Cannabis: historia de cómo se creó una inútil discordia
por Germán Pereira / Asociación Proyecto Cáñamo12 de noviembre de 2020
Desde tiempos milenarios, a la planta se la utilizó para fabricar textiles, papel y aceites y ungüentos que calmaban dolores y enfermedades. En Argentina se llegó a producir zapatillas de cáñamo. Sin embargo, hace casi 100 años, el poder económico de Estados Unidos diseñó una campaña para prohibirlo en todo el mundo. La necesidad social y económica de romper esa barrera.
Si tuviéramos que nombrar a una especie vegetal que ayudó a evolucionar a la humanidad desde sus inicios, el Cannabis Sativa debería estar en un lugar encumbrado. Acompañó al ser humano desde los orígenes de la civilización, pero a lo largo de la historia, la planta fue objetivo de polémicas de toda índole. Actualmente, en varios estados del mundo, se sigue prohibiendo su uso a pesar de evidenciar las generosas posibilidades agroindustriales o medicinales que se pueden desprender de su cultivo.
El cannabis es nativo de Asia central, aunque se expandió velozmente por el resto del planeta para ser sembrado y cultivado en varias regiones y climas. Se utilizaba principalmente su fibra. Popularmente se le llamó cáñamo por la alta resistencia de los cordajes de la fibra que se extraía de sus tallos. Hay otras especies vegetales que llevan vulgarmente el nombre cáñamo --es decir que se refieren a su fin o utilización como planta textil--, por ejemplo el cáñamo de Manila (Abacá, Musa Textilis), cáñamo sisal (Ágave Sisalana), cáñamo hindú (Apocynumcannabinum) o cáñamo de Nueva Zelanda (Phormiumtenax).
Si bien clasificar y catalogar los miles de millones de especies de plantas que han existido en nuestro planeta es una tarea muy amplia y compleja, el cannabis atravesó diversas etapas. Desde los primeros tratados botánicos del siglo XVII hasta los actuales debates en torno a su clasificación taxonómica le atribuyeron numerosos nombres y apellidos. El nombre científico de Cannabis Sativa proviene de la denominación que en 1753 le otorgó el botánico sueco Carlos Linneo. Se trata de una planta herbácea de crecimiento rápido: alcanza fácilmente los cinco metros de altura en cinco meses, de poco requerimiento hídrico y nulidad de agroquímicos, y que prolifera en variados climas y suelos.
Pero el cannabis no solamente se empleó para fabricar distintos tipos de textiles. A la planta también se la apreció por la semilla, de un alto valor nutricional, y por el aceite que se extraía de ésta. Además, por la calidad de su flor, ya que se podía realizar distintos ungüentos o brebajes medicinales para variadas enfermedades, molestias o dolores.
Desde el fondo del tiempo, al cannabis se lo apreció por los ungüentos o brebajes medicinales para variadas enfermedades, molestias o dolores.
Al cannabis también se lo utilizó para fabricar papel de gran calidad. Hay registros de su utilización por el hombre desde hace diez mil años. Diferentes culturas de la antigüedad como India, China o Roma se nutrieron de los provechos de la planta de cáñamo.
Argentina y el cannabis
Argentina no escapa de la cultura cannábica y de su aprovechamiento como planta generadora de trabajo, productos y toda una rueda agroindustrial. En 1797, Manuel Belgrano escribe una memoria para la corona española sobre el Virreinato de Buenos Aires y las utilidades que podía obtener la provincia del cultivo del lino y del cáñamo, por la que encarga a los virreyes y gobernadores en el nuevo mundo, “sembrar y beneficiar en las Indias lino y cáñamo, y procuren que los indios se apliquen a esta granjería y entiendan en hilar y tejerlos”.
Durante la década de 1930, existían las zapatillas (no alpargatas) con suela de cuerda de cáñamo fabricadas por dos marcas aún hoy muy reconocidas: Rueda y James Smart. Si bien eran rudimentarias, se había logrado innovar con un material muy abundante en la época. Según sus fabricantes eran muy cómodas y para cualquier ocasión. En 1941, Jules Steverlynck fundó Linera Bonaerense S.A., en Jáuregui. La empresa se dedicó a los tejidos de lino, aunque a los pocos años introdujo el cáñamo, sembrándolo con semillas provenientes de Bélgica y, al igual que al lino, cosechándolo anualmente en más de 200 hectáreas, entre campos propios y arrendados.
En Argentina se llegó a cosechar cannabis en 200 hectáreas, en Jaureguí. Y hasta se fabricaban zapatillas con cuerda de cáñamo
La producción de la empresa estaba destinada en parte al mercado externo como interno: vendía directamente a representantes y mayoristas de los grandes centros urbanos, como Rosario, Córdoba o Mendoza. Entre los principales clientes estaban las grandes tiendas, como Harrod’s, Gath-Chaves y otras textiles. En la Linera Bonaerense hasta se ingeniaron máquinas especializadas para la planta de cáñamo ya que no existía nada parecido en el país.
También se fabricaron aglomerados a base de cañamiza y otras maderas, de las cuales Don Julio había plantado años atrás, algo totalmente innovador en la región. Se daba trabajo a 850 operarios fijos, además de otros 2000 que se ocupaban en épocas de cosecha de cáñamo, llamados golondrinas. Hasta 1976 la empresa estuvo trabajando en la siembra y cosecha e industrialización del cáñamo. Pero la dictadura cívico-militar lo prohibió y decidió hacer desaparecer de raíz la mayor y última fábrica cañamera del país.
Orígen de una prohibición
El poder económico vio en el cannabis un competidor. Por eso, en la década de 1930, comenzó en Estados Unidos la llamada “guerra contra las drogas”, una política lucrativa y de salvataje para con ciertos sectores empresariales.
La campaña anticannabis estaba diseñada por poderosas empresas como DuPont, de la industria petroquímica y farmacéutica, conocidos por fabricar fibras artificiales a base de petróleo como el neopreno, nylon o el teflón. También William Hearst, dueño de un emporio económico que incluía una gran cadena de periódicos. A esta coalición se les unió la industria del alcohol, recientemente formada luego de 15 años de veda. A su vez, la industria del tabaco y la del algodón se beneficiarían con la erradicación total de la planta de cannabis. Veían en esa planta un competidor directo.
La campaña anticannabis fue diseñada por poderosas empresas de las industrias petroquímicas, farmacéuticas, del alcohol, el tabaco y el algodón
La campaña anticannabis funcionó y para 1937, el Congreso de los Estados Unidos prohibió la planta, catalogándola como hierba peligrosa, redactada y firmada por el funcionario a cargo de la Oficina Federal de Narcóticos, Harry Anslinger y apoyada por el médico y abogado de la Asociación Médica de Estados Unidos, Dr. William Woodward.
Estados Unidos influyó en el contexto prohibicionista que se expandió más allá de sus fronteras. De ésta forma planificada se suprimió una cultura y un conocimiento sobre la planta milenaria.
En 1961, la Convención Única de Estupefacientes de la ONU, en Nueva York. Influenciada directamente por el gobierno estadounidense, el organismo tipificó a la planta de cannabis como sustancia estupefaciente, la incluyó en la lista I y, por consiguiente, la sometió a medidas de control y fiscalización. Sin embargo, esa Convención reconoció la utilidad del cáñamo con fines industriales y hortícolas, razón por la cual dejó fuera del alcance de ese convenio al cannabis destinado exclusivamente a fines industriales u hortícolas. Es decir, la Convención deliberada y arbitrariamente hizo la separación entre variedades de cannabis según el uso destinado: psicotrópico o industrial.
De esta forma, el cannabis empieza a juzgarse y discriminarse según su empleo, ya que desde antaño se sembraba y cultivaba la planta sin restricción alguna. En 1971, en la ciudad de Viena, se realizó otro Convenio sobre Sustancias Sicotrópicas, el cual incluyó al Tetrahidrocannabinol o THC (componente activo y sicotrópico del cannabis, molécula recientemente descubierta en esos años) dentro de la lista I de sustancias prohibidas.
Actualmente, es legal el cultivo en Argentina de cáñamo con fines industriales. Sin embargo, debido a trabas burocráticas y distintas posiciones políticas, no ha sido posible su ejercicio e implementación
Las concentraciones de THC en el cannabis varían, siendo inequívocamente e imprescindible para la del cáñamo industrial y/u hortícola de un 0,3%, razón por la cual no se considera a esta una planta con fines sicotrópicos. Ambas Convenciones fueron aprobadas por Argentina (y muchos otros países). ¿Qué significa? Que es legal el cultivo en el país de cáñamo con fines industriales. Sin embargo, debido a trabas burocráticas y distintas posiciones políticas, sumado a la ignorancia de funcionarios y a la pésima y malintencionada información vertida por medios masivos, no ha sido posible su ejercicio e implementación.
Avances necesarios
A lo largo de la historia el cannabis fue foco de polémicas, tanto de su cultivo y utilización, como de su terminología y origen. Por esta razón, hace falta generar espacios de diferentes tipos (políticos, universitarios, medicinales, agronómicos, industriales) para favorecer un debate necesario que ayude a la resolución de los problemas de ilegalidad y estigmatización que repercuten en la noble planta, para que ésta pueda ser entendida como una alternativa sustentable y ecológica factible tanto económica, social y de producción.
Hoy el cáñamo sigue sumando oportunidades, debido a factores tales como el bajo requerimiento en agroquímicos, precocidad del cultivo al llegar más rápido al aprovechamiento, versatilidad respecto a otros cultivos por sus múltiples utilidades. Sumado a ello, se verifica un incremento en la demanda de fibras y productos naturales (medicina, alimentos), así como también los diferentes avances tecnológicos que se desarrollan para su procesamiento.
Es necesario idear y proyectar un plan de desarrollo en base al cannabis para que germine en nuevos mercados (por ejemplo, suplementos alimenticios, compuestos de fibra reforzados para automóviles, textiles resistentes, materiales de construcción y plásticos biodegradables). Por nuestra salud, pero también por nuestra economía.
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