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Kbrones: de la cárcel al trabajo esencial en un solo paso

por Agustín Colombo
Fotos: Federico Imas
08 de junio de 2020

En marzo, la cooperativa textil de Parque Patricios fundada por ex presos no tenía producción y solo pensaba en asegurarle la comida a cada integrante. Con la pandemia se reconvirtieron, empezaron a fabricar barbijos y hasta incorporan personal mientras el mundo se desploma. Una experiencia que debe conocerse para complejizar el debate sobre las cárceles.

El taller, como casi todo, estaba en la lona. Y el parámetro para medirlo era un número que merodeaba en las cabezas de cada compañero y compañera de Kbrones, la cooperativa textil fundada hace 11 años por un grupo de personas que había salido de la cárcel y no tenía oportunidades para reinsertarse en el sistema laboral.

El número: 68 pantalones. Ése fue el último pedido que recibieron antes de que la pandemia de coronavirus cambiara todo y bajara la producción a cero. En una semana, la cooperativa había hecho tan solo 68 pantalones, cuando en condiciones normales llegó a producir más de tres mil.

Pero como pasa en las películas, un llamado empezó a cambiar la historia.

--¿Dónde estás ahora? --se escuchó del otro lado del teléfono.

--Llorando en casa. Consiguiendo comida y mercadería para llevarles a los compañeros --respondió Julio.

--¿Se animan a fabricar barbijos? Un sindicato necesita 100 mil.

Julio César Fuque, socio fundador y encargado de la cooperativa, recuerda esa conversación casi como el principio del renacimiento de Kbrones. Si hace una década habían pensado en este proyecto para reinsertarse socialmente con trabajo, ahora, el proyecto debía reconvertirse para adaptarse al cambio abrupto que había impuesto el Covid-19. Así, la cooperativa pasó de diseñar y confeccionar ropa de seguridad e indumentaria reforzada para la industria metalúrgica y energética, a confeccionar barbijos.

Mientras el empleo en el sector privado bajó a los niveles de 2002, Kbrones logró incorporar a seis liberados y una liberada.

“En estos tiempos se ven las ideas, los nuevos líderes, los nuevos políticos. Cuando hay necesidad, uno sale del confort y empieza a rehacerse --dice Julio, mezcla de calle y sociología--. Nosotros nos reinventamos y estamos en plena producción de barbijos. ¿Y te digo la verdad? Somos uno de los más serios y de los mejorcitos en cuanto a calidad”.

De los 68 pantalones y de no tener más pedidos de trabajo a este presente, pasaron más de dos meses. Los dos meses del aislamiento social, preventivo y obligatorio que decretó el Gobierno nacional para hacer frente a una pandemia que modificó las rutinas de todo el país y de todo el mundo.

En ese tiempo, Kbrones no solo fabricó cientos de miles de barbijos para diversos clientes, desde sindicatos, cooperativas eléctricas y fundaciones, hasta el Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires. Kbrones también comenzó a fabricar camisolines, cofias y otros artículos de protección sanitaria indispensables para los profesionales que están en la primera línea. “No solo hemos sacado adelante nuestro trabajo, sino que además derivamos el trabajo a otras cooperativas textiles de la Ciudad y del Gran Buenos Aires”, remarca Julio.

Como los pedidos superan la capacidad de producción del taller, Kbrones responde a dos de los principios centrales del cooperativismo (ayuda mutua y solidaridad) y distribuye tareas con otras cooperativas.

"Nos reinventamos y estamos en plena producción de barbijos."

 

Conocer desde adentro

En estas semanas, mientras los compañeros y las compañeras de Kbrones trabajaban para cumplir con los pedidos de barbijos, en la sociedad, los medios y el ámbito político y judicial crecía el debate sobre el reclamo de presos y presas ante el peligro creciente de contagio en las unidades carcelarias de todo el país, especialmente en las que sufren una superpoblación que agudiza el problema.

La historia se repitió como tantas veces: algunos jueces se equivocaron, los medios masivos mintieron, exageraron y tergiversaron y la clase media urbana armó cacerolazos. “En algún punto el tema de las cárceles es como el del virus; siempre están hablando de la enfermedad, nunca del antídoto", compara Julio, que conoce el virus desde adentro.

Nadie se lo contó. Lo sufrió y lo analizó detrás de las rejas. El antídoto, para él y sus compañeros y compañeras, es bajar el índice de delito y de reincidencia enseñándoles a trabajar a los presos. Ofreciéndoles una salida laboral. Ayudándolos a encontrar un oficio que les guste, que los incluya.

Kbrones es director nacional de un programa nacional de cooperativismo en cárceles. Ofrece capacitaciones en el oficio dentro de las unidades y en diferentes cooperativas: “Tratamos de empoderar mucho el oficio. Damos una charla teórica de lo que es una cooperativa, pero después apostamos a encontrar el talento de cada preso. A que se embarren. A enseñarles que si quieren plata, tienen que generar su plata pero trabajando: poniendo la mano en el arado”.

En esta pandemia, mientras el empleo en el sector privado bajó a los niveles de 2002, Kbrones logró incorporar a seis liberados y una liberada. Siete personas que en esta crisis consiguieron un trabajo digno al mismo tiempo en que el mundo se desploma.

"El tema de las cárceles es como el del virus; siempre están hablando de la enfermedad, nunca del antídoto."

Usando otro término de salud pero en el ámbito que conoce, Julio asegura que en el sistema carcelario hay una mala praxis desde hace 200 años. Y que por eso hay que darlo vuelta: solo se necesita decisión y voluntad política para hacerlo.

Nos merecemos todos una oportunidad –analiza Julio–. También el Servicio Penitenciario. Hay que cambiar una lógica, una cultura de la violencia a través de la educación, de la formación de una persona”. Cuenta una escena que ilustra ese paradigma de la violencia que ningún Gobierno logró desarticular: “¿Sabés qué? Cuando en una cárcel te duele la cabeza y pedís una aspirina, ningún penitenciario te da bola. Para que te la den necesitás hacer un motín. Y una vez que armaste todo ese quilombo, viene un oficial y te pregunta: ‘¿qué querés?’. El sistema te enseña que para conseguir lo que vos querés, tenés que usar la violencia. Por eso digo que la cárcel, en definitiva, es el reflejo de nuestra sociedad”. 

Como a muchas personas que entienden que esta crisis deberá dejar algo positivo, en Kbrones esperan que la pandemia al menos sirva para eso: para repensar ciertos modelos agotados y empezar a cambiarlos.