Soledad Romito, de 41 años, es la única estibadora del Puerto de Mar del Plata y una de las pocas mujeres que se dedica a la profesión en todo el país. Capataza de su grupo, como lo fue su padre, pide por más inclusión femenina en el sector.
La raya es pesada, se pega con la baba. Diez, quince kilos cada una. Veinte por caja, trecientos kilos por cargamento. La merluza llega a cuarenta kilos, el hielo molido en el interior de su caja rebalsa, salpica la cubierta del barco. El abadejo -un pescado similar al bacalao-, lo mismo. Soledad Romito, de 41 años, no tardó en conocer los tipos de peces que las embarcaciones traían al Puerto de Mar del Plata para que ella y sus compañeros la descargasen, la pongan en camiones, frigoríficos. Para que lleguen frescos, a los restaurantes, a los festines estivales de los turistas. Tampoco en qué posición debía ir cada cargamento cuando la operación era a la inversa y las cajas de pesca se acomodaban en otros barcos estratégicamente, como un tablero de ajedrez, para lograr un balanceo óptimo en altamar.
A Soledad -capataza en la Cooperativa Estimar Limitada- le costó al principio, cuando hace doce años entró a trabajar como estibadora, la única mujer entre cientos de varones, sin que nadie la ayude, echarle gasoil al tractor, arreglar un filtro, destrabar un inyector, en medio de risas, de codeos cómplices, de comentarios por lo bajo de otros estibadores, sin un baño en todo el Puerto para mujeres, ella -con casi toda su familia trabajando allí, con el sueño de su papá por habilitar su propia cooperativa portuaria- soportó. Lo otro, la tendinitis permanente de su brazo, las hernias de disco, las laceraciones en su cuello, dirá Soledad, “son gajes del oficio”. Sin embargo, aclara: “Debería haber más mujeres trabajando acá. Si yo puedo, ¿por qué otras no?”.
Últimos días de enero en el Puerto de Mar del Plata. Atardece. Soledad, alejada del aluvión turístico que alza el cuello para ver a los lobos marinos, le da palmaditas al capó de un tractor. “Me costó aprender a manejar este. Tiene dirección manual”, dice. “La primera vez me tocó salir con el guinche atrás, el que usamos para acomodar los cargamentos. Le erré al cambio y no pude subir una loma. Otra vuelta choqué el techo del galpón”. En 2009 entró a trabajar en la Cooperativa Estimar Limitada, dedicada al rubro de estibadores. Casi toda su familia había pertenecido a esa actividad. Abuelos, tíos, padre, hermanos. Pero ninguna mujer. “Fue bravo”, dice. “Tuve que aprender medio a los golpes. Mucho machismo. Más de 700 hombres. Con el tiempo fui agarrando experiencia. Mi papá me ayudaba mucho”.
“Debería haber más mujeres trabajando acá. Si yo puedo, ¿por qué otras no?"
Su padre falleció en 2017 y con él, el primer recuerdo que Soledad tiene del Puerto. Ella, apenas una niña, lo saludaba desde la playa, mientras él le devolvía el saludo arriba de un barco. “Me enseñó todo sobre este oficio. Él tenía un sueño. Habilitar su propia cooperativa. Espero algún día poder cumplírselo”.
Entre muchas situaciones incómodas que Soledad debió atravesar por su condición de mujer, hubo una sola en donde su tozudes se puso a prueba. Un compañero le había faltado el respeto con un comentario desde un barco, mientras descargaban cajas de merluza. Soledad frenó la operación con un gritó, subió al navío y lo encaró frente a frente.
-Es la última vez que me faltas el respeto. ¿Te quedó claro? ?le dijo, crispada.
-Sí
-¿Seguro?
-Sí
Ese día, recuerda Soledad, fue la primera vez que el resto los estibadores la aplaudieron.
Los números de la desigualdad
Según un último informe del 2021 de la Provincia de Buenos Aires, el 87% de los trabajadores portuarios del distrito son varones. En el muelle los hombres representan el 100% y en los cargos jerárquicos, el 82%. El estudio estuvo enfocado sobre los 2.980 trabajadores y trabajadoras de los consorcios provinciales que incluye a empresas privadas y públicas del sector. La brecha de género se achica solamente en el caso de las tareas administrativas, donde los hombres representan el 65% y las mujeres el 35%.
“Tuve que aprender medio a los golpes. Mucho machismo. Más de 700 hombres"
En la presentación del informe se aclaró que la estadística no llega a reflejar la participación de una mujer trans que se desempeña en una empresa del rubro. Las cifras desiguales, sin embargo, tienen un fundamento legal: la Ley 11.317. Sancionado en 1924, la norma nacional regula el acceso de las mujeres a actividades relacionadas con tareas industriales de estibaje y otras operaciones portuarias con el fundamento de que solo eran tareas destinadas al género masculino. En octubre del año pasado, la diputada Vanesa Siley impulsó la derogación de la ley.
Soledad acompañó a Siley a un Congreso de Trabajadoras Portuarias. Allí se encontró con compañeras de Bahía Blanca, Ensenada, Dock Sud. Pero ninguna era estibadora. “Hacés mucho esfuerzo físico. Descargar y acomodar el pescado con vientos de 60 kilómetros por hora es difícil, pero se puede. Como todo”. No hay horario para estibar, cuenta Romito. Los barcos pueden llegar a la madrugada como a últimas horas de la tarde. Sin embargo, los horarios más duros son los de invierno, cuando la cercanía del mar recrudece los vientos. “Se nos astillan los huesos del frío”, detalla ella. “Igualmente, amo el mar. Me da mucha paz cada vez que lo miro. Me hace acordar a mi viejo. Tiramos las cenizas de él por acá. El agua es todo”.
El mar en peligro
Desde comienzos de este año, sin embargo, las costas bonaerenses se vieron amenazadas por un megaproyecto extractivista impulsado por el Gobierno, aunque autorizado a finales de la gestión macrista. En enero se aprobó la reglamentación para que la empresa noruega Equinor, con participación estatal, construya tres bases de extracción petrolera no convencional. Es decir, perforarán las capas marinas para intentar dar con fuentes de hidrocarburos. La decisión oficial despertó la cólera del pueblo marplatense que salió a las calles a defender el atlántico. Así nació la Asamblea Por un Mar Libre de Petroleras, que nuclea a diversas organizaciones ambientales en defensa de las prácticas extractivistas. A los pocos días de aprobado el proyecto, miles de personas marcharon por las calles. #Atlanticazo fue la consigna. Con la experiencia de Chubut y su lucha antiminera aún latente, La Feliz había protagonizado su marcha ambiental más grande de la historia. Actualmente, la iniciativa fue suspendida por el Santiago Martín, juez marplatense que, gracias a la presentación de una serie de amparos por parte de la Asamblea, dictaminó irregularidades severas en la medida. El Gobierno de Alberto Fernández, por otro lado, confirmó que apelará su decisión. “Nadie del puerto quiere que nos arruinen el mar. Tengo contactos en el Sur, donde se instalaron esas bases y perjudicó a los barcos pesqueros más chicos. Queremos un mar libre”, dice Soledad.
La tarde en el Puerto empieza a decaer. Una madre junto a su hijo pequeño se acerca al tractor de Soledad. El niño lo trepa, intenta llegar al volante. Soledad lo ayuda.
-Parece que le gusta mi tractor.
-¿Vos manejás esto?
-Sí
-¿Ay, en serio?
-Sí.
La marea feminista ganó las calles de Trelew
Más de 60 mil mujeres, lesbianas, travestis y trans participaron de actividades, discusiones, talleres y marchas en el 33° Encuentro Nacional de Mujeres. Las históricas, las primerizas y las originarias: todas las luchas para derribar el patriarcado.
“Fue una cacería planificada”
A pocos días del Encuentro Nacional de Mujeres en Trelew, sale a la luz el operativo represivo de las fuerzas de seguridad: zonas liberadas, detenciones ilegales, balas de goma, violencia e indiferencia. La policía, la dirigencia política y la Justicia en Chubut no protegieron a las 60 mil mujeres que pasaron por la ciudad.
Poderosas y preocupadas por el planeta
En La Plata y alrededores hay un grupo de promotoras ambientales que concientizan sobre la gestión de residuos y construyen espacios genuinos de trabajo e inclusión. Marisa Cantariño, integrante del equipo: “Este trabajo nos empodera”.