A 35 años de la guerra de Malvinas, más de 80 familiares de ex combatientes piden la identificación de los NN enterrados en el cementerio de Darwin. El largo camino de las madres por recuperar esas identidades terminará cuando se realicen las exhumaciones en agosto de este año.
En esta parte del mundo, lloramos a nuestros muertos. Necesitamos ver ese cuerpo inmóvil y confirmar lo inevitable de la vida. La muerte siempre duele y nos resulta injusta. Pero cuando nos niegan sus cuerpos, como pasó con los 30 mil desaparecidos durante la última dictadura, o perdemos sus nombres en una guerra, como con los NN del cementerio de Darwin en las Islas Malvinas, se trata de un dolor suspendido, de un círculo que no se cierra y de un duelo que no termina.
A 35 años de la guerra todavía quedan historias por conocer. A esa conclusión llegamos en una reunión de sumario. Así que decidimos ir a buscar a las madres de Malvinas. Hasta las bautizamos de ese modo. ¿Con qué soñaban sus hijos antes de ir la guerra? ¿Cómo fue la espera? ¿Y el después? Las ubicamos: mujeres fuertes, que le hicieron frente a todo. Sus hijos, pibes del Servicio Militar Obligatorio, participaron de una guerra que no comprendían plenamente y muchos de ellos no volvieron a casa.
María Lobos es la mamá del soldado caído en Malvinas José Antonio Reyes Lobos. Fuimos a visitarla y nos recibió con facturas, sonrisas, mates y charla. La hospitalidad reina en la casa que comparte con sus hijas Blasa Lorena, María de la Caridad y María Cecilia, en Merlo Gómez, oeste del conurbano bonaerense.
De pocas palabras, la voz de María siempre tiene un tono más bajo que la del resto y da la sensación de que puede quebrarse en cualquier momento. Pero nada es lo que parece. Sus mil batallas se reflejan en esos ojos de mujer luchadora, ya cansada de tanto andar pero decidida a seguir adelante. Empieza a contar su historia y la disfruta: ella era bailarina en Santiago de Chile. Ahí conoció a Pepe Reyes, un músico cubano que salió de la Isla mucho antes de la Revolución y llevó sus boleros por toda Latinoamérica. "Nos enamoramos", dice. Y la cara -marcada por el paso de los años- se le ilumina por primera vez en la charla. A la semana de conocerse se vinieron para Argentina. Después todo lo demás: la familia, las idas y vueltas, la pérdida de su compañero en un accidente, y Malvinas.
Mi hijo salió de casa con un nombre, no era un NN. Por eso espero el reconocimiento. Ahí recién voy a terminar con mi camino de búsqueda.
A María la confirmación de la muerte de José le llegó mucho después de finalizada la guerra. A los pocos días de la rendición recibió una carta de puño y letra de su hijo. La esperanza se renovaba con cada imprecisión de las Fuerzas Armadas. Pero él no aparecía por ninguna parte. “Durante estos 35 años lo he esperado siempre. Como no lo vi, no me dijeron una fecha ni me mostraron una tumba, para mí él podía estar perdido por ahí. Antes, cuando él venía del regimiento, me golpeaba la ventana y me decía: ‘Vieja, volví’. Yo esperé durante todos estos años que pasé algo parecido. Lo voy a esperar hasta que me digan que ya lo identificaron, que está en el lugar que tiene que estar. No quiero morirme sin vivir ese momento”. José estuvo ocho meses en el Regimiento de La Tablada, cuando faltaba una semana para terminar la colimba, lo embarcaron y se fue a Malvinas. Y ahí se quedó.
Tampoco volvió Daniel Alberto, el hijo de Raquel Ugalde. Una mujer segura y potente, que vivió todos estos años con la necesidad de tener una tumba donde poner una flor y hacer su duelo. “Cuando fui a Malvinas en 2009 empecé a dar vueltas y vueltas por el cementerio y no encontré el nombre de mi hijo. Ese fue un hecho muy frustrante y doloroso. Ahora me gustaría cumplir la promesa que me hice: devolverle la identidad”, nos confiesa en el patio de la casa de María. Las dos comparten la misma lucha.
Durante la guerra yo parecía Penélope, tejiendo y destejiendo para desviar mi pensamiento de lo que estaba pasando. Mi marido me preguntaba: ‘¿Y eso no lo terminaste anoche?’. Y yo le contestaba: ‘Sí, pero ahora lo estoy destejiendo y no me preguntes por qué'.
Muchos de los soldados que fueron a Malvinas no habían sentido hasta ese momento el peso de un arma entre sus manos, ni la intensidad del frío cuando se propone calar hasta los huesos, ni al hambre chiflar en la panza. “Mi hijo entró al servicio militar el 5 de febrero y el 11 de abril se fue a la guerra. Y en ese momento, cuando lo despedí en la Escuela de Ingenieros, mi presentimiento fue más fuerte: ‘No lo voy a volver a ver’, pensé”. Y lamentablemente, Raquel tuvo razón. Su hijo murió el 14 de junio, el último día, ya con la rendición. El único caído de la Compañía de Ingenieros de Combate 601. “A las 9:36 de la mañana”, acota. La hora es importante, como si su tiempo se hubiese detenido allí.
Sonia Carcamo es madre de José Honorio Ortega. Su hijo estaba en el Regimiento 25 de Colonia Sarmiento, en Chubut. Un soldado más que llegó a Malvinas por el Servicio Militar Obligatorio. Tenía 18 años y dos meses de instrucción. “Yo me enteré de que él estaba en Malvinas cuando me llegó una carta de allí”, afirma.
En 1994 Sonia volvió a vivir a Río Gallegos, la ciudad donde nació José. Asegura que en ese lugar lo siente más cerca. “Nosotras la primera vez que fuimos al cementerio sabíamos que ahí estaban nuestros hijos pero no es lo mismo ir a una tumba que está identificada y decir: voy y le pongo una flor a mi hijo. Necesitamos dejar nuestras lágrimas en un lugar con su nombre”.
Las cruces anónimas
En el cementerio de Darwin hay 230 tumbas (algunas con varios cuerpos), de las cuales 123 no tienen nombre. Al conocer esa situación en los primeros viajes a Malvinas, muchos familiares empezaron sus reclamos. Actualmente, 82 de esas familias quieren que se realice el proceso de identificación.
En 2008 comenzaron las negociaciones para conseguir identificar a los soldados NN. En 2014 se tomaron las muestras de sangre a todos los familiares directos interesados en la identificación. Y finalmente en 2016 lograron que se firmará un acuerdo entre Argentina y Gran Bretaña. En agosto de este año empezarán las exhumaciones en el cementerio de Malvinas. “Recorrimos el país preguntándole a las mamás de los soldados si querían saber dónde estaban sus hijos”, sostuvo el ex combatiente Julio Aro, impulsor de No me olvides, fundación que lucha por cambiar las placas:‘soldado argentino solo conocido por Dios’ que tienen los NN caídos en las Islas.
Los acordes de la paz
José Reyes Lobos amaba la música. Se pasaba sus tardes libres escuchando una y otra vez discos como The Dark Side of the Moon y The Wall, que María todavía conserva. Al año siguiente de finalizada la guerra, Pink Floyd lanzó The final cut, con el tema Get your filthy hands off my desert, dedicado a la guerra de Malvinas.
Y 30 años después, Roger Waters le hace llegar el reclamo de las madres de los soldados NN a la -por entonces- presidenta Cristina Fernández. Por esos días, Waters había dicho en una entrevista con la tv chilena: “Estoy todo lo avergonzado que puedo estar de nuestro pasado colonial. Durante 150 años estuvimos afuera violando, ocupando y robando todo lo que pudiéramos de todo el mundo. Ese tipo de imperialismo es el que no me enorgullece como británico”.
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