El comportamiento que cierto sector dominante mantiene en la estructura social y económica se replica en otras esferas. Siempre. Esta vez quedó cristalizado en el contexto de una pandemia. Una reflexión acerca del virus que paraliza el mundo y que expone, nuevamente, la falta de solidaridad que reina en las élites.
Aunque intentemos relativizar el drama, aunque procuremos no generar pánico sino cuidados y precauciones, aunque prioricemos lo que dicen médicos y especialistas y no epidemiólogos express o farabutes televisivos, el remolino que generan los diferentes gobiernos, los medios y las redes sociales nos está llevando puestos. No podemos parar de leer, escuchar o mirar cómo el mundo se paraliza por la pandemia de coronavirus. Es inevitable.
Nuestra región está lejos de ser el epicentro mundial del covid-19, pero nadie asegura que en un futuro cercano no entremos en una fase más avanzada. Estamos en riesgo, como todos los países. Hay nuevos casos de contagio cada día, lxs especialistas prevén que la cantidad de infectados crezca y todas las medidas de Gobierno van en escalada. Lo que es prudente hoy, mañana podría cambiar.
Este texto, sin embargo, no pretende analizar la política sanitaria o los aciertos y errores de los gobiernos. Tampoco el tratamiento mediático o la histeria que existe en un sector de la sociedad, amplificada en redes. No. Lo que sí quiere este texto es centrarse en un problema mucho más viejo, que se extiende en silencio desde hace décadas, y que ahora también posibilita la propagación sin control del coronavirus: el egoísmo crónico de nuestras clases dominantes.
Hay un factor que se extiende en silencio desde hace décadas, y que ahora también posibilita la propagación sin control del coronavirus: el egoísmo crónico de nuestras clases dominantes
El caso de la empresaria y diseñadora de modas uruguaya Carmela Hontou es acaso la mejor síntesis de ese individualismo que podría complicar la situación en este lado del mundo. Lo que sucedió ya se hizo viral, al igual que las reacciones de la clase alta uruguaya que vive en Carrasco (una suerte de San Isidro montevideano), pero vale recordarlo: Hontou estuvo en Madrid y en Milán, dos de las ciudades más afectadas por el covid-19, volvió a Montevideo y a las pocas horas concurrió a un casamiento en el que había 500 personas. Luego de eso empezó a sentirse mal y esta semana fue la primera uruguaya diagnosticada con el virus. Todas las personas que asistieron a ese casamiento ahora están en aislamiento preventivo.
Algo similar había ocurrido con un gerente de Supermercados Día, que viajó de Madrid a Buenos Aires, tuvo reuniones de trabajo y a las pocas horas empezó a tener síntomas. Él es uno de los 45 casos que hoy, domingo, hay en Argentina. Sus compañeras y compañeros deben trabajar desde sus casas y estar a resguardo porque podrían estar enfermos.
Pero el caso más violento y más cabal del egoísmo que predomina en un sector poderoso de nuestra sociedad fue el de Miguel Ángel Paz, el hombre que regresó hace dos días de Estados Unidos y este fin de semana golpeó al guardia de seguridad de su edificio de Vicente López porque le advertía que no podía violar la cuarentena. “¿Vos me estás amenazando, la concha de tu madre?”, le dijo Paz al guardia, antes de pegarle varias piñas en la cara y el cuerpo.
La policía de la provincia consignó un patrullero en la puerta de ese edificio y a Paz se le inició una causa por lesiones y amenazas. Puede enfrentar dos más: infracción del artículo 205 (protege la salud general) y del artículo 239 (delito de desobediencia) del Código Penal, ambos vinculados con la propagación de una pandemia.
La empresaria uruguaya que volvió de Milán y asistió a un casamiento, el gerente de Día que llegó de Madrid y fue a trabajar y el hombre que violó la cuarentena y le pegó a un guardia son algunos ejemplos
¿Hay alguna forma más brutal para graficar el egoísmo que estas situaciones? El comportamiento que ese sector dominante mantiene en la estructura social y económica se replica en otras esferas. Siempre. Esta vez quedó cristalizado en el contexto de una pandemia. Si la única salida posible a esta crisis es la salida colectiva, estos ejemplos muestran todo lo contrario: es la reacción más genuina de un sector de la sociedad que se cree con más derechos que el resto.
Y digámoslo: el coronavirus es EL tema mundial porque está lejos de ser una enfermedad de pobres, como sí son las enfermedades diarreicas, la tuberculosis o la malaria, que figuran entre las diez principales causas de muertes en el mundo según la OMS y que acechan a países sin infraestructura sanitaria y agua potable. Por el contrario, el coronavirus afecta sobre todo a aquellos países centrales a los que siempre miramos casi con desvelo, a los que aspiramos ser desde la fundación de nuestra patria. Y afecta, sobre todo, a aquellas personas que tienen la posibilidad de conocerlos de cerca, las que viajan por el mundo, personas con estudios, con buenos sueldos. Ni indigentes de la África subsahariana ni wichis de los montes salteños.
Criterios
Todo lo que vemos, leemos y escuchamos tiene un origen: un criterio de noticiabilidad, ese ránking imaginario que usan los periodistas para decidir qué importa y qué no. Ese criterio, muchas veces antojadizo, tiene al menos ocho puntos. Googleando se encuentra fácil. Uno es “el grado de importancia y gravedad de un tema”. Otro, “la magnitud por la cantidad de personas y lugares implicados”. La situación es grave, sobre todo en Europa, Asia y Estados Unidos, y amenaza con correrse a América Latina. No hay mucho qué discutir. ¿Pero qué es más grave en Argentina hoy por hoy? ¿El dengue, que ya generó más enfermos y fallecimientos y que hizo desbordar a varias provincias, o el coronavirus?
Hay algo que convierte al coronavirus en un verdadero clickbait, en una red para cazar lectores y lectoras sin fronteras: que Messi, Ricky Martin u Oriana Sabatini estén en cuarentena lo explica
Quizás la respuesta esté en otro de los puntos de ese criterio noticiable: “la jerarquía de los personajes implicados”. Ahí hay algo que convierte al coronavirus en un verdadero clickbait, en una red para cazar lectores y lectoras sin fronteras: que Lionel Messi, Ricky Martin u Oriana Sabatini estén en cuarentena lo explica. Que el actor estadounidense Tom Hanks, la política española Irene Montero o el futbolista argentino Germán Pezzella hayan dado positivo lo completa. Quizás allí esté la diferencia entre este virus y el resto de las enfermedades.
El grito desde Salud: nos estamos muriendo
Un trabajador del Hospital Muñiz de Buenos Aires narra la tragedia en primera persona del plural. ¿Cómo pensar esa experiencia del absurdo entre las muertes que se vuelven cotidianas en el personal de salud y la promoción, desde la política y los medios, de prácticas irresponsables que van en contra de cualquier cuidado? ¿Puede acaso la obra de Albert Camus ayudarnos a encontrar una salida en este laberinto pandémico?
El colapso del sistema hospitalario del conurbano
Con los casos de Covid-19 en aumento, la zona del AMBA ve reducida su capacidad de respuesta y, en muchas zonas, se trabaja con la “cama caliente”, sin margen para seguir sumando pacientes. El otro colapso es el médico: entre contagiados y aislados, el personal escasea.
La primera línea sin cuidados
Lxs trabajadores de la salud, quienes enfrentan todos los días el Covid-19, están desprotegidxs. Tanto en clínicas privadas como en hospitales públicos denuncian la falta de elementos de protección. Representan el 15% de los contagios a nivel nacional.