Córdoba después de los saqueos
Las calles de la ciudad y la gente en un estado de anarquía.
La basura es la imagen más repetida, bolsas de residuos que fueron utilizadas como barrera junto a conteiners, vallas, sogas, ramas y cualquier elemento que pudiera servir para detener a quienes intentaban aprovechar una huelga policial para quedarse con algún botín. Incluso se pueden encontrar algunos lugares en que se inventaron precarios sistemas de electrificación, con cables que siguieron en las calles luego de que cesara la actividad delictiva.
Una reducida cantidad de vehículos circula por las calles y -pese a que el gobernador ya anunció el acuerdo con las fuerzas policiales- pocos respetan los semáforos; no parece existir peligro pero igualmente no se considera necesario respetar las leyes. Los transeúntes andan atentos a cualquier ruido, giran su vista ante una situación que en otro día hubiera sido completamente normal, pero no es una jornada tal.
La noche entre el 3 y el 4 de diciembre resultó caótica, a los saqueos se le sumaron tiros, justicia por mano propia, peleas y un clima de ciudad de nadie, o un estado de naturaleza de todos contra todos. Las imágenes de jóvenes deteniendo a delincuentes se repetían en las esquinas de la ciudad; los aplausos y gritos de apoyo incrementaban el éxtasis de quienes golpeaban a los saqueadores, vitoreados desde el llano y los balcones de edificios, una fotografía lamentable de una Córdoba sobrepasada por la situación.
Autos que circulaban en contramano para evitar caer dentro las barricadas y los robos, todas las normas eran dejadas de lado con el fin de poder salvarse. Poder salvarse de cualquier forma también pareció ser la elección de la clase política que en ningún momento reconoció errores, desde los distintos sectores se dedicaron a repartir culpas a otros y se llegaron a “soluciones” tardías.
El festejo de la policía fue la última de las imágenes que se repitió por todos los medios nacionales, los efectivos se abrazaron, lloraron y saltaron de emoción al ver que el aumento económico que reclamaban era alcanzado. Mientras un oficial hablaba a las cámaras y se enorgullecía de lo que habían logrado, el grupo que se encontraba detrás parecía golpearse el pecho y convertirse en héroes tipo Hollywood al gritar “Vamos a salir a defender a nuestra ciudad” y “Salgamos a defender a Córdoba”. Nuevamente era una acción que llegaba tarde.
Como si fuera un feriado, la capital provincial mostraba negocios, bancos, oficinas, universidades y colegios cerrados. El reducido número de personas que andaba por las calles miraba sorprendida a algunos comercios robados, otros vacíos ?“ya que muchos sacaron la mercadería antes de marcharse- y se consultaban entre sí para saber en dónde se encontraba algún mercado abierto para poder comprar algo de comida.
Los móviles policiales empezaron a circular y los ojos de muchos peatones se posaron sobre ellos, variando entre miradas de alivio, desinterés y acusación. Los desechos acumulados en todas las calles empiezan a ser recogidos por los ciudadanos, los tachos que horas antes hacían de murallas ahora vuelven a servir como contenedores de basura para depositar los residuos que en su momento fueron improvisadas armas y paredes.
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