Gigantes de hormigón

por Revista Cítrica
20 de junio de 2015

Con su mirada personal y cargada de poesía, Lokura de San Telmo recorre la ciudad. Acá, algunos de sus escritos.

GIGANTES DE HORMIGÓN

Gigantes de hormigón,
observan desde su altura el caos generado.
Las venas subterráneas de la gran reina del plata fueron obstruidas.
En la superficie, las armaduras mecánicas colisionan entre sí,
se colapsa el ritmo y la armonía.
Las nubes precipitadas y la pegajosa transpiración del suelo aplastan a los moradores.
Y los gigantes de hormigón se ríen.
Ellos inanimados se divierten.
Los moradores damnifican su presente por la necesidad de cumplir con su deber laboral.
Y los gigantes de hormigón se ríen de todos.
 
NUBE EN EL PARAISO
 
Desarmado, cabisbajo...
camina por el lado descendente,
una incertidumbre de presa recorre toda su columna,
y como flecha se le incrusta en su cima.
En su Venecia no hay góndolas,
en su paraíso no hay palmeras
que lo resguarden del sol.
Cavila y cavila sin poner pausa a su vieja casetera.
Entonces arranca a deambular por el lado ascendente,
levanta la cabeza,
se pronuncia para sí mismo,
aunque no haya palmeras en su paraíso,
siempre se arrimará una nube
para impedir que el sol
deshidrate de quimeras su vieja casetera.


FIESTA Y CIRCO

Fiesta de caretas y antifaces,
nada es lo que parece
y lo que parece no es nada.
Hay muchos buitres en la sala.
Hay también monos bailando por la plata.
El cuervo vestido de frac,
dirige un show decadente.
Detrás de las caretas,
se encuentra gente sin rostro.
La fiesta altera su fisonomía.
El circo muestra a sus peones,
el mago con su galera
y las payasas todas pintarrajeadas.
Fiesta de caretas y antifaces,
por la plata bailan esos caraduras.
Willy Wonka no sabe más que hacer,
con las Barbies no pudo lograr
lo que con Ken le sale bien.
Circo sin final,
le roba la mente a la gente real.

VIAJE COTIDIANO
Las palabras son cortas,
los sentidos son cinco
y no alcanzan para gestar un encuentro cercano.
Los sentimientos del otro lado del mar,
nunca abandonan,
el viaje post-mediterráneo.
Es el viaje cotidiano,
por la carretera del recuerdo.
Cuando transito por la embarrada banquina
siempre hay dos pares de huellas.
De los labios se desprenden versos,
sin ser escuchados,
se dirigen a la vera de su destino.
La vida genera vida
y disfrutarla gasta el tiempo.


LA SEXTA HORA Y CASI UN CUARTO DEL DÍA

A lo lejos observa un hilo de luz,
a medida que aquel destello se aproxima toma fuerza, intensidad, volumen.
Acerca rugiendo y raspando contra el acero su vigoroso cuerpo.
Hay un artesano que lo espera en guardia.
Él sabe que es la sexta hora y casi un cuarto del día.
Intuye que, esa luz, trae consigo un tren.
El coloso metálico resguarda un pecado en sus entrañas.
Detiene su marcha por tres decenas de segundos.
El artesano percibe por una de las ventana la mixtura de los dorados rayos con las verdes perlas.
Cae rendido al efecto visual,
que le causa incógnitas en su revuelto océano.
La maquina silba y empieza a encaminarse hacia su destino.
Los dorados rayos se elevan con la brisa que genera el andar
y las verdes perlas se van perdiendo dirección sur.
El tiempo se hubo paralizado por unos instantes.
En su eternidad, el artesano congeló momentos falsos.
El tren de la sexta hora y casi un cuarto del día se marcha.
Volverá 24 horas más tarde,
siempre con el pecado a bordo.
 

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