IMPACTOS DE LA COMIDA CHATARRA

por Revista Cítrica
23 de octubre de 2012

Sanitaristas mexicanos advierten que la comida chatarra consumida por niños y jóvenes constituye un problema de salud pública ante el cual la respuesta del Estado debería consistir en la promoción masiva de una alimentación sana.

Al mismo tiempo, alegan que las gaseosas o refrescos son uno de los productos más demandados en México, de modo que un mexicano consume aproximadamente 150 o 160 litros de gaseosas por año, lo cual equivale a medio litro diario. En consecuencia, este país es el segundo consumidor de refrescos en el mundo. El primero es Estados Unidos, con 216 litros de gaseosas per cápita al año; Irlanda ocupa el tercer lugar con 126 y Canadá el cuarto con 120 litros, mientras Japón, que está en el lugar 19, registra sólo 21.6 litros.

En conjunto, cantidades inmensas de azúcares y harinas refinadas, así como también de grasas saturadas y sal, ya han generado problemas serios de salud pública y de seguridad generacional, porque derivan hacia una masa de seres obesos –con enfermedades relacionadas: de tipo coronario, diabetes, hipertensión, ateroesclerosis, algunos cánceres, etcétera– de una magnitud tal que no hay presupuesto que pueda atenderlos, dado que todas esas enfermedades son incurables e incapacitantes. En el pasado, se producían en la etapa posproductiva de las personas, a los 60 o 70 años de edad, pero ahora se observan en el mundo ampliamente en los ciclos productivos y, aún más grave, en la niñez y juventud.

En una entrevista, Abelardo Ávila Curiel, investigador del área de Nutrición del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, afirmó que la situación que se vive es tan grave que debería considerarse como una “epidemia, o más bien una epidemia brutal con proyecciones apocalípticas. Asimismo, el país es número uno en obesidad infantil a escala mundial; registra la tasa de crecimiento más alta de la historia de diabetes y morbilidad por esa enfermedad. En 2011 murieron en México alrededor de 250 mil personas por enfermedades crónicas no transmisibles, y se observan daños metabólicos ya en niños de la escuela primaria, que los predisponen a la diabetes”.

Paradójicamente, la población infantil rural vive una doble desgracia: desnutrición y obesidad. Según el artículo “La ruta de las bombas de azúcar” publicado por la Revista del Consumidor, un litro de gaseosa común contiene 27 cubitos de azúcar: si uno bebe cerca de medio litro de tal bebida diariamente, ingiere alrededor de 14 cubos de azúcar por día.

El documento “Prevención de la obesidad y las enfermedades crónicas, una política de Estado”, del 8 de agosto de 2011, que la Secretaría de Salud mexicana elaboró y que, debido a las presiones de la industria alimentaria, quedó como borrador de circulación restringida, planteaba propósitos que deberían estarse cumpliendo en 2012. Entre ellos, decía, estarán en marcha acciones concretas que permitan a la sociedad un viraje hacia un mejor consumo de bebidas y alimentos y un incremento de la actividad física, deteniendo el sobrepeso y la obesidad en niños y jóvenes.

El texto, que preveía para este 2012 una labor educacional profunda para que la sociedad pudiera diferenciar una alimentación sana de la que no lo es, establece que habría una ”política de Estado integral “para “contribuir a la sustentabilidad del desarrollo nacional, al revertir la epidemia de enfermedades crónicas no transmisibles que enfrenta el país derivadas del sobrepeso y la obesidad”. Todo eso quedó frustrado.

Entre los datos mencionados por el documento y que hacían sonar la alarma están:

• En el mundo, 1.700 millones de personas sufren obesidad y 312 millones presentan sobrepeso. México es el segundo país más obeso del orbe. En 2006, el 39.5 por ciento de los hombres y 31.7 de las mujeres presentaban obesidad, y por tanto ésta y el sobrepeso son los principales problemas de salud pública del país. Además, México ocupa el primer lugar global en la tasa de aumento de ambos problemas.

• Durante 2006, unos 2.350 millones de dólares fueron destinados a los servicios de salud para la atención de la diabetes, enfermedades cardiovasculares, cerebrales y cánceres relacionados con el sobrepeso y la obesidad. Muy seguramente la cifra está subestimada, pero representó el 11 por ciento del total del presupuesto público de salud.

• Las enfermedades de la obesidad son crónicas e implican por tanto incapacidad de los enfermos y erogaciones monetarias constantes de las familias.

• Entre 1984 y 1998, la población mexicana redujo en 29.3 por ciento su compra de frutas y verduras; en el mismo período el gasto en hidratos de carbono refinados aumentó en 6.3 por ciento y el de bebidas azucaradas lo hizo en 37.2. Ello puede interpretarse como “éxito mercadológico” de las industrias alimentarias.

• Según las Encuestas Nacionales de Nutrición en el área rural, de 1957 a 1968 se registró el consumo de 20 productos industrializados en ese ámbito, para 1979 sumaban 21 y en 1989 eran 18. Esto es, hubo cero crecimiento en 32 años. En la encuesta realizada en 2004 se encontraron 96 productos, lo que representa un aumento de 300 por ciento en 15 años o un 60 por ciento anual.
Galletas, pastelitos, pastas refinadas, frituras, lácteos con alto contenido de azúcar y refrescos y bebidas muy azucaradas están entre los productos cuya presencia ha aumentado en mayor proporción. Esto ha contribuido a aumentar el ambiente obesogénico en el medio rural.

• Al iniciar la escuela primaria, el sobrepeso en los niños se incrementa considerablemente; sólo el 5 por ciento de los niños entre uno y cinco años de edad presenta sobrepeso; a los seis años de edad la presenta el 25 por ciento y a los 11 y 12 la incidencia es del 33 por ciento.

• En las cooperativas escolares, cinco de cada diez niños adquiere un dulce, el 40 por ciento compra una fritura acompañada de una bebida azucarada y sólo dos niños de cada cien prefieren una fruta, pero éstas suelen venderse con azúcar o crema chantillí.

• Los niños son los más vulnerables a la publicidad, pues son los que están más expuestos a los medios de comunicación. El consumo de alimentos de alta densidad energética y bebidas azucaradas ha aumentado ligado a la publicidad, lo cual representa una verdadera presión mercadológica.

• Un dato impactante de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2006 es que entre los adultos 22 por ciento de las calorías provienen de los refrescos y bebidas endulzadas, y el grupo de 19 a 39 años es el que presenta el mayor consumo.

• Además de caracterizarse por el acceso a alimentos de alta densidad energética y bebidas con alto contenido de azúcar, el ambiente obesogénico implica el sedentarismo, la abundancia de comodidades y la falta de ejercicio físico.

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