Violencia de género con complicidad del Estado

por Revista Cítrica
28 de agosto de 2013

Diana Sacayán, activista trans, estaba en bar dentro de la estación de trenes de Laferrere cuando un hombre empezó a insultarla. Diana, naturalmente, respondió, pero finalmente se levantó para retirarse del lugar. El hombre se abalanzó sobre ella, la tiró al piso y empezó a pegarle patadas en la cara hasta dejarla sangrando.

Diana logró escapar y pidió ayuda a tres gendarmes que estaban en la estación. “Llegué pidiendo auxilio y dos de los uniformados se quedaron conmigo. Otro fue a hablar con el tipo que me agredió y lo dejó ir enseguida. Le grité por qué lo soltaban y me empezaron a pegar ferozmente con bastonazos”, explica Diana, que acaba de ser intervenida quirúrgicamente en la nariz y tiene una costilla quebrada.

Los gendarmes seguían golpeándola hasta que ella, desde el piso, les avisó: “Trabajo en el Ministerio de Seguridad”. Enseguida la soltaron y uno de ellos le respondió: “Si trabajás ahí, corré”.

Diana fue a la comisaría 1 de Laferrere. A pedido de ella, la acercaron en un móvil y la dejaron en la puerta de la clínica. “En el hospital no hicieron registro de mi ingreso y cuando volví a la comisaría se negaron a tomarme la denuncia”, relata Diana.

Entonces:

Un hombre agrede ferozmente a una activista trans por su condición de género.
La Gendarmería suelta al agresor y golpea nuevamente a la persona agredida, que ya contaba con lesiones importantes.
La policía se niega a tomar la denuncia y no hace el registro del ingreso de la persona herida al hospital.
“Lo más doloroso es el hecho que ocurran situaciones como estas después de tantos logros obtenidos, de tanta lucha y perseverancia, de ser una luchadora de siempre, con escasos recursos, habiendo producido cambios tan significativos en la agenda de nuestras demandas. A nivel personal, fue un gran retroceso. Yo siento que mis derechos estaban en el piso del tipo que me estaba pateando”, explica Diana.

Marlene Wayar, también activista trans, periodista y psicóloga social, agrega: “Todo esto me hace pensar en lo que genera la diferencia de clase. Diana está trabajando en el INADI, recién ahora tiene un sueldo. Pero ella sigue viviendo en Laferrere, es trava y es morocha. Eso es lo que genera que ocurran estos actos con total impunidad. Nos pasa por pobres, por portadores de un color de piel, por ser rurales y no urbanos, por tener tonada del interior. Porque andamos caminando y no andamos en auto. Estamos en la vida, interactuando, en acción permanente, y eso nos pone en riesgo. No debería ser así”.

Y continúa: “Nosotras nacimos pobres y rurales, y tomamos la acción de hacernos travas, porque eso es una acción. No nos hicimos curas o gendarmes, montamos una acción permanente sobre nuestros cuerpos.

Para seguir este caso, me parece que no tenemos que conformarnos con sacar un comunicado por la web, porque eso es como ir a la iglesia, te tranquliza. Como te dije, nosotras sabemos lo que es la acción y tenemos que realizar acciones concretas, monitorear cómo actúa la justicia, seguir la investigación. Sabemos lo difícil que es para nosotras comunicar a la mayor cantidad de gente sin estar en los grandes medios mostrando el culo o provocando un escándalo.

Este es un caso que podemos tomarlo y convertirlo en caso testigo. No se trata, como suele ocurrir, de una persona que fue violentada y a partir de ese hecho de violencia tomó una actitud militante. Sino que es una persona que ya es una militante con un discurso político articulado, que puede asegurarnos que esto siga su curso hasta llegar a un juicio a quien corresponda”.

Diana se encuentra ahora en pleno proceso post-operatorio, y deberá ser intervenida nuevamente porque respira con dificultad. Presentó la denuncia en la Secretaría de Derechos Humanos y llevó el caso al Ministerio de Justicia.

“Es una indignación muy grande la que tengo, pero la indignación hay que convertirla en acción. Prometo aquí, en este instante, buscar a aquellos que cometieron este acto de violencia institucional para que paguen por lo que hicieron. Yo no me subí a esta empresa de construir un mundo distinto para agachar la cabeza y que los violentos y corruptos sigan haciendo de las suyas. Esta es mi promesa más firme: seguirlos a donde vayan, buscarlos a donde sea para sentarlos en el banquillo de acusados. Esto no puede suceder más”.

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