Vecinos autoconvocados, de la provincia de Río negro, luchan contra la extracción de petróleo y gas en el Chelforó, por medio de fracking. La ausencia de un Estado que le allana el camino a las multinacionales y promueve el saqueo de los recursos naturales.
Ya de por sí las casas de barro rompen con el prototipo de construcción tradicional. Algunas te abrazan y recrean un hogar venido de un mundo de fantasía como el de Hansel y Gretel. Los domos tienen algo de eso. El de Rocío Calmon deja bien atrás el tumultoso centro de Moreno, en la zona oeste del Gran Buenos Aires; y podría ser capaz de cobijar hasta al más reacio de los hombres. Al entrar, los pies descalzos en contacto con el suelo, la luz natural que inunda los ojos y el agua fresca en la mesa, cambian la escena: seres vivos, rodeados de vida.
Pero no es el único hogar de Rocío. También se siente parte y respira el aire del Valle Medio, en Río Negro. Ese "vergel" que la cautivó a primera vista, un amor alimentado entre miles de kilómetros recorridos del valle a su casa en La Reja. Un "vergel" donde construyó y ayudó a construir; con montones de chacras con caballos, repletas de manzanas y peras. Los nogales de ensueño. El agua del río sagrado.
Nadie se hace cargo, nadie controla. Las empresas sostienen que de eso se tiene que hacer cargo el Estado. La gente debe entender que esto no es progreso. Ellos vienen y te venden que va a haber trabajo
Por eso el espíritu de las familias que le dicen No al Fracking late fuerte entre estas paredes de adobe. Su lucha es la misma que persigue Rocío, como miembro de la Asamblea de Valle Medio: evitar que las empresas petroleras ganen territorio en la Patagonia. ¿Qué pretenden? Explotar indiscriminadamente la zona del Chelforó, en busca de petróleo y gas convencional y no convencional, mediante la fractura hidráulica como método de extracción. Es decir, fracking: acabar con todo a su paso para allanar el suelo, montar plataformas gigantes y perforar ferozmente la tierra a miles de metros, de manera vertical y horizontal, hasta dar con la roca madre y el deseado pozo; inyectando millones de litros de agua a presión, mezclados con un cóctel de arena, que en realidad es sílice, y 500 productos químicos altamente contaminantes. ¿El resultado? Un desastre natural.
“Una vez que empiezan a perforar, no paran durante todo el día hasta que se agota el pozo. Los petroleros dicen que si está bien hecho, no contamina. No hacen bien las cosas. Hay accidentes, derrames. Nadie se hace cargo, nadie controla. Las empresas sostienen que de eso se tiene que hacer cargo el Estado. La gente debe entender que esto no es progreso. Ellos vienen y te venden que va a haber trabajo”, denuncia Rocío.
El agua está bajo amenaza por la contaminación de los acuíferos. El cauce del río va en picada. Los frutales se secan vilmente. La tierra dejó de ser fértil. Muertes por cáncer y enfermedades respiratorias son moneda corriente en el Alto Valle. A los animales y las plantas sólo les queda resistir, ya que a los que manejan el país pareciera no importarles el impacto socio-ambiental. Los daños y perjuicios del fracking. De lo contrario el gobernador Alberto Weretilneck no hubiese permitido que se firmara el decreto 349/16 con YPF en mayo de 2016, que da el visto bueno para la explotación de 6.800 km2: el área de mayor potencia hidrocarburífera de extracción no convencional de Río Negro.
“Al gobernador lo fuimos a buscar al hospital, sabiendo que iba a inaugurar unos consultorios externos en Choele Choel. Empapelamos la entrada. Éramos alrededor de 40 personas. Dijo que no hay fracking en la provincia, cuando en Allen se practica desde 2013”. Increíble pero real. Al pope de la provincia no se le movió un pelo. Cara a cara con los vecinos y miembros de la asamblea, quienes no duermen, consternados por el peligro que los acecha de día y de noche. Impiadoso. Incluso inconstitucional.
Lo dice el artículo 41 de la Constitución Nacional: “Los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano y equilibrado sin comprometer generaciones futuras, y tienen el deber de preservarlo”. También el Principio Precautorio. Nada pareciera tener suficiente peso específico para frenar semejante monstruo. “Tienen la mirada puesta en la ganancia a cualquier precio. Se están violando un montón de leyes que buscan preservar el medio ambiente, el problema es que está avalado por los políticos”, explica Rocío.
La respuesta está en el pueblo. La unión como principal fortaleza. El accionar por un bien común. Lo anhelan los vecinos de Allen, Juan Carlos y Lidia, la voz que agitó el avispero en enero de este año, durante el encuentro regional Conciencia y Vida. Con rabia, se hicieron escuchar. “Es la asamblea más fuerte que vi. Los admiro, son héroes. Guardianes del valle. Van a cumplir con su objetivo. Si no paran esto, su provincia se va a transformar realmente en una zona de sacrificio”, contó Juan Pablo Olsson, quien estuvo presente como representante de 350.org en Argentina.
Porque la gente de Valle Medio, después de todo, no está sola en el frente de batalla. La organización ecologista internacional con base en California se hizo eco de su reclamo y plantó bandera en el sur. “El fracking es una técnica de envenenamiento de la población, un capítulo de una discusión enorme. Los petroleros sólo piensan en perforar, sacar petróleo, ganar dinero e invertir”, analiza Juan Pablo, quien no le ha perdido pisada a una problemática que tarde o temprano podría instalarse en Buenos Aires, Chaco, Entre Ríos, Mendoza, Salta y Santiago del Estero, con proyectos exploratorios ya en curso.
El gobierno de la provincia de Río Negro les exige diez mil firmas para sentarse y ser escuchados, algo así como el 3 por ciento del padrón electoral. Hasta ahora, tienen la mitad. “Nos metimos en los municipios de todos los pueblos y logramos siete ordenanzas de prohibición a la explotación del petróleo. Tenemos adhesiones de cámaras de productores, consorcios de riego, hospitales y escuelas”, dice Rocío. Entiende que combaten contra un enemigo muy poderoso: “Las petroleras reparten manuales en las escuelas. Llevan simuladores a las ferias, donde vos te subís a un conteiner y ves cómo se hace una perforación. Tercerizan todo. Hay un montón de empresas que trabajan para ellos”.
La Argentina es una reserva que cubre las necesidades de EE.UU. Las empresas norteamericanas prometen una serie de inversiones que después no se efectivizan. El debate pasa por saber cuál es nuestra democracia energética, qué tenemos y cuánto producimos. Tiene que haber un concepto de energía renovable social, no financiera.
Para Juan Pablo, “son casi nulos los requisitos ambientales que deben presentar las empresas. Les pagan a los laboratorios para que hagan los estudios de calidad del agua. A las corporaciones no les importa el final de la civilización como contrapartida de sus actos. Lo peligroso es que tienen una impronta de autodestrucción, no les interesa venir y contaminar los recursos de América Latina”.
En Argentina y en el mundo
Cristina Lincopan, longko de la comunidad mapuche Gelay Ko, en Neuquén, murió por hipertensión pulmonar a causa del fracking en marzo de 2013. Luchaba contra las petroleras y éstas la envenenaron. ¿Fue una mártir? No, ella cumplió todos los requisitos para serlo. Pero su muerte no cambió nada: las tierras de la comunidad siguen siendo barridas por el etnocidio intransigente. “Este sistema no se puede sostener. Y no se trata de volver a la época de las cavernas, pero tenemos que modificar nuestros hábitos cotidianos. Hay que defender todo lo que se siente amenazado”, asegura Rocío sin pestañear. “Debemos apostar por una población no automatizada al consumo, que reflexione sobre una ecología integral”, agrega Olsson.
Alemania, Bulgaria, España, Francia y el Reino Unido prohibieron la práctica de fracking en sus tierras. Se tomó la misma medida en algunos estados yanquis. Los indios Sioux sirven de ejemplo: junto a dos mil veteranos de guerra lograron suspender la construcción de un oleoducto en Dakota del Norte. Chile sacó al mercado manzanas con etiquetas “Libre de fracking”. Los números hablan por sí solos: un pozo no convencional cuesta hasta cuatro veces más que uno convencional. Las nuevas tecnologías no consiguen congelar la decadencia del carbón, el gas y el petróleo, próximos a agotarse. Entonces, ¿será posible que nuestros gobernantes tomen cartas en el asunto? “La Argentina es una reserva que cubre las necesidades de EE.UU. Las empresas norteamericanas prometen una serie de inversiones que después no se efectivizan. El debate pasa por saber cuál es nuestra democracia energética, qué tenemos y cuánto producimos. Tiene que haber un concepto de energía renovable social, no financiera”, explica Juan Pablo.
La Tierra tardó cinco mil años para generar la cantidad de combustibles fósiles que consumimos al año (sólo el ejército de Estados Unidos gasta 140 millones de barriles de petróleo). Vivimos maniatados al crecimiento económico exponencial: expandirse o morir. Apache y Chevron, principales accionistas del genocidio silencioso. Joe Lewis y Luciano Benetton, dos de los terratenientes más poderosos, con millones de hectáreas repartidas en la Patagonia. Está claro: Argentina cuenta con una riqueza natural que cotiza en bolsa y que las multinacionales ven como fuente de inversión. Vaca Muerta se ubica en una zona estratégica, de gran potencial. El acuífero Guaraní, una de las reservas de agua dulce más grandes del planeta, es la tentación que mantiene en vilo a las corporaciones. “La próxima guerra será por los recursos naturales”, vaticina Rocío.
Mientras tanto, las energías sustentables emergen como alternativa al uso del petróleo y forman parte de un crecimiento inteligente que busca expandirse. Así como también el concepto de desinversión que difunden desde 350.org: “Comprometer a las principales instituciones y grupos religiosos a desinvertir, y a que no se relacionen con empresas que contaminan el medio ambiente. De esta manera les quitamos licencia social a la petroleras”, comenta Juan Pablo. “Hay que descentralizar, cultivar tierras y tomar nuestro alimento. Somos nosotros los que sostenemos este sistema. Tenemos que darnos cuenta de que podemos transformarlo. No les vamos a dar una gota de vida. Sí a la vida, sí al agua”, sentencia Rocío.
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