Pasó un mes del asesinato a sangre fría del bagayero Fernando Gómez. Fue Gendarmería, pero ¿quién lo mató? No hay imputados ni responsables políticos. Salta, entre la pobreza estructural y un Estado que solo se hace presente para matar.
La hoja de coca no es ilegal, de hecho es habitual. La ves en las verdulerías, dietéticas o almacenes comercializada normalmente. El pase de las hojas es una actividad ancestral en las fronteras como la de Salta con Bolivia. Allí los “bagayeros” sobreviven de ellas como de otros productos al menudeo: ropa, electrodomésticos, alimentos, productos de higiene. Es un mercado interno conocido por todo el mundo, donde incluso las fuerzas de seguridad se hacen unos mangos con lo que confiscan. La gente en Orán vive al día, Fernando Gómez iba a buscar la moneda porque sin esa changa él, su compañera y sus tres niños no comían. Es así, literal. Nunca supo que el 18 de diciembre del año pasado, hace un mes, lo iban a asesinar a sangre fría.
El tiro fue directo al pecho y la represión duró dos días en Orán, donde la mayoría se dedica al trabajo fronterizo para llevar el pan a casa. Con 52% de pobreza, todo el sistema productivo destruído y el “Plan Güemes” como única respuesta de Patricia Bullrich, la historia de este gatillo fácil nos transporta a una Salta donde el Estado hace muchos gobiernos se ausentó.
“Yo tengo 50 años de vida acá”, dice el periodista Samuel Huerga. Y sigue: “Antes se iba a Bolivia por un televisor, un equipo de música, un aire acondicionado… cosas difíciles de obtener. Ahora pasan por elementos básicos por los precios: ropa, detergente, shampoo, papel higiénico. Es más, muchos comercios de Buenos Aires, Mendoza, Santiago del Estero se nutren de esta actividad”.
Para comprender el escenario de este crimen, Huerga nos contó que hay al menos tres formas de pasar hojas de coca en la frontera. La primera es la común, por el Puesto 28 sobre la Ruta 50. La segunda es un “baipás” al costado, un camino paralelo a la vista de todos. Y la tercera, muy utilizada, es la llamada “La Isla”, atravesando el Río Pescado a unos 600 metros del Puesto 28. “Los trabajadores van por el río que en general solo se controla cuando la Gendarmería quiere hacer plata”, dice Huerga. “Allí las bolsas de coca flotan, es como un salvavidas para pasar”, señala. Es decir, no se pueden pasar otras cosas pesadas porque uno se hunde.
Por allí estaba cruzando Fernando con hojas de coca. Su último respiro lo dio en medio de un debate entre trabajadores y las Fuerzas de Seguridad que no dudaron en reprimir. Todo fue muy rápido, en una madrugada tensa en la localidad de Orán.
Los testigos indicaron que hubo una discusión porque el cobro de gendarmes por el “pase” excedió lo acostumbrado. “Todos los tiros fueron de la Gendarmería, no fue un enfrentamiento como quisieron instalar en los días posteriores”, confirmó el abogado de la familia Gonzalo Ramos. A Fernando le pegan un tiro en el pie y otro directo al pecho, y la bala le salió por atrás. “Cuando la gente quiso reclamar el cuerpo empezó una brutal represión”.
Ese mismo día, subrayó Ramos, también hirieron de gravedad a Bruno Hualpa de 19 años, primo de la víctima. Actualmente, él se encuentra en shock, como todos, pero está recuperando su salud.
El maltrato de siempre
La tensión entre los trabajadores fronterizos y las fuerzas siempre existió. Fernando no es la primera víctima. Huerga recordó el caso del joven Gabriel Tercero, en 2013, que con tan solo 20 años fue llevado por la policía al hospital. Dijeron que se “ahogó con hojas de coca en la boca” queriendo ocultar que, en realidad, Tercero fue asesinado por la Gendarmería por un tiro en el glúteo. Al mes siguiente de este hecho la entonces ministra de Seguridad de la Nación, Nilda Garré, dejó su puesto.
Desde Salta nos dijeron que luego de matar a Gómez la tensión continuó porque, por ejemplo, “largan desnudos a bagayeros sobre la Ruta 50” como práctica de maltrato. No es antes, ni ahora, es siempre.
El año pasado la Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, anunció alegremente el Plan Güemes: “Será un ejemplo de que con voluntad política y decisiones firmes se puede devolver la seguridad y la dignidad a los argentinos”. Otro análisis que hace Huerga tiene que ver con que ese Plan trajo a dos fuerzas más: la Federal y la Prefectura. “Es decir, ahora son más los que quieren una tajada de los cobros de los pases”.
Cuando ya son tres fuerzas de seguridad diferentes en una misma frontera inevitablemente se generan conflictos de interés. Y siempre los muertos son los pobres.
Por último, para tener un contexto más acabado del tema vale mencionar que el dolor del gatillo fácil de Fernando, el 18 de diciembre de 2024, continuó el día 19 con una ola de motos, gente de a pie, cortando ruta y repudiando la impunidad. Al menos 30 heridos con balas de goma y gases que, según remarca Huerga, siguieron en el barrio Caballito donde vivía el bagayero. Se desató una brutal represión, con piedras como respuesta del otro lado.
En las redes sociales se veía un escenario caótico. Una poblada pocas veces vista. No hubo tanto eco mediático más que la versión oficial: “un enfrentamiento narco”. Incluso, en muchos sitios, circuló impunemente la imagen del cuerpo de Fernando sin taparle el rostro.
Marcha en el sepelio de Fernando Gómez, el joven asesinado por Gendarmería en Orán, provincia de Salta. Patricia Bullrich dijo que era un narco. Pero solo era un pasante de hojas de coca. ¿Alguna vez @PatoBullrich se acercara a las víctimas para conocer la realidad? pic.twitter.com/AQKhnrYajY
-- Revista Cítrica (@revistacitrica) December 19, 2024
Puntos suspensivos …
-¿Qué prácticas notás con la hoja de coca en la frontera?
-Samuel (periodista): Que en los pases de frontera existe un canon de “pase”. Algo que sucede es que los trabajadores dejan, por decirte, 20 mochilas de hojas de coca y al pasar de nuevo encuentran diez, doce, quince. ¿Qué quiere decir eso?
-Se lo lleva la Gendarmería.
-Samuel: Habrás escuchado que los medios siempre invitan a la comunidad a la quema de elementos secuestrados: cubiertas, mercaderías, ladrillos de droga, marihuana… Pero nunca se escuchó que se invitara a una quema de toneladas de hojas de coca. Porque es un tema gris oscuro, su consumo es legal.
-Todavía no se tiene nombre y apellido del que mató a Fernando …
-Gonzalo Ramos (abogado de la familia): La causa está en su etapa inicial de investigación. Efectivamente no hay imputados o procesados. Hay pericias pendientes, falta un informe final de la autopsia y otro informe de balística. El médico que lo atendió a Fernando, igualmente, en una planilla expresó que fue con un arma de fuego.
Fernando tenía mi edad y fue asesinado por la gendarmería de Bullrich en la represión al pueblo de Oran en Salta. Dicen combatir a los narcos con el Plan Güemes pero solo persiguen trabajadores cocaleros. Ancestralmente en el norte se consume hoja de coca ?? pic.twitter.com/IZuwRwnzwS
-- Magy Luzardo ?? (@megyluz) December 20, 2024
-¿Quién está detrás de la causa y cómo sigue esto?
-Gonzalo: Lo lleva la Unidad Fiscal de Salta. Lo que ya se sabe, porque hay muchos testigos, es que no había armas de fuego del lado de Fernando. Todos los tiros fueron de la Gendarmería. Tampoco se secuestró ninguna droga y se descarta que es un “tema narco”.
-¿Cómo vivía Fernando? ¿Cómo está su familia ahora?
-Samuel: La casa de Fernando es una con pisos de tierra, casilla de madera sin puerta, techos de chapa. Con 27 años era de un barrio humilde llamado Caballito. Tenía tres chicos muy queridos.
-Gonzalo: En el barrio lo querían mucho. La familia está muy mal. Al principio no daban información del cuerpo. Los gendarmes los golpearon, un destrato brutal. Hoy hay organizaciones que tratan de ayudar a la familia. Ellos vivían al día, literal, Fernando iba a trabajar para comer al día siguiente.
¿Qué pasa en Salta?
Los últimos datos del Indec muestran que la provincia tiene un 52% de pobreza. Samuel Huerga, además de periodista, es un ex concejal de Orán. Se define también como un militante de izquierda. “Acá veo una destrucción total de todo el sistema productivo provincial”, afirma. Hay tres puntos que preocupan al momento de pensar la estrategia de la economía provincial. “La producción agrícola local está destruída por la soja. Los desmontes avanzaron de tal manera que dejaron ciudadanos rurales viviendo en la Ciudad”. En segundo lugar, la desindustrialización: “El Ingenio Tabacal, por ejemplo, está despidiendo cada vez más obreros. Hoy no llegará a 500 y todos están precarizados”. Por último, el periodista indica que las obras públicas están completamente paralizadas: “No hay nada, la gente se inclina en pasar hojas de coca u otras mercaderías en la frontera”.
El asesinato de Fernando Gómez, a un mes, nos demostró cómo es la matriz de este tipo de crímenes de Estado. Coartan todo el sistema de trabajo y luego, con la Gendarmería, castigan a quienes intentan subsistir bajo cualquier precio, incluso si ello dependiera de sus vidas.
Mientras los medios nacionales y locales se esfuerzan por subrayar que también hubo más de 20 efectivos heridos, justificando la represión, se conoció otro caso similar posterior al de Fernando. Otro joven bagayero, Ariel Gareca, fue gravemente herido con un disparo en la cabeza mientras producíamos este artículo. Muchos testigos insisten con que “lo dispararon a matar”, mientras lo tenían en el piso. Actualmente se desarrolla un proceso judicial aparte en este caso, y sus familiares necesitan garantizar un platino para su cráneo perforado por una bala de plomo de la Gendarmería. Deben llevarlo a la capital de Salta para que le hagan un seguimiento otros especialistas.
“Ya es un ensañamiento con los bagayeros”, dice el abogado Ramos. “Se sabe que han sacado desnudos a algunos trabajadores sobre la Ruta 50. Están siendo muy violentos”.
Para darle otro giro al contexto sociopolítico, Fernando Gómez movió otros avisperos. Un dato relevante, en paralelo a esta historia, es que a menos de un mes de su asesinato cayó -irónicamente- una banda salteña en Mendoza con 36 kilos de cocaína transportado por un tal “Camaleón”. Un comandante de la Gendarmería Nacional retirado llamado Miguel Torres. Él, su hijo y una agente penitenciaria fueron arrestados luego de una larga investigación. La hipótesis es que se dedicaban a pasar la droga a Chile.
¡Justicia por Fernando!
“Te voy a decir una cosa”, me dijo hacia el final Samuel Huerga. “Por la frontera no pasa ni un mosquito con dengue sin que se sepa”. Y remarcó: “A Fernando lo quisieron tirar al río, dicen los testigos, para hacerlo parecer un ahogado”. Fue el despertar de la comunidad la que, al final, rompió el relato de un crimen que lejos está de no repetirse.
Pasa el kirchnerismo, el macrismo, el albertismo, Milei, y las cosas siguen siendo así de injustas para los habitantes de Orán. “¿Vos escuchaste alguna vez que se mató por acá a un narcotraficante?”, me preguntó Huerga. No, no escuché. ¿Y ustedes?
A Fernando Gómez, sus tres niños, su compañera, sus amigos, su familia, a todos los bagayeros les viene faltando justicia hace mucho tiempo. Una casa de material, empleo digno, acceso a la educación y la salud… De nuevo, ¡hace mucho tiempo! Este crimen continúa con su rumbo judicial para un muerto que, por ahora, no tiene asesino ni responsables políticos procesados.
El Estado es responsable
La Cuarta Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil partió en Buenos Aires desde Congreso a Plaza de Mayo con una consigna clara: “No es un policía, es toda la institución”. La movilización se replicó en más de diez ciudades de todo el país. Allí estuvieron familiares de Luciano Arruga, Kiki Lezcano, Fabián Gorosito y de Pablo Kucoc. Compartimos la crónica de La Vaca.
"Los gendarmes que mataron a mi hijo siguen sueltos"
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Una vida marcada por las desapariciones
Cuando tenía diez años, a Viviana Alegre los militares le desaparecieron a su hermano y a su cuñada, embarazada de seis meses. Ya en democracia Viviana sufrió otra pérdida a manos del Estado: hace ocho años busca desesperadamente a su hijo, Facundo Alegre.