La mortandad de peces en el Río Salado y la contaminación de las aguas, encendió las alarmas en Santa Fe. Mientras el gobierno local intenta minimizar el desastre ambiental, un informe científico alerta sobre los ríos envenenados por agrotóxicos, y exhorta a remediar y restaurar la cuenca de la presencia de sustancias tóxicas para la salud de la vida silvestre y ecosistémica, incluida la humana.
En diciembre de 2020 un manto de peces muertos fueron la escenografía dominante en el río Salado. En la provincia de Santa Fe podía verse el desfile de especies sin vida (fundamentalmente de sábalos) flotando en la superficie. Venían de “aguas arribas” y se “mostraban” por la costanera de la ciudad de Santo Tomé.
Las explicaciones del triste fenómeno no demoraron en aparecer: “Falta de oxígeno por la histórica bajante”, dijeron desde las esferas oficiales; “presencia de agrotóxicos debido a que las lluvias –que ocurrieron por esos días- arrastran hasta el cauce del río lo que queda depositado en la tierra”, denunciaron ambientalistas.
¿Qué fue lo que sucedió?
Un informe generado por científicos investigadores del Laboratorio de Ecotoxicología de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral, brindó una serie de datos contrastables. Los responsables del trabajo fueron el Dr. Rafael C. Lajmanovich (Inv. Principal CONICET; Prof.Tit. Cat. Ecotoxicología), la Dra. Paola M. Peltzer (Inv. Independiente CONICET; Prof. Adj. Cat. Ecol. de la Restauración) y el Dr. Maximiliano A. Attademo (Inv. Independiente CONICET; Prof. Adj. Cat. Ecología).
Los sábalos elegidos al azar para ser analizados tenían “comportamientos de natación erráticos y respiración prolongada en la superficie del agua (moribundos)”
Para llegar a las conclusiones que obtuvieron, se llevó a cabo un muestreo del agua, de sedimentos y de tejidos de los sábalos en los cursos de agua del río Salado en el departamento La Capital, que fue organizado por la Procuración General de la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe. Del mismo se labró un acta de constatación en el cual participaron diferentes funcionarios judiciales.
Se respetaron todas las normativas especificadas para este tipo de trabajo. Se utilizaron guantes descartables; el sedimento se recolectó con palas estériles y fue colocado en bolsas de polietileno estériles con cierre hermético. Las muestras de agua fueron colocadas en botellas de vidrio y plástica para luego realizar los análisis ulteriores bacteriológicos, físicoquímicos y de residuos de plaguicidas.
Los sábalos elegidos para ser analizados fueron al azar. Se trataron -como relata textualmente el Informe entregado a la Procuración General de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Santa Fe- de especies “con comportamientos de natación erráticos y respiración prolongada en la superficie del agua (moribundos)”.
Las muestras de agua fueron trasladadas al laboratorio del ENRESS, Rosario; y las de sedimento y tejidos a la facultad de Ingeniería Química de la UNL de la ciudad de Santa Fe.
RESULTADOS EN EL AGUA
Luego de analizar el agua recolectada, el laboratorio del ENRESS, Rosario, informó que los valores de pH obtenidos fueron normales; y los de oxígenos fueron muy bajos, “por debajo de lo límites aceptables para la biota acuática y para uso recreativo“. Y se explicaron por la relación temperatura y humedad, aunque también se aclara que estos parámetros “deben interpretarse con cautela debido a que las muestras de agua fueron tomadas luego de precipitaciones mayores a 58 mm durante la tarde y noche del día anterior”.
Esta relación –que se explica detalladamente en el informe-, además de la bajante histórica por la ausencia de lluvias, hizo disminuir la presencia de oxígeno. Sin embargo, ¿es esta la única razón?
“Hoy, el fondo de un río que desemboca en el Paraná, tiene más glifosato que un campo de soja“.
Lo cierto es que este el dato que tomaron algunos funcionarios de la Provincia de Santa Fe para cerrar la discusión y –de manera simplista y ocultando parte de la información- negar que la muerte de peces ocurrió -también- por la contaminación con agrotóxicos en los cursos de agua. Así lo redujo a su mínima expresión el subsecretario de Recursos Naturales de la provincia, Gaspar Borra, cuando indicó que “la mortandad de peces se debió al fenómeno denominado hipoxia, que es un fenómeno que se puede dar tanto en verano como en invierno y que se potencia por las condiciones hidrométricas (bajante) y climáticas"; y que se trataba de “un fenómeno natural por la bajante pronunciada histórica y extraordinaria, sumado a la poca lluvia y el calor".
Borra fue más allá y afirmó que los contaminantes "están muy por debajo de los valores establecidos en la ley nacional. Son sólo 6 microgramos por cada litro de agua, cuando la ley en nuestro país indica un máximo de 90 microgramos".
Si bien es cierto que en el estudio realizado por los investigadores de la UNL se detectaron restos del insecticida en concentraciones entre 30 y 80 miligramos, y -en menores cantidades- del herbicida 2,4-D en las branquias y en el hígado del pez sábalo, un dato importante a considerar es el que tiene que ver con los resultados que surgieron sobre esos plaguicidas encontrados el agua y en los bronquios de los pescados analizados.
La cantidad de glifosato hallada en ese momento en los cursos de agua del río Salado fueron mayores a los niveles guía de calidad de agua de riego.
Existen estudios previos sobre la presencia de contaminantes en el río Paraná. El trabajo realizado en 2016 por el Dr Damian Marino, la Dra Alicia Ronco y otros investigadores de la Universidad nacional de La Plata, detectó niveles de glifosato similares a los de campos destinados al cultivo de soja. El mismo Marino, en 2019, afirmaba que “los niveles de glifosato y de AMPA (metabolito en la degradación del glifosato) hallados en la cuenca son unas cuatro veces las concentraciones que pueden encontrarse en un campo sembrado con soja. Hoy, el fondo de un río que desemboca en el Paraná, tiene más glifosato que un campo de soja“.
Sin embargo, los estudios sobre la contaminación con agrotóxicos en el río Salado son escasos. Pueden mencionarse los realizados en 2014, en la ciudad de San Justo, cuando se estudiaron canales de desagües urbanos y rurales en los alrededores de la ciudad, donde se encontró glifosato, AMPA y atrazina. La cantidad de glifosato hallada en ese momento en los cursos de agua del río Salado fueron mayores a los niveles guía de calidad de agua de riego.
El trabajo concretado en 2020 viene a sumarse a los pocos realizados en este río. Una de las especies que más sufrió la mortandad a finales del año pasado en el río Salado fueron los sábalos. Este hecho debe relacionarse -indefectiblemente- con las características de este pez, quien se alimenta -fundamentalmente- del barro.
Si bien no existe legislación en cuanto al nivel permitido de un componente químico en el lecho de los ríos, el informe elaborado por los investigadores de la UNL considera importante resaltar que “una de las especies más afectadas en las mortandades masivas del río Salado suele ser el sábalo”, y aclaran que “existen trabajos científicos del INALI-CONICET que indican que en la cuenca inferior del río Salado sus poblaciones viven en condiciones ambientales estresantes”.
En las muestras de sedimentos del río Salado recolectadas en los meses de noviembre-diciembre de 2020 se obtuvieron valores detectables del herbicida glifosato que -según queda explicitado en el informe- puede explicarse con el fenómeno que se produce luego de las lluvias, donde estos químicos drenan hacia arroyos, ríos y lagunas.
RESULTADOS EN LOS PECES
En las branquias e hígado de los sábalos recolectados se encontró el herbicida 2,4-D; un componente que se utiliza principalmente en la fase previa a la siembra de soja y maíz transgénicos. También se observó la presencia de un potente y letal insecticida organfosforado conocido como clorpirifos, uno de los insecticidas de amplio espectro más utilizado en Argentina, principalmente en cultivos de soja, maíz, trigo y girasol . Resulta importante destacar que la Unión Europea prohibió el uso de clorpirifos por ser causante de diversos males.
Se deberá remediar y restaurar la cuenca, de la presencia de sustancias tóxicas para la salud de la vida silvestre y ecosistémica, incluida la salud humana.
En los sábalos, moncholos y viejas del agua analizados, se detectaron –según consta en el informe- “movimientos de natación erráticos (convulsivos, torsión eje-axial, aletargamiento y espasmos posteriores) y respiración prolongada en la superficie sobre la margen del río. En los ejemplares eviscerados se observó agrandamiento de la vesícula biliar, distensión intestinal sin alimento, hígado amarillento, mientras que externamente se detectó pupila dilatada, hemorragia epidérmica y falta de mucus”.
La presencia de estos componentes es la causante de muertes masivas de fauna acuática -en especial de peces- y lo hallado a fines del año pasado en la cuenca del río Salado es similar a lo que se encontró en los peces muertos de una de las cuencas más afectadas por la contaminación agropecuaria del país, como lo es el Río Pergamino.
CONCLUSIONES
Los investigadores de la UNL fueron tajantes: afirman que no se puede descartar que la presencia de agroquímicos en una cuenca durante un evento de mortandad masiva de una especie, en sitios distintos y muy alejados, no esté afectando la supervivencia de peces en condiciones ambientales extremas, como las que ocurrieron durante las mortandades masivas de 2020.
Los investigadores exhortaron a producir con modelos de producción sustentables, no contaminantes, como los agroecológicos, y con participación social”.
Ante estas aseveraciones recomendaron un “monitoreo más exhaustivo y con continuidad espacio-temporal sobre la presencia de desechos agrícolas (agroquímicos y fertilizantes) tanto en agua, sedimento y tejidos de peces a lo largo de la cuenca del Río Salado, principalmente en especies de interés comercial que sirven de alimento a las poblaciones locales”.
Y fueron más allá: al final de este importante y necesario trabajo, exhortaron a las autoridades a “remediar y restaurar la cuenca, de la presencia de sustancias tóxicas para la salud de la vida silvestre y ecosistémica, incluida la salud humana”, exhortando para ello “fomentar modelos de producción sustentables, no contaminantes, como los agroecológicos, y con participación social”.
Aún así, el gobierno de la provincia de Santa Fe continúa afirmando que la mortandad de peces se debió a otros motivos. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
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