El sueño de la rebelión frutal

por Saverio Lanza
09 de noviembre de 2012

Se los denomina Guerrilla Grafters. Algo así como Guerrilleros Injertadores. Se movilizan por diferentes lugares de San Francisco, en EEUU, e intervienen árboles ornamentales. Les injertan ramas de manzanos, naranjos y otros frutales para que los habitantes puedan comer productos naturales gratuitos, directamente de la planta.

Un grupo de jardineros trabaja secretamente en San Francisco, EEUU, omite reglamentos municipales, e injerta retoños de árboles frutales en otros públicos, que son originalmente ornamentales, para producir frutos frescos de granja en zonas urbanas. Las autoridades locales prohíben este tipo de florestas pues afirman que desean mantener las veredas limpias y evitar que diferentes animales ronden esos sectores. Sin embargo, los Guerrilla Grafters tienen otros planes e ideales. Si bien la agrupación carece de líderes o caracterizaciones por el estilo, tanto Tara Hui como Miriam Goldberg son caras visibles de este movimiento que no busca desafiar a la autoridad, sino poner un ejemplo de trabajo. Intentan que, mediante prototipos, se pueda mantener un debate racional y legítimo sobre este tema. La idea es promover la plantación de árboles productivos para que la gente pueda tener libre acceso a frutas frescas, que no hayan pasado por procesos con agroquímicos y de cosechas masivas. Según los Grafters, no se estaba llegando a ningún lado a través de los canales adecuados de conversación con las autoridades. “Nuestro objetivo es demostrar que una cultura de cuidado se puede cultivar desde el principio. Queremos convertir las calles de la ciudad en bosques de alimentos”, afirman. Hasta ahora han injertado unos 50 árboles. Cada uno de ellos tiene su cuidador y cosechador designado. El trabajo de estos guerrilleros dulces ha sido reconocido en la 13 ª Bienal Internacional de Arquitectura de Venecia, Italia, como parte de la exposición llamada “Las intervenciones espontáneas: Acciones de diseño para el bien común”. Muchos aplauden esta desobediencia civil. Sin embargo, otros temen una reacción violenta contra los esfuerzos agrícolas de la comunidad. El proceso del injerto es hacer que una planta se propague en otra artificialmente. En primer lugar se hace una hendidura en el árbol huésped. Entonces se agrega la rama extranjera, tallada en una cuña puntiaguda, y no mayor a unos cinco centímetros. Se unen ambas partes con una cinta aislante y, una vez que se forma el callo que cura la inserción, se conecta, y esta rama extranjera se convierte en parte del árbol huésped.

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