El defensor del cielo

por Agustín Colombo
11 de marzo de 2016

Este jueves, cuando Roberto Perfumo se fue de las canchas, de las calles y de los bares y subió a los cielos, San Pedro lo recibió en la puerta con el saludo protocolar y la pregunta que le hace a todos los que llegan hasta allí:

--¿Oficio?
--Futbolista --respondió.
--¿Posición?
--Zaguero central.

San Pedro, acostumbrado a que cada tanto llegaran hombres de ese oficio, le dijo que hiciera jueguito o alguna acrobacia para comprobarlo.

Pero cuando le tiró la pelota, Perfumo se la devolvió. Se la tocó suave, al ras de las nubes, y le lanzó un desafío:

--Tomá, gambeteame --le dijo.

San Pedro, un hábil diez que volaba por los cielos, dueño del aire y del viento, aceptó el convite con una mueca de satisfacción. Intentó una, dos, cien veces. Pero nunca pudo pasarlo. Hasta que se dio por vencido, se sacó los botines, le dio la bienvenida y lo hizo pasar por la puerta de los héroes. Cuando Perfumo entró, San Pedro le pidió que se quedara ahí, casi en la entrada.

--Usted tiene que defender esta puerta --le indicó.

El hombre de las piernas de acero y la sonrisa de ángel, al que en la tierra llamaban Mariscal, se convirtió así en el defensor del cielo.

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