“En una sociedad fascista es muy difícil decir que sos indígena”
por Mariano PagnuccoFotos: Rodrigo Ruiz
25 de enero de 2025
"Thañiq Yuyay" Paula Alvarado Mamani, abogada y militante por los derechos indígenas, analiza desde su identidad kolla este tiempo político marcado por el negacionismo hacia los pueblos preexistentes al Estado Argentino.
Cuando hijos e hijas volvían a casa tristes por las burlas recibidas a causa de sus rasgos indígenas, mamá siempre repetía “se burlan porque les envidian el color”. En esa convicción materna fue forjando Paula Alvarado Mamami (Buenos Aires, 1985) su autoestima a prueba de racismo argentino.
En el hogar había por igual carencias económicas y costumbres ancestrales, al punto de que los primeros ocho años de Paula transcurrieron entre Buenos Aires y Jujuy, con su familia intentando consolidarse laboralmente y celebrando a veces en Villa Urquiza y otras en San Salvador las fiestas tradicionales andinas como la Pachamama o el Inti Raymi.
Difícil rastrear en los márgenes del curriculum vitae las experiencias de vida que forjan el destino y la vocación, aunque es muy probable que esta abogada próxima a cumplir 40 haya trazado su camino de militancia e identidad indígena tempranamente, frente a las miradas discriminatorias de quienes no aceptaban a esa numerosa familia kolla habitando la gran ciudad.
Hoy que esta negrita expone con solidez sus argumentos en los tribunales, las aulas universitarias o los foros internacionales, las memorias dolorosas se resignifican hacia el futuro, como quien es capaz de denunciar a viva voz todo lo que ha llorado para que nadie más tenga que repetir la experiencia.
–¿Tenés recuerdos de, por ejemplo, que te miraran raro en la escuela? ¿Sentiste la discriminación puntualmente o a vos no te importaba eso?
–¡Mi mamá tiene un ego! “Vos sos negra pero la gente envidia tu color”. A nosotros en las fotos nos ponían siempre al fondo y ella decía “ustedes van adelante”. La verdad que mis viejos hicieron un trabajo que los admiro, porque yo no sé si hoy sería lo que soy si no fuera por ellos. Incluso cuando bajábamos la cabeza, “arriba, arriba” todo el tiempo. Yo fui a la Escuela 8, que está en Juramento y Triunvirato, siempre escuelas públicas que eran doble jornada. Mi hermano más grande era el que nos cuidaba. Nuestra casa en Villa Urquiza era medio precaria, imaginate todos los nenes: “tu casa es una choza”, “ustedes los negros, ustedes los negritos”. Fue muy constante todo eso. El tema de las fiestas, de los actos escolares, nuestros papeles siempre fueron los de la vendedora de empanadas o nos hacían bailar al fondo. Sí, se vivió mucho. Yo por ahí llegaba llorando a casa y mi vieja: “te envidian, es envidia por el color”. El concepto de “piojosos” también, “ustedes piojosos, sucios, roñosos que reciben ropa prestada siempre”.
–¿Dónde sentís que es tu territorio, tu anclaje identitario?
–Jujuy. Aparte de todas las vivencias de chica, en realidad como que la identidad la adopto de allá, pero también he pasado por un proceso de colonización que ahora estoy tratando de sobrellevar. O sea, nosotros tuvimos como una doble vida. Éramos muy tímidos y no hablábamos, la verdad que los tres más grandes no hablábamos, jugábamos entre nosotros y encima siempre nos decían “esos juegos son de indios” porque nos saltábamos entre nosotros. Éramos un equipito, no hablábamos y encima teníamos bastantes problemas en las piernas. A mi mamá le sugirieron que hagamos algún tipo de deporte y empezamos a patinar en Argentinos Juniors, que es un club que nos quedaba cerca, y ahí fue otra vida, la vida deportiva. Hoy el club tiene un protocolo de discriminación, tiene un protocolo de racismo y de género, pero en su momento, bueno, “estos indios que no pagan la cuota”, “ahí va la negrita patinando”. El tema es que le servíamos, porque traíamos medallas, entonces el club nos becaba. La verdad que toda la carrera de patín hicimos los tres: Andrés, Andrea y yo. Mi hermano fue a dos Mundiales, yo fui a dos Mundiales, Andrea es campeona sudamericana. Siempre fue con becas, pero traíamos medallas. Yo me acuerdo de una discusión muy fuerte, que la Comisión Directiva decía “no tienen ni para comer y vienen a patinar” y la gente del club decía “sí, pero nos traen medallas, así que seguilos becando”.
–¿La Comisión Directiva tenía esa postura?
–Sí, “si no pagan no tendrían que competir, pero aparte no tienen para comer”. Es cierto, nosotros comíamos galletitas de agua y teníamos los patines más baratos. Sin embargo, así ganábamos, traíamos medallas. Yo tuve períodos con los peores patines frente a gente que pagaba clases para estudiar patín artístico. Pero la discriminación estuvo siempre, te juro que era yo con 10, 11 años soportando eso. Lo peor es que asumí un rol a veces, con mis hermanos, de cuidado, porque mi vieja decía “no les den bola”, pero yo la escuchaba y después encontraba a Andrea llorando en el baño, “me saco los patines”. “No, hay que entrenar, no te saques los patines”, “vamos, vamos, sigamos”. Torneo que iba, primer puesto, segundo puesto; entonces, como que había una bancada del club. Le traíamos medallas y trofeos, y muchos años ganó el club porque éramos tres. Hacíamos tres disciplinas y nos iba bien, hasta ese talento teníamos.
–Los Alvarado Mamani eran el orgullo de La Paternal.
–La verdad que sí. El primer Mundial de mi hermano no lo podíamos pagar porque no teníamos plata y en aquel momento estaba Aníbal Ibarra viviendo cerca de Paternal y lo fuimos a ver, así que, bueno, tuvimos un pequeño subsidio ahí. No existía el ENARD (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo) que hoy existe, todo era a pulmón. Incluso mi último Mundial, yo trabajaba en una fábrica de ropa y la mitad de la plata de ahí fue para pagar el viaje a Australia; la otra mitad, becada. En aquel momento me agarraban angustias, incluso cuando me iba mal, el peso que caía sobre nosotros. A veces no teníamos para comer y salía y no podía patinar bien y tenía como una cosa en la cabeza que era horrenda. Porque es cierto, había días que no comíamos o comíamos paté de foie y con eso teníamos que ir a rendir 3 horas de entrenamiento.
Hay otro diploma que guarda esa familia con cinco hijxs (Abel, Paula, Andrés, Andrea y Ana) que logró tener a la primera generación de estudiantes universitarixs. Papá, Víctor Horacio Alvarado, es uno de los cientos de originarios que fueron a combatir en la Guerra de Malvinas:
“Pero no habla mucho de eso. Ahí estaban recién empezando a salir con mi mamá y le mandaba, por ejemplo, tierra de Malvinas. Es lo único que tiene mi vieja de recuerdo. Y una foto. Mi viejo ahora forma parte de un grupo de WhatsApp que se llama 'Los Kollas Sobrevivientes', con todos jujeños que fueron combatientes de Malvinas. Él perdió dos amigos en el hundimiento del Belgrano y después de eso no quiso hablar más, no habla mucho de eso. Hace 5 o 6 años empezó a ir a las actividades. Mi mamá tiene un frasco de mermelada con tierrita. Pero mucho no le preguntamos, incluso él no cobra porque no quiso pedir la pensión. Creo que cuando llegaron los llevaron al Congreso y les dieron un diploma a todos los sobrevivientes. Ese diploma lo tenemos colgado en casa”.
Orgullosamente kolla
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La formación profesional de Paula integra el Derecho internacional con la militancia de calle por los derechos humanos (formó parte de la APDH Nacional, la APDH La Matanza y la Gremial de Abogados y Abogadas de Argentina). Es presidenta de la Comisión de Pueblos Originarios de la Asociación de Abogados y Abogadas de Buenos Aires (AABA) e integrante del Grupo Asesor de la Sociedad Civil de ONU Mujeres Argentina. En la Facultad de Derecho de la UBA dicta las materias “Derechos humanos y garantías” y “Ambiente y recursos naturales”.
Con las herramientas legales en la mano, Paula fue partícipe de una causa judicial histórica como abogada de la Federación de Comunidades Indígenas del Pueblo Pilagá. En julio de 2019, un fallo de la Justicia Federal de Formosa estableció que la llamada “Masacre de Rincón Bomba”, sufrida por el Pueblo Pilagá en 1947, fue un crimen de lesa humanidad cometido por la Gendarmería Nacional, que propició un “genocidio” contra cientos de originarios que habitaban los actuales parajes formoseños de Las Lomitas y Pozo del Tigre.
Ese capítulo de su vida sigue abierto. En parte, porque la sentencia fue apelada y duerme todavía entre los expedientes de la Corte Suprema de Justicia. Pero también porque aquellos años de viajes recurrentes a Formosa para conmemorar los 10 de octubre la masacre, le dejaron una experiencia personal dolorosa: sufrió un abuso sexual en la Comunidad de Pozo del Tigre cuando regresaba de asesorar comunidades en Ingeniero Juárez.
De ese dolor pudo renacer gracias a su Ayllu (comunidad) Mink’akuy Tawantinsuyupaq, que en 2021 le adjudicó un nombre distinto al del DNI: para sus hermanos y hermanas del Ayllu, Paula Alvarado Mamani es Thañiq Yuyay, que en quechua significa “memoria que sana”. La ceremonia de los nombres de las mujeres coincide con la época del maíz o el agua (la primavera del Hemisferio Sur), cuando se da “el florecimiento relacionado con la tierra”.
–Fue un proceso lo del nombre. Nosotros somos como un comité, así que empiezan a preguntar a personas cercanas, a familia de sangre cómo soy, todo esto. Yo me acuerdo que le decía a mi hermana 'deciles que quiero wayra', que es 'viento', porque me encanta ese nombre; o munay, que es como 'belleza' o 'bueno'. Y quedó ese nombre por la situación de Formosa.
En el Ayllu, un referente que tuvo una poderosa gravitación en Paula y su conexión con la cosmovisión andina fue el Tayta Ullpu Carmelo Sardinas, quien no llegó a ver el nacimiento de Thañiq Yuyay porque abandonó este plano de la existencia en 2020, durante la etapa más compleja de la pandemia. Aunque habita ahora el Ukhu Pacha (el Mundo de los Muertos), para Paula siempre está vivo en los recuerdos.
–Con el Tayta teníamos discusiones políticas porque era bien bien peroncho, porque su llegada fue en la Villa 31 y militaba con el padre Mujica. Entonces teníamos discusiones políticas. Y después, el Tayta también era de esos indígenas ortodoxos, esto de la dualidad hombre-mujer y determinadas cosas. Una viene con esto del avance de los derechos humanos o las cuestiones de género, y con el Tayta hemos discutido estas cosas. Fue toda una construcción que se hizo con el Tayta y estuvo bueno.
–¿Con el Tayta recuperaste el Runasimi, la lengua quechua, o en tu casa también se hablaba?
–Mi viejo dice algunas palabras, pero con él empecé a recuperarlo porque daba clases. Incluso, yo lo hablo medio mal todavía, soy muy porteña. La verdad que con él empecé a recuperarlo. Cuando voy a Jujuy hay cosas que no entiendo porque mezclan palabras, se habla como un castellano quechualizado. En una frase podés encontrar dos palabras de castellano y dos palabras de quechua. Por eso empecé también a estudiar.
–¿Tenés algún otro referente de la cosmovisión andina?
–El hermano Sixto Vázquez Zuleta Toqo. Murió, falleció en la pandemia. Es una persona que escribía libros de visión política. Lo conocí en 2011, en un viaje a Humahuaca; tenía una biblioteca gigante. Y empecé a articular también con él. Entonces, la identidad política indígena viene por el Toqo y el rescate del Runasimi, por el Tayta. Yo a esas dos personas les debo mucho, porque yo absorbía todos sus conocimientos, fantásticos. Porque la verdad que mi viejo, cuando llegó a Buenos Aires, no focalizó en eso. Las ceremonias las seguíamos haciendo, pero yo no sabía por qué tomábamos y tirábamos al piso, era como naturalizado. No sabía por qué había que darle comida a la Pachamama. Con el Tayta y con el Toqo entendí ese por qué. El concepto de Ayllu, el concepto de comunidad, lo empecé a usar en Buenos Aires porque no lo conocía.
–Entre ambos le dieron identidad política a lo que para vos eran tradiciones familiares.
–Sí, y empecé a entender el por qué también. ¿Por qué los martes y viernes había que darle de fumar al Ekeko? Yo no sabía, lo hacíamos como automático en casa. Y después entendí que están las estrellas, con el sol y la luna, y hay una hora perfecta. Empecé a entender todas estas cosas.
Las entrañas del monstruo
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Al momento de la entrevista (primeros días de enero de 2025), Paula es trabajadora de la Administración de Parques Nacionales. El 31 de diciembre pasado se vencieron los contratos de quienes no forman parte de la planta del organismo y la renovación es un asunto que depende de la voluntad política.
En el organismo encabezado ahora por Cristian Larsen, un militante liberal que insulta por redes sociales a las comunidades mapuche, las reglas del juego cambiaron completamente en pocos meses; tanto, que la gestión actual pasa por alto procedimientos administrativos y hasta leyes nacionales, según la vivencia de la abogada. También les prohíben usar términos como “territorio” o escribir mails con lenguaje inclusivo: ante la duda, se impone el masculino.
La intervención de Parques Nacionales en el reciente desalojo (fallido) de la Lof mapuche Pailako en el Parque Nacional Los Alerces, en Chubut, ha reforzado el rumbo de la agenda mileísta en materia de derechos humanos y, específicamente, derechos indígenas. A Paula, mujer kolla con varios años de experiencia profesional, este momento oscurantista del país la encuentra en las entrañas del monstruo.
–Pienso en dos hitos recientes: la votación en la ONU como único país que negó derechos indígenas y la derogación por decreto de la ley de Emergencia Territorial Indígena. ¿Qué nos dice esto en términos jurídicos y como clima de época que busca instalar el Gobierno?
–Bueno, el clima de época se viene trabajando después de las elecciones: un tuit polémico de “Volvemos al Día de la Hispanidad”, Villarruel con sus videitos reivindicatorios de (Julio Argentino) Roca. Ese clima lo teníamos, se venía gestionando y también avanzó, porque hay gente que siento que se liberó, esa libertad de la que hablan. El diputado Alejandro Vilca (FIT), en quien hemos encontrado acompañamiento, a veces nos manda sus tuits y veo los comentarios. Por más que algunos son trolls, otros no son trolls, gente conocida, y veo sus comentarios. Esto los liberó, gente que por ahí tenía un discurso cerrado, que no decía nada, pero hoy sí lo dice. Ni siquiera fue desde que asumió el Gobierno, al día siguiente que ganaron las elecciones empezaron con esta avalancha de mensajes. No es menor que el monumento al Malón de la Paz en Chacarita fue vandalizado tres o cuatro veces, hemos hecho denuncias. Y así un montón de hechos.
–¿Cuáles otros recordás?
–En la estación Kosteki-Santillán, con Alberto (papá de Darío Santillán) hicimos una denuncia porque, también a los pocos días de haber ganado, empezaron a tachar a Darío en la estación. Y después me contó una amiga que acompaña el movimiento de la negritud que donde está la estatua de Remedios del Valle también habían vandalizado. Empezaron así con actos de señalamiento y de hostigamiento, porque son luchas simbólicas, bien identificadas, y ya venían anunciando de a poco.
–¿Y al nivel de las políticas públicas?
–El año pasado, en septiembre, se logró implementar el Acuerdo de Escazú en la Argentina. Me acuerdo que en los primeros días de enero dijeron “este plan de implementación de Escazú no se va a trabajar más”. Y Escazú trabaja el acceso a la información pública, el acceso a la Justicia y el acceso a la participación para defensoras y defensoras de derechos humanos en asuntos ambientales. Para el movimiento ambientalista fue como un golpe, el primer golpe, porque nosotros ya veníamos con estos golpes simbólicos, como ver la wiphala tachada en un montón de lugares, que no se hicieron públicos pero se compartió por algunas redes. Y ya después con la quita de los programas; lo del Inadi, que fue lo primero que pasó. El Inadi ya funcionaba más o menos, o sea que sin el Inadi no hay ningún freno.
–¿Qué pensás sobre la votación en la ONU?
–Bueno, lo de la ONU fue histórico, porque en realidad la ONU tiene un sistema que se ha hecho tan cotidiano, que no se votan las resoluciones. En las declaraciones de la ONU, si están todos de acuerdo, se firman y se aprueban. El pedido de votación fue realizado por Argentina, por la Cancillería argentina, que fue el único voto en contra. Fue la primera aparición pública que tuvo la Cancillería argentina a nivel internacional y quedamos como un mamarracho. Después, al día siguiente fue el retiro también de la COP, a nivel del convenio de la biodiversidad, el retiro de la delegación argentina. Hechos simbólicos a nivel internacional, que no implica que Argentina va a dejar de cumplir con lo firmado, porque son resoluciones, pero son hechos simbólicos que Argentina firme en contra y después retire su delegación.
–¿Cuál es la situación del Instituo Nacional de Asuntos Indígenas (INAI)?
–Hace dos meses y medio, más o menos, empezó la derogación del registro de comunidades indígenas. Lo peor es que quedan comunidades boyando, porque hay comunidades que estaban en proceso de inscripción, y si bien ese registro no otorga derechos, las comunidades puedan estar registradas. Hoy para algunos tipos de proyectos el registro de la personería jurídica es necesario. Hay provincias que tienen su registro propio, otras que no tienen nada, y ésas que no tienen nada quedaron frenadas. Empezamos con el desmantelamiento de varios programas del INAI: la restitución de restos, el área de mujeres del INAI. Empezó como un vaciamiento del INAI hasta la famosa derogación de la Ley 26.160 (Emergencia territorial indígena) a través del decreto 1083. Esto fue el 10 de diciembre.
–El Día de los Derechos Humanos.
–Buscan fechas simbólicas. Y el concepto es “se terminó con el curro indígena”, el concepto de propiedad privada. Los considerandos son uno peor que el otro, reivindicando a terratenientes, poniendo la excusa de que hay pseudo-indígenas que se transformaron en indígenas para pedir propiedad comunitaria y no entendiendo ese proceso de identidad. Yo tengo un proceso marcado de identidad, pero hay hermanos que no, que sus padres vinieron y están haciendo esta búsqueda y hoy lo logran. Aparte, es muy difícil en una sociedad fascista separarse y decir “soy indígena”. En los considerandos hasta dicen “pobre el propietario privado que no tiene herramientas jurídicas para estimar su derecho”. Pobre propietario privado... ¡no hay ninguno! La verdad que si las discusiones fueran entre un campesino y un indígena, no estaríamos así. Las discusiones no son ésas, las discusiones son Lewis, Benetton, en el norte todo lo del litio; en todas esas zonas no son pobres campesinos, pero quieren llevarlo a ese punto, marcando esa cuestión en los considerandos.
–¿Esto tuvo efecto en el Poder Judicial?
–Automáticamente, los días siguientes ya empezaron a caerse las suspensiones de los procedimientos jurídicos. Pareciera que tuvieran un grupo de chat y habían avisado “ya bajamos la 26.160” y todos los jueces empezaron a retrotraer sus sentencias o sus procesos. Los procedimientos que estaban frenados empezaron a activarse, pareciera como que fue automático. El proceso de la Lof Pailako es bastante simbólico, por Parques Nacionales y por toda la visibilidad que tiene, pero en el norte, en Tucumán, está pasando algo parecido; sin sentencia judicial, fiscales o autoridades jurídicas que llaman a un cacique y le dicen “si me traés plata puedo suspender un par de meses el desalojo”. Estamos con una situación bastante grave. Hoy no nos atrevemos a denunciar completamente porque no sabemos las consecuencias para los que están en el territorio. Ayer a la mañana me habló un hermano del Parque Nacional Acoquija, en Tucumán, y me contó sobre el director del parque de allá, que le dijo “te vamos a desalojar, si querés tomamos un café, pero vos tenés que ser gente de derecha, todo ese curro de Cristina se acabó”. Se vienen cosas así.
Política, leyes y territorios
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–Es un Gobierno que reivindica dos genocidios clave en la historia de la llamada Nación argentina: el genocidio de la dictadura, que desguazó la militancia y la organización; y, por otro lado, el genocidio indígena perpetrado para la constitución del Estado Nacional. Hay una continuidad ahí, una línea política. No es azaroso.
–Sí, sí. Estábamos hablando con varios colegas que hasta las herramientas jurídicas se nos acabaron, porque todo el Poder Judicial está sumado a eso. Entonces, uno está craneando un montón de situaciones, hago un amparo, hago esto o aquello, y la verdad que se encuentra con el rechazo in limine, en la primera instancia: ni lo leen. Se vienen tiempos bastante fuertes, fuleros, para militar. Y acá nosotros estamos llamando a una reflexión también dentro del movimiento indígena, porque Milei no ganó solo. Milei ganó también acompañado de sectores indígenas en ciertos lugares, y eso es lo que estamos tratando de reflexionar. Todo lo de la 26.160 sabíamos desde que eran diputados que habían presentado un proyecto de derogación. Ya lo sabíamos eso.
–Y es una ley que tuvo sucesivos parches desde 2006, no es algo que explotó de golpe.
–Bueno, es similar a lo que pasa en el Estado, que hay personas contratadas hace tantos años. Con la Ley 26.160 pasa lo mismo. ¿Qué pasó en el medio, que no se pudo sancionar una Ley de Territorio? Una Ley de Territorio que ponga fin a estos parches de la 26.160. Ahí también que se haga cargo el movimiento político mayoritario, porque hoy la izquierda, que son cinco o seis, nos viene acompañando. Yo siento su acompañamiento por corazón y militancia, más que nada porque reivindican la parte obrera e indígena, pero hubo diputados y diputadas que con un falso acompañamiento gestionaron todo esto. Hoy se están reviendo procedimientos de la 26.160, carpetas que ya estaban aprobadas se están revisando, están intimando a comunidades a que devuelvan plata de los proyectos aprobados.
–Es un retroceso enorme.
–Todos venden la 26.160 como la gran ley que venía a solucionar el problema del territorio, y no, era un parche. Teníamos varias formas de poder solucionar esto, un proyecto de ley territorial que termine con la entrega de títulos, no una carpeta administrativa que encima le queda al poder del Estado la rendición. Ahí fue algo que el movimiento que acompaña a los pueblos indígenas no sé si no vio o fue lo que estuvo al alcance o buscaba otros intereses también. Una repiensa todo. ¿Qué es lo que pasó ahí, que no pudimos lograr una ley de territorios indígenas? Ni siquiera una ley de propiedad comunitaria: una ley de territorios que realmente regule y entregue títulos de propiedad, porque la 26.160 fue un parche. La sostenían como una bandera política e ideológica de un partido político, pero nosotros sabíamos que iba a suceder esto, que esa ley no era una herramienta mágica ni la solución que necesitábamos.
–Te he escuchado decir, con respecto a esto, que el límite es la propiedad. Porque en la Ley de Medios había participación de pueblos indígenas, también existía con sus falencias esta Ley de Emergencia Territorial Indígena. Pequeñas concesiones del Estado, pero nunca se avanzó a fondo para resolver el problema de los territorios. ¿Falto militancia o voluntad política?
–No sé. En el caso de Parques Nacionales, hubo dos o tres casos de restitución de restos. La restitución de restos fue promovida en 2010 como una política pública, sacar de exhibición de esos museos los cuerpos indígenas y restituirlos al territorio. Bueno, Parques cumplió eso, muchos museos cumplieron. En Punta Querandí tenemos una restitución de 42 cuerpos que lo hemos logrado porque nos pusimos bien firmes. ¿Y restitución territorial? Ninguna. Es más, el museo de La Plata tenía un juicio con una comunidad de Misiones y están en negociaciones todavía. Restitución de territorios en Parques Nacionales no hay. Todo bien con que te devuelvan los huesitos, por ahí es políticamente incorrecto lo que estoy diciendo, pero o nosotros nos quedamos con poco o nos vendieron también espejitos de colores. Todo lo que tiene que ver con cuestiones territoriales fue el freno de las instituciones. Proyectos sí, entrega de restos sí; territorio, no. Muchos estamos en esa búsqueda de entender qué nos pasó y cómo seguimos. Porque nosotros aplaudíamos la política de restitución, pero no había restitución territorial. Hoy la Federación Pilagá tiene su radio comunitaria, pero hay dos comunidades que no tienen título de propiedad. ¿Y entonces? Fue algo que nos quedamos a medio camino o algo por construir. Fue algo que hicimos mal, capaz, desde el movimiento indígena, que no pedimos más. Fue lo que estaba al alcance o fueron nuestras alianzas. No sé si hicimos todo mal, pero faltó.
–Si bien en términos políticos es un momento de retroceso, tengo la perspectiva, por la agenda que cubrimos, que hay cada vez más recuperaciones territoriales mapuches, también surgió el Tercer Malón de la Paz... Algo se está tejiendo en los territorios y en la ciudad no se ve.
–Entre todo este panorama malo, lo bueno es esto, la unidad que estamos logrando entre los 58 pueblos indígenas, que antes no se lograba o no se había alcanzado. En su momento, cuando fue lo de Félix Díaz, en 2014, 2015, hasta que después fue parte del Gobierno de Macri, se había logrado una pequeña unidad, un pequeño bloque donde mapuches, guaraníes, kollas trabajamos en una ley de propiedad comunitaria. Podíamos ir a los territorios a conversar, y después quedó separado todo eso. Y dentro de todo esto malo que viene, hoy se está logrando o por lo menos estamos entendiendo este proceso de unidad. No sé si es una gran confederación indígena o qué, pero sí estamos más conectados. Hoy lo que sucede en el norte yo ya lo sé y lo puedo transmitir al sur y lo que sucede en el sur igual. Hoy la información circula mucho más rápido y eso lo veo. También es bueno lo de los abogados y las abogadas, porque el abogado tiene esto de ser un poco egoísta y asumir la causa como propia. Y hoy no, hoy estamos en una súper red de comunicación que nos habíamos olvidado que existía. Eso es lo bueno del movimiento. Y aparte, también, el concepto de autodeterminación, que es lo que el Tayta buscaba. Esto de la pérdida de la lengua, la pérdida del territorio, empezar a ir por esos horizontes. Eso es lo que está resurgiendo ahora, cada vez hay más reuniones entre hermanos indígenas sobre cosmovisiones, búsqueda de identidad, para tocar el sikus, hablar quechua o mapuzungun. Dentro de lo malo, es lo bueno que estamos logrando, unificarnos en la lucha y con todas nuestras miradas, porque todos estamos permeados por el colonialismo y por el tema del clasismo.
Bio de Paula. Buenos Aires, 1985. Abogada kolla. Pertenece a la Comunidad Multiétnica Tres Ombúes (La Matanza) y forma parte del Ayllu (comunidad andina) Mink’akuy Tawantinsuyupaq. Integra el Movimiento de Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen vivir y la Asamblea de Articulación de los Pueblos del Qollasuyo. Presidenta de la Comisión de Pueblos Originarios de la Asociación de Abogados y Abogadas de Buenos Aires (AABA). Integrante del Grupo Asesor de la Sociedad Civil de ONU Mujeres Argentina. Docente en la Facultad de Derecho de la UBA. Es jueza de patín artístico, disciplina en la que ganó varios torneos.
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