La condena que no cesa

por Jésica Farías
19 de junio de 2017

El documental La Cena Blanca de Romina retoma la historia de Tejerina 15 años después de que la condenaran a prisión. Lo que cambió y lo que no. La lucha por el aborto Legal, Seguro y Gratuito más presente en la sociedad pero sin respuestas del Estado. Y una Justicia que juzga a la mujer violada en lugar de al violador.

El cuerpo de una mujer como una cosa que se puede usar y desechar. La Educación Sexual que el Estado no llegó a dar y lamentablemente la iglesia sí. La imposibilidad de abortar. Gobernantes que sostienen que “no hay violación si la mujer no quiere”.  “Son los elementos de la tragedia, están todos presentes”, reflexiona Olga Viglieca, guionista de La cena blanca de Romina, documental acerca del caso Romina Tejerina, la joven jujeña violada que fue obligada a tener a su hija y luego pasó diez años presa condenada por su asesinato. Mientras Olga habla, la función de prensa en el cine Gaumont llega a su fin. La pantalla muestra calles desbordadas de mujeres, lesbianas, travestis y trans en lucha que movilizan la esperanza. En la sala, los corazones laten acelerados.  Y entre las palabras de la guionista y el dolor por esa historia que ya conocemos, pero ahora vemos ampliada en la pantalla grande y de la que nos enteramos y sorprendemos por otras aristas, se imponen las preguntas: ¿No evolucionamos? ¿Cómo puede ser que se siga condenando socialmente a Romina? ¿Cómo puede ser que la Iglesia aún tenga licencia para meterse en la Educación Sexual de las personas?¿Cómo puede ser que el Aborto aún no sea Legal, Seguro y Gratuito?

Francisco Rizzi, co-director de la Cena Blanca de Romina junto a Hernán Martín,  contesta con otra pregunta: “Lo que hay que preguntarse es cómo se llega a una situación extrema de esas características en donde se juzgó a la víctima, en vez de juzgar al conjunto de un régimen social que permite que una chica llegue a esa situación y que el violador haya sido liberado al mes”. Y al violador Eduardo “Pocho” Vargas se lo benefició con un juicio veloz, plagado de prejuicios y una rápida absolución pese a las aseveraciones de Romina.

Los directores viajaron a San Pedro, Jujuy, donde sucedió la tragedia, para buscar las respuestas. Y se sorprendieron: “Diez años después todo el mundo sabía quién era Romina Tejerina y lo que había pasado. Alguna gente no quería opinar y quien lo hacía, tenía posición tomada. Esperábamos ese tipo de respuestas, pero algunas declaraciones fueron impactantes”, asegura Rizzi. Como la de Julio Carlos Moisés, intendente de la localidad hasta 2015, quien frente a cámara, y sin bajar la vista, dice “Si una hija me dice: ‘papá, me han violado’, yo le respondería: ‘Hija, papá no es tonto’”.

“También declaró en otros medios que la violación no existe y que no hay mujer que no la desee”, añade Rizzi y remata: “Partimos de todo esto que, en un punto, nos lo esperábamos pero nos sorprendió conseguirlo tan palpable. Nos parece que ese es el valor de la película, el sentido que le queremos dar: como en San Pedro se dejan ver todos esos mecanismos que condicionan y que fomentan la doble opresión que sufre la mujer trabajadora”.

La Cena Blanca -que da el título a la película- es el evento que realizan las personas que egresan de la escuela secundaria en la provincia. Pero Romina no tuvo esa fiesta: el día de su Cena Blanca estaba presa. El documental se divide en momentos contrapuestos: la cena blanca, Romina, y la lucha organizada y popular. Por un lado, una comunidad, la de San Pedro, en donde muchxs piensan que no hubo violación o que, de haber mediado un ataque sexual, “ella se lo buscó”. Por otro lado, otrxs sostienen que las violencias machistas que intervinieron en el caso de Tejerina la sentenciaron de antemano y que la Justicia, misógina, dio su estocada final con una feroz condena de 14 años, que retomó esa idea colectiva que le quita derechos a las mujeres, cosificándolas.

El documental también evidencia la falta de aplicación de Ley de Educación Sexual Integral: “Llegan chicas de 9, 10, 11, 12 años”, dice Estela Alvarado, doctora en el Hospital San Salvador de Jujuy. En los pasillos, pibas aupando y dando la teta dan cuenta. Como si ellas hubiesen elegido ser madres. La pregunta de los directores se refleja, se sale de la pantalla y nos interpela: ¿Cómo se llega a juzgar la víctima, en vez de juzgar al conjunto de un régimen social que permite que una chica llegue a esa situación?

En el mundo de Romina

Quienes llevaron adelante el documental empezaron a trabajar con el proyecto en 2006. Seis años después viajaron a San Pedro. “Fue impresionante”, sintetiza Rizzi sobre la Cena blanca, ese ritual en donde las chicas y los chicos que terminan el secundario peregrinan hasta la iglesia, en el centro de la ciudad, para dejarle ofrendas a la virgen. En el film se muestra cómo ellas esperan ese día “desde que empezamos la escuela”, según comenta a cámara una que se encamina a la peluquería para esa noche. “Está ligado –sigue el director- a una estructura social y cultural que le indica a la mujer que debe ser linda y servirle al hombre. Ellas tenían puesta su ilusión ahí, en arreglarse y mostrarse, pasando a una nueva etapa de su vida mostrándose así: lindas, dispuestas”, evalúa el director. De fondo suena un sermón y canciones de alabanza. Alrededor de esa misma cruz, mientras Romina recibía su sentencia, se hacían misas para que no apelara el fallo condenatorio, para “que asumiera su culpa”, recuerda en la película Mariana Vargas, quien fue abogada de Tejerina.

Romina consiguió la libertad en 2012. ¿Cambió algo desde entonces? “Cambio la conciencia de las mujeres y los hombres de dar una lucha por el aborto libre, seguro y gratuito aunque el Estado sigue negándolo”, explica Rizzi. De rodillas ante la iglesia, pero también pensando en los bolsillos que se llenan por el negocio clandestino que implica penalizar la decisión, sigue negándose un derecho humano. Diez años atrás, en el año en que Romina fue atacada, en Buenos Aires empezaba a formarse la Asamblea por el derecho al aborto. En 2003, el Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) marcó un punto de inflexión y unas 10.000 marcharon bajo la consigna “Anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. Doce meses después, durante el ENM de Mendoza, se acordó una campaña de tres meses para ir por la legalización. La batalla por los cuerpos y decisiones pronto dio lugar a la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Con 12 años de historia, los pañuelos verdes son insignia del movimiento feminista. Actualmente la integran más de 350 organizaciones de 17 provincias del país.

La cena blanca de Romina encuentra en 62 minutos todas las violencias machistas que se ejercen contra las mujeres por el hecho de serlo. Tejerina es una de las tantas, tantísimas que incluye a lesbianas, trans y travestis. Evidencia la opresión, a un Estado a gusto con el machismo y a la iglesia, cómplice. Pero también a una organización imparable que cada día gana un tramo más de calle, ese espacio del que nos quisieron correr. 

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