Comarca Andina: cenizas, dolores y promesas quedan

por Gioia Claro
Fotos: Gioia Claro
09 de marzo de 2022

Se cumplió un año de uno de los incendios más destructivos de la historia argentina. Tres vidas humanas quedaron en el camino, miles de hectáreas destruidas y unas 600 casas consumidas por el fuego. Sensaciones en primera persona después de haber vivido el infierno desde adentro.

El 9 de marzo de 2021, en la Comarca Andina del Paralelo 42, al noroeste de Chubut, se produjo uno de los incendios más destructivos (en cuanto a población afectada) de la historia argentina. 

Aquel martes de verano, cerca de las 16, una gran columna de humo se divisó en la parte alta del Paraje Las Golondrinas. En pocos minutos ya nos podíamos dar cuenta de que avanzaba más rápido que otros incendios. Se escuchaban explosiones a lo lejos. “Las garrafas de las casas”, me dijo un vecino que miraba conmigo cómo el fuego se acercaba, de norte a sur, hacia donde estábamos nosotros. 

Los incendios no son algo inusual. Lamentablemente, todas las temporadas de verano vemos cómo arden los bosques milenarios que nos rodean. Por negligencia, intencionalidad o desidia, el fuego va dejando, año a año, miles de hectáreas de bosques nativo reducidos a cenizas. Pero ese día avanzaba demasiado rápido y sabíamos que lo hacía sobre las casas de amigxs y vecinxs. 

Mientras la gente se acercaba con herramientas y agua a la zona del primer foco, a eso de las 18 un segundo foco infernal se desató unos pocos kilómetros al oeste, en la zona del Cerro Radal. Allí otro gran hongo de humo parecido al de una bomba nuclear terminó de hacernos dar cuenta que lo que estaba ocurriendo era un desastre incontrolable. “Nos prendieron fuego”, “decidieron quemarnos a todos”, “no puede ser, no puede ser”. Ésa parecía la única explicación para lo que estaba ocurriendo.

 

Tormenta de fuego

Los brigadistas que se encontraban atacando el primer foco vieron desde arriba el segundo y cuando intentaron llegar hasta allí, sus autos particulares explotaban al tiempo que ardía la base del Servicio Provincial de Manejo del Fuego (SPMF) de Las Golondrinas. Para las 19 ya no existían el refugio de la brigada, ni los barrios Ecoaldea, Bosques al Sur y El Pinar/Parcela 26. La gente se fue autoevacuando como y donde pudo.

El escenario es impactante. Los pinares arden feroces, con llamaradas de varios metros de altura que se escucan chispear desde lejos. Vientos de 90 y 100 km/h, fuego de un lado y otro de la ruta. Todo envuelto en llamas. Personas que salen corriendo, cargando lo que pueden. Otros se quedan mirando cómo sus casas desaparecen en esa gran fogata que lo funde todo. 

Muchas casas en ruinas, máquinas, autos, siguen allí, en silencioso testimonio.

En El Hoyo, el fuego amenazaba con llegar desde el norte. El humo era tan intenso que no se podía respirar sin protección. Caían brasas del cielo. Se hacía de noche y alrededor solo se veía fuego. Algunas personas sueltas y familias aguardaban en el gimnasio municipal, muchos esperando por horas tener noticias sobre su familiares y amigos. 

No había luz ni señal telefónica, tampoco agua. No se sabía hasta último momento si también habría que evacuar todo el pueblo. Finalmente, a la 1 de la madrugada se largó a llover. La recibimos como el abrazo más esperado. 

Pero no había llegado a tiempo. Lo que vivimos fue una verdadera tormenta de fuego. 

En el incendio del 9 de marzo de 2021 se quemaron 1.000 hectáreas en Lago Puelo y 14.000 en la Comarca Andina de Chubut. En Las Golondrinas y Cerro Radal el incendio alcanzó, en un par de horas, total o parcialmente 605 viviendas, 107 talleres y 135 galpones

Afectó a 1.555 personas, de las cuales 142 son adultos mayores, 32 con discapacidad y 29 mujeres solas con niñx/s, según el informe oficial leído por Augusto Sánchez, intendente de Lago Puelo, en el inicio de sesiones del Concejo Deliberante. A estas cifras se le suman 30 viviendas/chacras y 120 damnificados directos de la localidad de El Hoyo

 

El día después de la hoguera

Las vidas de todxs quienes habitamos aquí fueron truncadas, trastocadas, vueltas añicos en un abrir y cerrar de ojos. Nadie quería creer lo que estábamos viviendo.

A la mañana siguiente estábamos en la posguerra. El paisaje era desolador. Aquello había sido desesperante, pero lo que seguía, la vida misma, no iba a ser fácil de aquí en más.

Tres personas perdieron la vida. 

El poblador de Lago Puelo José Luis Rivero, de 68 años, quien estuvo varios dias internado por las graves quemaduras que recibió en los incendios. 

Sixto Garcés, de El Maitén, que fue alcanzado por el fuego cuando intentaba sacar a los animales del corral. 

María Briones del barrio Ecoaldea, fallecía el 14 de marzo a raíz de las quemaduras sufridas. 

Sus familias y vecinxs no olvidamos. 

 

Cacería vecinal y territorio militarizado

A los pocos días del incendio, el 13 de marzo, se hizo presente en la zona el presidente Alberto Fernández prometiendo una ayuda económica extraordinaria de más de 500 millones de pesos. Con la sensibilidad a flor de piel por lo vivido, un grupo de vecinos se acercaron a interpelar a la comitiva y reclamar contra la megaminería promovida por el propio Ejecutivo nacional.

La noticia de que el gobernador Mariano Arcioni era parte de la comitiva indignó a los manifestantes y también a quienes acompañaban el reclamo por la reconstrucción de sus hogares. En la puerta de la Dirección de Cultura de Lago Puelo se produjo un forcejeo a la salida del Presidente, que terminó con la rotura de la luneta del furgón de Parques Nacionales que trasladaba a la comitiva oficial. 

Como resultado de ello, a los pocos días el ministro de Seguridad provincial, Federico Massoni, realizó una serie de allanamientos irregulares contra un grupo de vecinxs supuestamente identificados durante la protesta. Fueron 12 las personas acusadas por los incidentes, algunxs incluso que ni siquiera se encontraban allí. Un año después siguen judicializadxs.

Por negligencia, intencionalidad o desidia, el fuego va dejando, año a año, miles de hectáreas de bosques nativo reducidos a cenizas. Pero ese día avanzaba demasiado rápido y sabíamos que lo hacía sobre las casas de amigxs y vecinxs.

En julio, cuando aún muchxs vecinxs, familias enteras no tenían dónde dormir y acampaban bajo nylon junto a lo que quedaba de sus hogares, la cara visible del Estado fueron decenas de efectivos policiales. Montados a caballo, en motos y camionetas, fuertemente armados junto al ministro Massoni (en campaña electoral), recorrían los barrios afectados de día y de noche amedrentando tanto a pobladores como a las personas que, de manera solidaria, se acercaron desde el día posterior al incendio a colaborar con la reconstrucción de hogares y la contención de las miles de personas que trataban de recomponer sus vidas luego del desastre. 

¿La excusa? Buscaban supuestos “prófugos” de la Justicia y “relevaban” a los habitantes. Un vecino de Ecoaldea, barrio que hoy renace de entre las cenizas, contaba entonces: “La Policía se metió en mi terreno sin orden de allanamiento, en actitud intimidante y con armas de grueso calibre como si estuviéramos en falta. Mi pareja le estaba dando la teta a nuestra beba y se pusieron insistentes para que salga porque ella perdió el documento. No les importó nada. A los que nos estaban encuestando les pedí que se alejaran y la respuesta fue una mujer policía que me apuntó con su arma larga”. La presencia policial y militar en los barrios, pasó a ser parte de la dura postal que dejó el incendio. Política de Estado.

Un año después, miramos a nuestro alrededor, recorremos los barrios. Casitas “de emergencia” entre los troncos quemados que yacen aún en el suelo o permanecen de pie como grandes bosques negros. Muchas casas en ruinas, máquinas, autos, siguen allí, en silencioso testimonio. 

También siguen allí los postes de luz y el tendido eléctrico en total abandono, algunos apoyados en las ramas de los pinos que no se quemaron, otros inclinados, apenas sujetados por un pequeño palo puesto por algún vecino precavido. 

Todo se quemó, pero una nueva temporada de verano dejó ver claramente que la situación desencadenante no ha cambiado.  A pesar de todo lo ocurrido, la Dirección General de Servicios Públicos chubutense no ha mejorado en nada la infraestructura, tampoco ha incorporado personal ni han mejorado las condiciones de los móviles ni las herramientas necesarias para atender cualquier emergencia o desperfecto. 

“Están abocados a la megaminería y no pueden garantizar los servicios”, había dicho el propio delegado de la DGSP Noroeste, Mauro Palma, el 26 de enero de 2021, menos de dos meses antes de que se prendiera fuego todo.

Tres personas perdieron la vida: el poblador de Lago Puelo José Luis Rivero; Sixto Garcés, de El Maitén; y María Briones del barrio Ecoaldea.

 
En busca de las causas y los responsables

Hubo un primer informe pericial realizado por la División Investigación de Siniestros de la Superintendencia Federal de Bomberos, dado a conocer en julio. En el mismo se estableció como primera hipótesis la “incidencia térmica producto de la línea aérea de media tensión sobre la conífera de los árboles adyacentes...”, en el caso del foco iniciado en la parte alta de Golondrinas; mientras que quedó abierta la hipótesis de inicio del segundo foco en Cerro Radal, ya que solo se sugirió la posibilidad de que fuera causado por “un elemento capaz de generar una llama libre, tal es el caso de un encendedor (...) que tomara contacto con el material subdividido, como ser hojarasca, pinocha, etc., es decir de cierta facilidad combustiva”. 

Hasta el momento, el fiscal a cargo de las causas que investigan ambos focos, Carlos Díaz Mayer, no ha respondido al pedido junto a colegas de información acerca del estado de las causas iniciadas y los avances de la investigación. 

A raíz de las medidas tomadas por la fiscalía, fue noticia para lxs pobladores de la localidad enterarnos que la DGSP había aprobado años atrás un acuerdo para que el Municipio de Lago Puelo (en la anterior gestión, con Raúl Ibarra como intendente), recibiera el 50% del presupuesto para el mantenimiento de la red eléctrica. 

“Nunca lo realizaron, según el informe de nuestros técnicos, porque de haberse hecho la limpieza en el sector se podría haber evitado su propagación”, contaba el jefe de la regional noroeste de la DGSP y dirigente del sindicato luz y fuerza, Mauro Palma, ante un medio local, luego del allanamiento de la delegación. Esto también aún está siendo investigado por la fiscalía de Díaz Mayer.

Los motivos siguen siendo los mismos: las chispas y fuegos iniciados por los cables en contacto con las ramas, o la sobrecarga de los transformadores, las forestaciones de pino sin control ni mantenimiento, la falta de agua.

Unos días antes de Navidad se desató un incendio muy cerca de donde se había iniciado el segundo foco aquel 9 de marzo. Vimos arder el Cerro Currumahuida y supimos que esta vez también había sido provocado por la caída de un árbol sobre el tendido eléctrico. 

 

Sentires frente al Estado

Es difícil dar cuenta de tanto en unos pocos párrafos. Antes de ponerme a escribir, fueron días y días de recordar, revisando los videos, las fotos, los propios audios que enviamos a nuestrxs vecinxs o que recibíamos de ellxs con la impotencia desesperada a flor de piel: “Nos fuimos corriendo porque se nos venía el fuego encima, no sé si se salvó mi casa”, “Estamos tratando de ir para allá pero no nos dejan pasar”, “Salimos con lo puesto, teníamos el fuego sobre nosotros”, “No sé dónde está mi compañera con los niños”. 

Volver a revivir cada una de las situaciones que fuimos viviendo en el barrio, ver lo poco que se ha avanzado, que la Brigada de Incendios que Arcioni prometió que comenzarían a reconstruir en abril, recién en enero de este año vio llegar las obras, los módulos “de emergencia” recién se comenzaron a ver a los seis meses y aún hay módulos por ser entregados. 

Lo que se activó en pequeña y gran escala fue la solidaridad de la gente de la Comarca y tantxs otrxs que desde lugares lejanos hicieron llegar su ayuda. Cientos de personas yendo y viniendo con donaciones, ayudando a reconstruir las casas, conteniendo.

Un año después, todo lo que llegó sirvió pero no alcanzó. Todo lo que no llegó, se notó. Lo que no se hizo, también. La sensación de que lo vivido no es algo que no pueda volver a ocurrir, sigue presente.

Hasta el momento, el fiscal Carlos Díaz Mayer no ha respondido al pedido junto a colegas de información acerca del estado de las causas iniciadas y los avances de la investigación.

Desde Nación se enviaron cerca de 400 millones de pesos

*75 millones de Aporte del Tesoro Nacional (ATN) para atender la emergencia de manera directa (camiones de agua, compra de mangueras, camiones con ripio y compras menores); 

*36 millones fueron divididos en ayudas de 400 mil pesos para refacciones y reparaciones de viviendas con daños parciales;

*250 millones fueron presupuestados para la construcción de 250 “módulos de emergencia”. 

Al día de hoy, hay alrededor de 70 módulos entregados, unos 60 en terminación y los que restan entregar, habrá que ver cómo se realizan con ese presupuesto un año después y con la incidencia de la inflación encima. También se entregaron ayudas económicas de 15.000 y 30.000 pesos desde el Instituto Nacional del Teatro y el Ministerio de Cultura para algunxs de los cientos de artistas y artesanxs damnificados. 

De parte del Gobierno provincial que conduce Mariano Arcioni, de ayuda económica solo llegó un millón de pesos, para “uso directo” al Municipio de Lago Puelo. Duerme en la Legislatura el pedido de traspaso de tierras fiscales de la Provincia a los municipios, lo que permitiría la regularización de las parcelas.

 

Territorio de sequía

La escasez de agua para abastecer a las localidades de El Hoyo y Lago Puelo se hizo notar este verano con cortes programados diarios que se continuaban con cortes por problemas en la captación y distribución, dejando durante días a la gente sin esté bien básico para sostener la producción, las necesidades básicas o dar respuesta a cualquier inicio de incendio. 

Lo que se activó en pequeña y gran escala fue la solidaridad de la gente de la Comarca y tantxs otrxs que desde lugares lejanos hicieron llegar su ayuda.

El Municipio de Lago Puelo fue abasteciendo con camiones de agua a las pobladoras y los pobladores que tenían algún reservorio, pileta, tanques australianos. La recolección de agua del arroyo que abastece al paraje Las Golondrinas y a El Hoyo se terminó de conectar  “provisoriamente” recién en enero de este año y ya ha presentado varios problemas de funcionamiento. 

También en enero se comenzaron a construir los puntos de reservorio y abastecimiento en algunos puntos de las dos localidades, para el ataque de eventuales eventos ígneos. Se anunciaron grandes obras de mejoramiento. Por ahora son solo anuncios.

Los cortes de luz “programados por fuertes vientos” fueron el anuncio tragicómico de la DGSP, a modo de solución preventiva, durante el verano. Pese a esto, fueron varios los principios de incendio a causa de sobrecargas o el contacto de los cables con las ramas que tuvieron que apagar lxs propixs vecinxs, en estado de alerta permanente. 

Todo sigue igual, o peor. Las promesas nunca dejan de aparecer, como el reciente anuncio de una gran inversión para el soterramiento de la línea de media tensión que provee a las localidades de la Comarca. Se supone, además, que el magnate Joe Lewis financiará parte del proyecto.

 

Sobrevivir para seguir gritando

Nadia, vecina de El Pinar, decía días atrás: “Pasó un año y una se siente casi como ese día. Ya hace un año que nos quedamos sin casa, sin huertas, sin taller de trabajo, sin recuerdos, sin juguetes, sin nuestras mascotas... Hace un año que no podíamos respirar de tanto humo, hace un año la vida nos presentaba otra oportunidad de vivir. Y aquí estamos, aún dolida, aún intentando que la angustia no nos invada cada día, poniéndole el pecho para seguir, las manos y la fuerza para reconstruir nuestra casa. Así y todo, haciendo la vida, esa vida que no va a volver a ser la misma, esa vida que te arrancan de un segundo”.

Sobre las consecuencias: “Sigo culpando al Estado de esta catástrofe que dejó muchas familias en la calle, sigo culpando del abandono a la gente que debería habernos ayudado, sigo gritando 'No a la megaminería', sigo exigiendo agua para los barrios y sigo abrazando cada día a mis hijes para que nunca más sientan miedo a morir y puedan vivir en paz”. ¿Y su hogar? “Tengo el módulo pero lo estoy acomodando porque me lo dejaron armado así nomás, está lleno de agujeros, un desastre”.

Nadia salvó su vida y la de sus hijxs metida en una Pelopincho con algunos centímetros de agua y tapada con chapas. Ese día, un rato antes, estaba revocando las paredes de su casita. 
 

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