El modelo de varón que nos propone Milei conlleva un empoderamiento de la figura hegemónica masculina violenta, agresiva y dueña de la razón. ¿Qué postura vamos a tomar los varones heterocis con conciencia de clase y privilegios?
El varón outsider
Javier Milei es un presidente con una infancia muy dolorosa: abandono de parte de sus padres, violencia física, verbal y psicológica, bullying, maltrato y abandono institucional. En su escuela jamás citaron a sus padres pese a que nunca fueron a ver a él y a su hermana a ningún acto escolar o evento deportivo. Milei no es solo un outsider político, también es un varón outsider. El presidente no fue destacado por mejor alumno, mejor economista, multimillonario, ni siquiera por estar casado con una mujer hegemónica.
Una de las características que más empatía genera en su núcleo más duro es, justamente, ser un “varón roto” o un “varón rechazado” por la masculinidad hegemónica. Más allá del grado de misoginia que tienen tanto él como su electorado (cosa que no se pone en duda), cada vez que por redes empezamos a insultarlos con “gordo virgo”, “alérgico a la concha”, “pito corto”, etcétera no estamos atacando ni su forma de pensar ni su condición política, sino que estamos atacando esa condición de varón rechazado por el sistema hegemónico de validación masculina. No solo que esto es un problema porque les estamos dando la razón, reforzando y reivindicando ese odio, producto de ser un apartado, sino también que estamos estigmatizando nuestra relación con la sexualidad. ¿Tiene algo de malo tener 18, 25, 31 años y no haber tenido sexo? ¿Es algo tan problemático y definitorio sobre una persona? Si no fuera por el estigma social y el mandato que tenemos que cumplir en relación al sexo -sobre todo, los varones cis hetero-, no.
Por esto a la hora de cruzarnos en redes podemos usar mil millones de adjetivos descalificativos más relacionados con el tema de fondo, como “vendepatria”, por ejemplo, antes que seguir reforzando la estigmatización sobre el sexo y esas masculinidades que dejamos aparte, de las cuales nos burlamos, los maltratamos, y que hoy encuentran representatividad y legitimidad en otro “varón roto”.
¿Tiene el modelo patriarcal (representado por sus padres, las instituciones educativas y otros varones) responsabilidad directa en la presidencia de Milei? Quizás no. Ahora sí tiene responsabilidad directa en la subjetivación de Milei, en la clase de varón que es, y en la construcción de su imagen en torno a este relato. En Milei, por debajo del espanto y el odio, por debajo de la violencia y la ignorancia, hay algo que se puede ver y que constituye un pilar en su núcleo duro: el varón roto que ahora tiene su revanchismo para demostrar poder.
La revancha del varón roto
Más allá de Milei, ¿cuál es el capital simbólico de esta administración? Es decir, la llamada “batalla cultural”. Esto tiene dos grandes aristas: cómo impacta en su electorado y cómo impacta en quienes se oponen o disienten sobre este modelo.
Por un lado, la reivindicación del uso de la violencia frente a quien piensa distinto. No hay lugar para un debate, una discusión, ni una “negociación” sobre las posturas. La respuesta, desde una conferencia hasta en la calle misma, es violenta. Desde descalificativos hasta el uso de las fuerzas de seguridad en una manifestación, desde “los voy a mear” a “vamos a cerrar el INADI”. ¿A qué ideario nos arrastra este modelo? Si nuestra respuesta es violenta -cosa que se busca- justifica dicha batalla cultural. Y de ese modo, participamos indirectamente de la creación del enemigo interno. El enemigo es aquel que se opone a “mi verdad absoluta” y encima quiere que este gobierno “se caiga”. Así generamos las condiciones para que nos acusen de “golpistas”.
Por otro lado, cuando pensamos en la imagen del gobierno y quienes ocupan esta imagen, tenemos al vocero presidencial, Manuel Adorni, que en una conferencia de prensa subestimó la epidemia de dengue sin ser médico ni tener datos, y hasta celebró el cierre del Inadi. Adorni no es ningún especialista sobre ningún tema que trata, pero sin embargo considera tener razón y opina.
Este ejemplo lo podemos pensar como patrimonio de la razón, uno de los privilegios más profundos y complejos de la masculinidad hegemónica. “No soy especialista en el tema”, pero por mi condición de varón tengo derecho absoluto e irrefutable de emitir una opinión”, pese a no estar interiorizado, pero ocupando un lugar de altísima responsabilidad política.
Ejemplos sobran: “Es re buena y está re buena”, dijo Milei sobre la artista Fátima Flores en una entrevista televisiva, en los inicios de la relación amorosa que protagonizaron algunos meses. Por más mínimo que parezca este comentario, no olvidemos que es el presidente en ejercicio quien está hablando de su pareja. En el mismo sentido, los rumores sobre el vínculo que mantiene con la diputada Lilia Lemoine refuerzan esta idea de “macho ganador” de una disputa entre dos mujeres hegemónicas, haciendo que su condición de “varón poderoso” se reafirme en detrimento de dos mujeres. Y la estrategia funciona: “Él es el presidente más sexy”, según Wanda Nara.
Para armar el relato de varón fuerte con visión de futuro, como el único capaz de erradicar los males de este mundo: “el socialismo, el feminismo y el ambientalismo”, el mensaje no está construido alrededor de su figura presidencial, sino alrededor de su figura de varón en ejercicio del poder político más grande de Argentina, que es el de la figura presidencial.
¿Cómo impacta esto en su electorado? Podemos observar en X (ex twitter) cómo sus votantes se paran en la misma postura del Milei: “varón poderoso y con la razón absoluta”, descalificando y denigrando, principalmente, a toda idea que no sea pro mercado, siempre sin argumentos ni fundamentaciones sólidas que demuestren estar en lo correcto. Esa humillación carente de contenido se ve legitimada en la figura de su líder político, quien se radicaliza en los ejercicios patriarcales más elementales: la violencia, el maltrato, la humillación, la descalificación y la amenaza constante.
Varón con privilegios: ¿De qué lado del modelo estás?
Tomando estas dos aristas: la posición bélica hacia la que nos arrastra el modelo actual y cómo legitima el posicionamiento de su electorado, nos hacemos estas preguntas: ¿Cómo nos vamos a parar los varones? ¿Decir “gordo virgo” no es acaso echar más leña al fuego? ¿Cómo pretendemos abordar problemáticas generadas por nuestra condición individual y colectiva de ser varones?
Si bien postulé más arriba que Milei, en parte, representa “la revancha” de ese varón roto, esa revancha no trae nada nuevo. Esas masculinidades rotas no ven en el modelo hegemónico el problema, todo lo contrario, aspiran a ese modelo. Prueba de esto es cómo Milei ejerce el poder y cómo su séquito replica sus mensajes.
El modelo pro mercado es, entre muchas otras cosas, un modelo de pensamiento patriarcal, en donde el género es “un curro de la política”, y el conflicto entre mujeres y hombres, por orden natural no existe”. Así reducen las identidades de género percibibles a las categorías de “hombre y mujer”, y desconocen que sean parte de construcciones sociales y culturales. La supremacía de este modelo volver a la visión biologicista, en la cual el hombre hace ejercicio del poder mientras la mujer cuida a los chicos en la casa y reza por los valores de la familia.
Este modelo político, económico, social y cultural elimina la discusión de privilegios entendiendo que no hay privilegio para el varón, sino que son las condiciones dadas por la naturaleza del ser. Entonces, los privilegios se vuelven incuestionables ya que son parte de “la naturaleza del hombre” y los machismos y micromachismos que venimos cuestionando se vuelven una discusión deslegitimada.
Este modelo conlleva un empoderamiento de la figura hegemónica masculina violenta, agresiva y dueña de la razón. También conlleva convertir “problemáticas de género” a “ideología de género”, lo que significaría que las identidades trans no existen, que los feminismos y transfeminismos retrasan a la sociedad y son culpables a nivel mundial de un sistema empobrecedor. Son “el curro de la política”.
Entonces, ¿Cómo nos vamos a posicionar los varones cis frente a este modelo que nos privilegia y oprime a otras identidades? ¿Vamos a aceptar este modelo, solo para nuestro beneficio personal, a sabiendas de lo que conlleva? ¿O vamos a defender los derechos colectivos?
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