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El Garrahan no se toca

por Horacio Dall'Oglio
Fotos: Rodrigo Ruiz
25 de junio de 2025

A 38 años de su inauguración, el hospital pediátrico de alta complejidad más importante del país está en peligro por las políticas de desprecio a la salud pública del gobierno de Milei. Hubo 210 renuncias en los últimos meses y todo el personal se enfrenta, casi a diario, a un sinfín de mentiras para desprestigiar su trabajo. A pesar de eso, una comunidad se levanta en defensa de una causa nacional.

Canela Burguéz tiene 16 años, un corazón de cartulina violeta sobre su abrigo, el pelo más corto del lado izquierdo de su cabeza y sostiene alegre un cartel, con el Cabildo a sus espaldas, que dice “Ellos salvaron mi vida #Garrahan”. Cane, como le dice su familia, posee un registro de voz mezzosoprano, canta en el Coro Nacional de Niños y fue diagnosticada en 2023 con una malformación arteriovenosa en el cerebro: “Básicamente nos dijeron que ella tenía una bomba de tiempo en la cabeza”, dirá luego su hermana, Aldana Burguéz, frente a una Plaza de Mayo colmada en apoyo a las y los trabajadores del Hospital Garrahan, que se encuentran en un conflicto salarial por la intransigencia de un Ministerio de Salud y un gobierno nacional sordos a los reclamos de mejores condiciones de trabajo para quienes cuidan a niños, niñas y adolescentes de todo el país.

Aldana cuenta a Cítrica que Canela tuvo cuatro procedimientos donde llegaban “a través de una arteria desde la ingle hasta el cerebro”. En las cuatro veces su hermana estuvo internada en el Garrahan. Hasta que llegó un momento en que los médicos les dijeron que “no podían seguir haciendo la intervención”. Por eso, dado el modo interdisciplinario de trabajo que tiene el Garrahan, llevaron el caso al Ateneo y los neurocirujanos pasaron a hacerse cargo de Canela. A partir de ese momento les dijeron que “tenían que abrir la cabeza. Para nosotros era algo muy loco porque Cane estaba bien. Ella caminaba y todo, pero al mismo tiempo sabíamos que ella tenía eso en la cabeza. Y que en algún momento podía estallar de alguna manera una venita o algo”.

Según les dijeron los neurocirujanos, “fue uno de los casos más complejos que han tenido en 25 años. Sabíamos que era muy difícil, pero teníamos esperanzas porque confiábamos en ellos. Y así fue. Estuvo durante tres meses entre inconsciente y en coma. Hasta que la tuvieron que intervenir de nuevo. Pasó el tiempo y ella hoy está con nosotros”. Por eso, Canela y su familia estuvieron allí el 11 de junio en Plaza de Mayo, lejos de las partituras pero cerca de melodías de luchas colectivas, en una jornada contundente de participación de la comunidad y del equipo de salud apoyando a todo el personal del Garrahan porque, como dijo Aldana, “claramente, para nosotros son nuestros superhéroes. Salvaron la vida de nuestra hermana y nos cambiaron la vida”.

¡Atención, atención, estamos defendiendo la salud de la Nación!

La de Canela y su familia es apenas una de las miles de historias que suceden cada día en el hospital pediátrico de alta complejidad más importante del país, que además es una referencia en el continente y en el mundo. Así también es el trabajo del Dr. Pedro Zubizarreta, jefe del servicio de Hematología y Oncología del Garrahan, una de las tantas profesiones que, de manera silenciosa, lejos de las cámaras de televisión y las tendencias en redes sociales, contribuyen a mejorar la calidad de vida de miles de niños de todo el país.

En una reciente audiencia pública en el Congreso Nacional, Zubizarreta recordó que el 80% de los niños con cáncer del país se atiende en el sistema público, lo que hace altamente dependiente la presencia del Estado. Y de ese 80%, la mitad lo vemos nosotros. Y no son los casos más fáciles. Para reunir el número igual creo que hay que juntar como 16 centros del país para equiparar ese 40. Esto es un poco para dimensionar el volumen de trabajo que tenemos. Estos son 500 y pico nuevos pacientes por año". Además, el especialista en Hematología y Oncología infantil planteó allí la necesidad de tener políticas de salud claras, lo que implica una inversión en el sector por parte del Estado: "El financiamiento es la clave por la cual una política se hace efectiva. Sin financiamiento no hay política posible. Como tampoco hay dignidad en el trabajo si no es bien remunerado".

 


 

Sin embargo, como si se hubiese roto un consenso mínimo desde su inauguración en 1987, esa gran maquinaria que es el Garrahan, que necesita de todas sus especialidades trabajando en conjunto y a la vez para garantizar el acceso a una salud integral de todos los pacientes, está en riesgo. Como recuerda el Dr. Zubizarreta, entre el año 2000 y el año 2015 lograron bajar un 10% la tasa de mortalidad, lo que significa que “de 100 chicos hay 10 más que sobreviven que antes no lo hacían”, pero esto solo fue posible porque hay un equipo interdisciplinario: “Desde el diagnóstico, el soporte clínico en todas sus instancias, ambulatorias, cuidados intermedios, terapia intensiva. Necesitamos el día a día. La calidad se hace con las pequeñas cosas que son las que efectivamente se traducen en mejores resultados”. Pero este equipo de salud que es el Garrahan ha comenzado a desgranarse debido a que el gobierno nacional fomenta la fuga de profesionales y especialistas por las pésimas remuneraciones, al punto que ya se registran 210 renuncias en los últimos meses.

Además del empeoramiento en las condiciones de vida de las y los trabajadores del Garrahan, tanto del personal de planta permanente –cuyos salarios quedaron más del 40% por debajo de la inflación interanual en 2024, en comparación con el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de 117,7%–, como del personal médico residente –con sueldos que no llegan a los 800 mil pesos–; además de esto, todo el plantel del Garrahan viene soportando una ola de mentiras, tergiversaciones, aprietes y ninguneos por parte de autoridades oficiales que también propician el vaciamiento del hospital pediátrico más importante del país.

A pesar de que tanto el Ministerio de Salud como el Poder Ejecutivo Nacional cuentan con el “Anuario 2024", elaborado por el Departamento de Estadísticas del Hospital Garrahan, los ataques recientes de las máximas autoridades nacionales lo dejaron de lado o bien lo modificaron para acomodar los datos a su discurso malicioso. En dicho Anuario no solo se detallan que durante el año pasado se realizaron 9.999 cirugías, 115 trasplantes, 633.293 consultas del área ambulatoria, 2.348.071 determinaciones de laboratorio y 181.838 prestaciones de imágenes, sino que además se da cuenta de que los 4.728 empleados del Hospital se distribuyen en 68% en el Área Asistencial, 20% en el Área Logística y 12% en el Área de Conducción.

En una realidad paralela, funcionarios como el vocero presidencial, Manuel Adorni, y la viceministra de Salud, Cecilia Loccisano, optaron por mentir impunemente en relación a una supuesta desproporción entre la cantidad de personal administrativo y personal médico, con el único fin de deslegitimar la lucha de todo el Garrahan y con el silencio cómplice del Consejo de Administración del Hospital que, a pesar de la propia herramienta con la que cuentan, jamás salió a desmentir o negar lo dicho.

Y como si esto no alcanzara para manipular la opinión pública, el propio presidente Javier Milei habló primero en una nota con Mariana Brey de “empleados administrativos dibujados por el kirchnerismo” y el 19 de junio, tras la enorme marcha en apoyo a Cristina Fernández, dio una extensa entrevista a otro comunica(opera)dor como Esteban Trebucq, donde afirmó que “el 70% de la nómina es administrativa”, a pesar de que el “Anuario 2024” muestra que el personal administrativo del Hospital equivale solo al 10 % del total, con 473 trabajadores. Además, en la misma entrevista con Trebuq, el presidente se dio el gusto de decir que las y los médicos residentes “mintieron”, pese a que fue su diputada mediática, Juliana Santillán, la que dijo en un programa de televisión que la canasta básica para “una familia de cuatro miembros, en el mes de mayo, fue de 360 mil pesos”.

Es por esto que todo el personal del Garrahan está en estado de movilización permanente pidiendo una recomposición salarial acorde a la canasta básica familiar, el pase a planta de todos los contratados y la implementación de un régimen de insalubridad, a la vez que preocupado porque la destrucción de un Hospital imprescindible viene de la mano de un modelo de salud para pocos. Así lo confirmó recientemente el ministro de Salud, Mario Lugones, en un evento organizado por la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Argentina (AmCham), cuando afirmó: “A ver, el populismo tiene que desaparecer. Y no se puede decir que todo el mundo tiene derecho a todo. Esto es una mentira”. En este sentido, Norma Lezana, secretaria general de la Asociación de Profesionales y Técnicos del Hospital Garrahan, comentó a Cítrica que “lo que están diciendo es que el Estado Nacional no tiene la responsabilidad de garantizar la salud pública. Entonces se están queriendo desprender de los hospitales nacionales, de los programas nacionales que no solamente previenen, sino tratan las enfermedades prevalentes en todo el país”.

Frente a este contexto tan adverso y frente a la sordera, la violencia e insensibilidad de un gobierno nacional más afín a los mandatos del Fondo Monetario Internacional y al recorte de determinados gastos públicos que a garantizar un derecho fundamental de niñas, niños y adolescentes con graves problemas de salud, el personal del Garrahan realiza todas las semanas algún tipo de actividad como movilizaciones, paros, cabildos abiertos, abrazos simbólicos, RCP a la salud pública y festivales con el acompañamiento de las familias de pacientes del Hospital y el compromiso de cada vez más actores sociales, como forma de visibilizar ante la sociedad el peligro en el que se encuentra el Hospital. En este sentido, Mercedes “Meche” Méndez, licenciada de enfermería y trabajadora desde hace 31 años en el Garrahan, entiende que no solo es importante resistir a las políticas de hambre y destrucción del gobierno nacional, sino además “tratar de tener una recomposición salarial, de que el presupuesto del hospital aumente, de que toda la gente sepa que el hospital es de ellos y que lo van a perder, que lo pueden perder, porque evidentemente estos tipos están decididos a todo, no les importa nada si los pibes se mueren, si los trabajadores se cagan de hambre”.

 

La lucha vale la pena

Finalmente, dado que el conflicto en el Garrahan, lejos de cerrarse, continuará abierto hasta tanto el gobierno nacional, el ministerio de Salud y el Consejo de Administración del Hospital entiendan que son los garantes del acceso a un derecho fundamental como el de la salud, que se trata de una institución imprescindible para la reproducción de la vida y que no hay salud pública de calidad sin salarios dignos para quienes cuidan a los más vulnerables dentro de las nuevas generaciones, es preciso escuchar una vez más la voz de quienes a esta altura sostienen el Hospital a puro corazón.

Se trata de un fragmento de la carta de Guido Gromadzyn, médico neurocirujano pediátrico de Canela Burguéz, quien luego de la jornada de lucha en Plaza de Mayo del 11 de junio escribió:

“Hoy fue un día de mierda. Las autoridades, que no hacen nada frente a un gobierno que nos dice ‘ñoquis’, no se presentaron a la mesa de la conciliación obligatoria. Cambio de autoridades, respuestas ridículas, tibieza falluta en el mejor de los casos (…) El día me lo salvó Canela. Ahí en Plaza de Mayo con toda su familia. La sorpresa hermosa de verla subida al camión de la marcha, sonriendo, diciéndole a su mamá que hable más alto. Su vida, que en los números absurdamente absolutos de los mercaderes de la salud no es más que 1. Ahí, sonriendo, haciéndonos recordar que cada técnico, cada enfermera, cada instrumentadora, cada terapista, cada pediatra, cada kinesiólogo que se cruzó con Canela en el Garrahan, logró cambiarle la vida. Haciéndome saber, haciéndonos saber, que el esfuerzo de cada día, los años de estudio, las noches sin dormir, las comidas salteadas, las angustias tragadas, valen la pena. Haciéndonos saber que defender un hospital donde nadie sobra, vale la pena!”