“¿Por qué tengo que tener la vagina como la de una vaca?”
por Maxi GoldschmidtFotos: Juan Pablo Barrientos
17 de mayo de 2020
A Norma Cabrera la fumigan desde 2015, en Cañada de Gómez. Lo hacen al lado de su casa, pero los agrotóxicos se le meten en el cuerpo, en su familia, en sus animales y plantas que mueren inmediatamente. Hizo 8 denuncias. La respuesta: silencio oficial y amenazas de muerte.
“Estábamos durmiendo y sentimos un ruido y un olor muy extraño. La ventana de nuestra pieza da al campo. Subimos la persiana y vimos que estaban fumigando. El olor no se aguantaba. Cuando me levanté estaba desfigurada. Toda hinchada: la cabeza, los ojos, los labios, la piel”.
Avenida La Plata al 1700, zona urbana de Cañada de Gómez, ciudad santafesina con más de 40.000 habitantes. Apenas 20 metros de una calle de tierra separan la casa en la que vive Norma Cabrera con su familia hace más de 30 años y un extenso campo sembrado de soja, donde las fumigaciones con agrotóxicos comenzaron una madrugada de noviembre de 2015, continuaron al día siguiente y fueron denunciadas por Norma cada vez que se repitieron. Norma corre la pava y pone sobre la mesa las fotocopias de sus denuncias: 16 de julio de 2016, 26 de octubre de 2017, 1 de febrero, 30 de julio y 27 de septiembre de 2018...
"Mi suegra murió con los pechos hinchados. Mi mamá no llegó a los 60 y mi papá murió a los 55. Ahora pienso si no fue por estos venenos".
“Una de las primeras veces que fumigaron, a la media hora tenía la cola inflamada y la vagina me empezó a sangrar. Se hicieron granos de pus después. No puedo tener relaciones sexuales. Tengo durezas en los pechos, alergia, artrosis en la rodilla derecha. Cuando como algo la panza se me hincha. Y se me están cayendo los dientes. Pero siguen fumigando. Hice 8 denuncias, y recién hace poco están avanzando”, dice Norma, que no para de rascarse mientras ceba mates y muestra fotos de su cuerpo inflamado y de sus animales muertos.
Mientras las fumigaciones continúan, la Justicia recién a fines de 2018 sacó, literalmente de un cajón, las denuncias que venía realizando Norma sin que nadie le diera respuesta. Todo cambió a partir de que se contactó con la multisectorial Paren de Fumigar, que la apoyó y le dio visibilidad a sus reclamos.
Un cartel y muchas reacciones
Seis o siete gallinas picotean el piso, dos gatitos negros y blancos se revuelcan delante de una tortuga de telgopor, pintada a mano por Norma. En el frente de su casa de material un pequeño jardín con hongos, gusanos y otras figuras de colores que ella fabrica, al igual que las decenas de macetitas con cactus que se ven a un lado y otro de una ligustrina que asoma detrás de un pasacalles blanco. Tiene una calavera dibujada y dice “Fuera Monsanto Bayer y Nova”. Junto a la puerta alambrada de entrada al terreno otro pasacalles dice “Paren de fumigarnos”.
Norma lo puso el 16 de agosto de 2018. Y después de tocar puertas y hacer denuncias, fue la primera vez en casi tres años que alguien reaccionó en Cañada de Gómez.
--Si no sacás esa bandera te vamos a cagar a tiros.
Le dijo al otro día Miguel Aranda, el aplicador de agrotóxicos que maneja el mosquito fumigador y que es empleado de Jesús Mosca. Mosca es el empresario que arrienda el campo vecino a la casa de Norma y que también pasó a los pocos días a repetir la amenaza. Estefano Mosca, hijo de Jesús, también la amenazó cuando Norma empezó a publicar en Facebook videos en los que se veían las fumigaciones. “‘¿Cuánto querés? ¿Querés un pedazo de campo, una chata 4 x 4 nueva? Yo manejo millones y vos no tenés ni cien pesos’, me decía, mientras gritaba que tenía limpiar el nombre de su padre”.
"Murieron como 40 gallinas, 10 ovejas y 6 chanchas preñadas. Largaban los corderitos con bolsa y todo. Y se morían, se secaban, quedaban hueso pegado a la piel".
En el medio, también se acercaron varios concejales de Cañada de Gómez. “Me decían ‘¿Qué buscás, Norma? ¿Mirá el daño que estás haciendo? Vos sos consciente de lo que hacés?’ Y yo le preguntaba a ellos si eran conscientes de lo que yo estaba viviendo. Gente de la municipalidad hasta me ofreció un tractor para que sacara el cartel. Yo les repetía que lo único que quería era que dejen de fumigar”.
Familia envenenada
“Daniel se brota todo. Siempre tiene alergia en el cuello y la espalda. A la noche no para de rascarse. Y se le caen los dientes, se saca las muelas completas, con raíz”, dice Norma mientras ceba unos mates. Su marido, Daniel, es ayudante en un taller mecánico. La escucha pero prefiere no decir nada. Teme por su trabajo. El matrimonio tiene seis hijos. El más grande vive en Rosario. Lo despidieron de una estancia cuando las denuncias comenzaron a tener repercusión. Ahora trabaja en una carnicería. Otros tres hijos, de 24, 21 y 17, tampoco consiguen trabajo estable: hacen changas porque en Cañada todos saben que son hijos de Norma, la mujer que denunció a la intendenta y la única que se animó a enfrentarse a Mosca.
“Mi hija de 29 tiene problemas en la piel, tiroides y diabetes. Y el más chiquito problemas de hígado. Mi suegra murió de cirrosis y nunca tomó alcohol, murió con los pechos hinchados, toda inflamada. Mi mamá no llegó a los 60 y mi papá murió a los 55. Ahora pienso si no tuvo que ver esta soja transgénica y los venenos que le echan en sus muertes”.
Amenazas a la prensa
Emanuel Soverchia es periodista y editor de La Imprenta, uno de los pocos medios de Cañada de Gómez que dio visibilidad a las denuncias de Norma cuando otros “no se animaban, muchos por intereses económicos, por miedo y porque responden a la pauta oficial y la intendenta apoya a los productores agropecuarios que fumigan sin ningún tipo de restricciones”. A poco de salir la nota, a la casa del periodista llegó Estefano Mosca, el mismo que había amenazado a Norma.
Además de las amenazas a Norma, por parte del aplicador del veneno y del arrendatario del campo, también amenazaron al director de un periódico de Cañada: "Te voy a pasar por arriba a vos y a los chicos".
“Me dijo que teníamos que bajar la nota de internet. Le dije que no, que en todo caso le podíamos dar el derecho a réplica. Y cuando me estoy yendo en mi moto a buscar a mis hijos al colegio, me tiró el auto encima y me gritó: ‘Te voy a pasar por arriba a vos y a los chicos’. Hice la denuncia, pero también quedó cajoneada”.
Justicia envenenada
Ese martes de octubre de 2018 Norma se presentó en la Unidad Fiscal de Cañada de Gómez junto a integrantes de la multisectorial Paren de Fumigar y de la Asociación Civil Capibara. Presentaron una denuncia penal contra la intendenta Stella Maris Clerici por incumplimiento de los deberes de funcionario público y contra Jesús Gilberto Mosca y Miguel Aranda, “por delito de lesiones, daño agravado por la utilización de sustancias venenosas, contaminación del medio ambiente de un modo peligroso para la salud”. Y en el caso de Aranda, además, una denuncia por delito de amenazas.
“En la fiscalía ya ni me querían tomar las denuncias. Esa vez, como llegué con Rafael Colombo, que es un abogado de Santa Fe, y con el Paren (de Fumigar), parecía un hormiguero que recién lo habían pateado. Se movían para todos. Y de un cajoncito sacaron todas las denuncias que yo había presentado. Recién ahí apareció la fiscal Ana Graciela Tulián, que antes no me quería recibir. Dijo que no estaba al tanto y que no se podía hacer responsable, que ella nunca había firmado nada. Saqué el papel de mi denuncia y le mostré que tenía su firma. Se quedó muda. Le dije ‘mire cómo estoy, tengo que caminar con las piernas abiertas. Yo no le deseo a nadie esto. ¿Por qué tengo que tener la vagina como la de una vaca?’”
Ese día, casi tres años después de que Norma empezara con sus denuncias, en el escrito presentado también se pidió investigar al ingeniero agrónomo Horacio Penino, Inspector de la Subdirección General de Agricultura y Sanidad Vegetal del Ministerio de la Producción de la Provincia de Santa Fe, quien pese a recibir denuncias ante su dependencia, no tomó ninguna medida para resguardar la salud de Norma y su familia; a Carlos Pellegage, dueño del campo arrendado por Mosca; y a las firmas LAND AGRO y NOVA S.A., con el fin de constatar posibles infracciones a la normativa local, provincial y federal en materia de productos tóxicos o residuos peligrosos.
El abogado Rafael Colombo dijo que "a partir de las denuncias, en Cañada se modificó de manera regresiva e ilegal la normativa que impedía fumigar a menos de 3000 metros. Ahora pasó a 150 metros".
“La Municipalidad, como autoridad local, no hizo absolutamente nada para evitar que fumiguen de manera ilegal a Norma y su familia. Y el Ministerio de Producción de Santa Fe también se quedó de manos cruzadas. Cañada de Gómez tenía una ordenanza vigente que dictaba que no se podía fumigar a menos de 3000 metros dentro de la zona urbana y luego de nuestra denuncia sacaron otra ordenanza reduciendo la distancia a 150 metros. Eso es inconstitucional por violar el principio de progresividad y no regresión en materia ambiental”, explica Rafael Colombo, abogado de Norma y presidente de la Asociación Civil Capibara, Naturaleza, Derecho y Sociedad.
Silencio oficial
Cítrica se comunicó con Stella Clérici, intendenta de Cañada de Gómez. A la solicitud de cinco minutos para hacer preguntas ella quiso saber por qué tema era y para qué medio. Tras explicarle, la llamada se cortó.
Minutos después, un mensaje por WhatsApp del equipo de Comunicación del municipio preguntaba quién había llamado y por qué motivo. Ante este nuevo pedido de entrevista para hablar acerca de “las fumigaciones en Cañada de Gómez”, la respuesta llegó rápidamente:
--Estimado, la intendenta no va a realizar declaraciones al respecto. Saludos cordiales.
Animales envenenados
“Cuando fumigan en el campo, las orugas y los gusanos envenenados cruzan la calle. Las gallinas comían y caían muertas. Murieron como 40 gallinas, 10 ovejas y 6 chanchas preñadas. Las chanchas y las ovejas abortaban espontáneamente. Largaban los corderitos con bolsa y todo. Y después se morían, se secaban, quedaban hueso pegado a la piel. Y no se acercaban ni las moscas”.
"Hay mucha gente fumigada en Cañada. Acá a unas cuadras una señora pesa 30 kilos, se está secando. Pero no quiere hablar, tiene miedo".
Benito se llamaba el pavo real que murió en una de las últimas fumigaciones. Norma nos muestra fotos de él y de las crías muertas de las ovejas. “Pero los veterinarios no se animan a declarar, la mayoría trabaja en los campos. Cuando les contaba lo que pasaba con mis animales ni siquiera venían. Mi vecino tiene cáncer, es testigo en las causas que presenté. A él se le murieron gatos y una perra. Se le murieron los cachorritos. Él le pedía por favor a Mosca que no fumigara más. Iba corriendo y le decía: ‘nos pega el veneno en el cachete’”.
Periodismo envenenado
A esta misma casa un día llegó un equipo periodístico del diario La Capital, el más importante de Santa Fe. Entrevistaron a Norma por casi dos horas. Ella les mostró las fotos y los expedientes. La grabaron y le sacaron fotos. También a sus animales y al campo vecino, recién sembrado. Pero la nota nunca salió. “Yo me comuniqué con la periodista y me dijo que no la dejaron sacar lo mío, porque en La Capital hay muchos empresarios agropecuarios y empresas multinacionales que ponen dinero”.
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