Mi Barrio, Mi Mural: el arte que pinta paredes y memorias
El Gobierno porteño lanzó la convocatoria “Mi Barrio, Mi Mural”, dirigida a artistas para intervenir muros porteños con obras que reflejen la identidad barrial. Entre la gentrificación, la falta de espacios culturales y la resistencia vecinal.
En un contexto cada vez más signado por la gentrificación y el extractivismo urbano, el Gobierno de la Ciudad lanzó la convocatoria “Mi Barrio, Mi Mural”, dirigida a artistas emergentes para intervenir muros porteños con obras que reflejen la identidad barrial, aunque también pueden colarse críticas y denuncias por el mal llamado desarrollo urbano, la destrucción del patrimonio, la falta de espacios culturales y la resistencia vecinal. La propuesta abre un debate: ¿de quién son las paredes y qué historias cuentan cuando la pintura la pone el barrio?
Las paredes de Buenos Aires siempre hablaron. Lo hicieron en los años oscuros de la dictadura, con mensajes clandestinos de resistencia. Lo hacen hoy en cada esquina donde un mural recuerda a un pibe asesinado por gatillo fácil o a una madre que lucha por justicia. La ciudad, en definitiva, es también un lienzo colectivo.
La convocatoria “Mi Barrio, Mi Mural”, anunciada este 1° de abril, busca sumar a artistas emergentes a un mapa urbano que se expande con colores y memorias. La consigna es simple: que cada obra dialogue con la identidad del barrio donde nace. Pero el trasfondo es más complejo: el arte público, muchas veces domesticado por las instituciones, puede ser también una herramienta de disputa, un grito pintado frente a la indiferencia oficial.
En barrios donde los centros culturales cierran y los alquileres expulsan, la pared se convierte en refugio y altavoz. Los murales no solo embellecen: denuncian, recuerdan, reescriben la historia desde abajo. El riesgo es que la iniciativa estatal transforme esa potencia en postal decorativa.
“Mi Barrio, Mi Mural” puede ser una oportunidad: si los artistas se animan a contar lo que duele y lo que late en las calles, si las paredes siguen siendo del pueblo y no solo un decorado turístico. Al fin y al cabo, cada brocha que se hunde en un balde de pintura está también escribiendo una crónica sobre quiénes somos y quiénes queremos ser.