaria resiste. Las que terminaron presas sin motivo son compañeras, bioconstructoras, vecinas que dejaron todo para ayudar.
El intendente de El Bolsón, Bruno Pogliano, habló en estos días de los "nostálgicos que quieren que sigamos siendo un pueblo bucólico". Está claro el enemigo. Mallín Ahogado es un botín en disputa para emprendimientos turísticos e inmobiliarios. En el Cerro Perito Moreno sigue creciendo el centro de esquí de Laderas del Paralelo 42 S.A. Hace años se viene loteando la zona. En 2023, la Justicia falló a favor de Perito Moreno S.A., vinculada al magnate británico Joe Lewis. Planean un barrio privado con golf, rugby y pesca con mosca.
El fuego también amenazó La Loma, zona de tierras tomadas o copes, como decimos por acá. Uno de los barrios populares más grandes de la comarca, ya golpeado por incendios antes.
Después de un mes respirando humo y en estado de alerta, toca reconstruir. "Hay gente que no solo perdió sus casas, sino sus animales, su tierra, su estilo de vida. Es reconstruir una vida", me dice una vecina.
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Pero antes de esa reconstrucción, toca abrazarnos y descansar, aunque sea un rato. Dormimos con un ojo abierto. Si el viento cambia, un punto de ceniza se convierte en una pared de fuego en segundos. Lo vi en Pedregoso. Estuve en la cabeza del incendio, un foco que duró un día y medio. Hablé con los pilotos de los helicópteros. Son privados, contratados. Parece que el Estado nunca tuvo aviones hidrantes. Son carísimos.
Hoy vi que entre nosotros nos tenemos. Y con eso, aunque duela, alcanza para seguir.
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La reconstrucción de la Comarca Andina
Después de los incendios que arrasaron en marzo con unas 500 viviendas, tres vidas humanas y miles de hectáreas de bosques, en la nueva etapa hay trabajo comunitario y solidaridad popular para llenar los vacíos del Estado. Historias, miradas y esperanzas que nacen entre las cenizas.
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¿Por qué está en llamas otra vez la Patagonia?
Hace dos semanas comenzó a arder la zona del lago Steffen y El Manso en la comarca andina y el fuego sigue siendo una amenaza. Quienes resisten en el territorio reclaman falta de recursos, prevención y abandono del Estado. ¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Cómo se prende fuego otra vez el Sur?
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“Estábamos rodeados de fuego, era morir calcinados o tratar de sobrevivir”
El relato de Nadia, una vecina de la Comarca Andina cuenta el infierno que vivió con sus hijos y un vecino, perdieron todo y se salvaron de milagro.