El asesinato de mi tía-abuela

Relato del periodista y escritor Martín Estévez, quien a través de internet descubrió mucho más que una muerte familiar: otra historia que quisieron y no pudieron silenciar.

Por Martín Estévez

Acabo de descubrir quién fue el asesino de mi tía-abuela. No lo saben sus hermanos (uno era mi abuelo) y tampoco sus sobrinas (una es mi mamá), pero yo acabo de enterarme. Les juro que no es un chiste, ni un truco, ni una metáfora. Me acaba de pasar. Y lo único que se me ocurrió es denunciarlo acá, para que se enteren todos.

Cuento la historia tal como sucedió. Hace un rato, estaba en internet buscando información sobre el año 1936. Lo hago porque me gusta salvar historias que empiezan a ser olvidadas, y contarlas en facebook o en mis blogs. Parecía un día normal.

Encontré en wikipedia la mención de una manifestación de trabajadores en Oberá, Misiones, que terminó con 4 muertos por represión. Enseguida recordé una historia que me había contado mi abuelo Víctor antes de morir: la de su hermana Basilicia, asesinada en esa provincia durante una protesta de campesinos.

Me entusiasmé con la idea de que tuvieran relación, así que corrí a esa especie de autobiografía que escribí sobre Víctor, y comprobé que la muerte de su hermana había sido precisamente en 1936. 

Sentí un escalofrío en el cuerpo.

Decidí, aunque no tenía forma de comprobarlo, imaginar que ella había sido una de las manifestantes. Me pareció bien completar así esa parte de su historia (y de mi historia) porque, en definitiva, para mí significaba lo mismo si ella, una joven ucraniana y luchadora, había muerto en esa manifestación o en otra que había sido el mismo año, en la misma ciudad, y donde había mostrado la misma valentía.

El cuchillazo llegó cuando encontré este texto:

 

"Las investigaciones posteriores demostraron la culpabilidad de las fuerzas policiales. Basilicia Sawicki, una niña de 14 años, se cuenta entre las víctimas".


Ahora sí, no había dudas. Ella estaba ahí. Enseguida descubrí que hay muchos textos que hablan de "La masacre de Oberá", ocurrida el 15 de marzo de 1936, cuando inmigrantes ucranianos, rusos y polacos se manifestaron para pedir que les pagaran un poco más por lo que cosechaban en el campo. 

El apellido de Basilicia aparece como Sawicki, pero también como Savinski, problema típico al traducir los apellidos (mi mamá es Sawicki, su hermana es Saviski). Consta que no sólo murió Basilicia, sino también su tío Juan Melnik, que no participó de la protesta, pero recibió un balazo en las cercanías.

En mi familia nunca habían hablado sobre esto, y yo supe de repente que, sobre la manifestación en la que mataron a mi tía-abuela, existe un documental llamado Quieta Non Movere; el libro La masacre de Oberá; un mural en una plaza de Misiones; y que se hizo un acto en homenaje cuando se cumplieron 80 años, en 2016. 

Descubrí también el nombre de su asesino: el comisario Leandro Berón, que no sólo disparó contra los manifestantes sino que permitió que las mujeres detenidas fueran violadas y los hombres, torturados.

Cada palabra que encontré engrandece la lucha de esos trabajadores, que sufrían hambre y decidieron unirse, por ellos y por su pueblo. Jamás hubiera pensado que Basilicia tenía apenas 14 años, y que había decidido ir en representación de su familia, porque era la mayor de los cinco hermanos. Se me llenaron los ojos de algo que no eran lágrimas, sino orgullo.

No quiero alargar este texto, porque no hace falta. Y la verdad es que no encuentro palabras, todavía, para describir lo que significa esta historia para mí. Tal vez lo entienda con los años.

Sólo comparto dos frases más que encontré, y que me siguen conmoviendo:

 

"Para varias familias hay un antes y un después de ese triste 15 de marzo del año 1936. Principalmente para la familia de Basilicia Sawicki, la niña de 14 años fallecida ese día".  (texto completo)

 

"En Misiones, ni los manuales escolares, ni los discursos oficiales, recuerdan la matanza. La provincia 'eligió olvidar'". (texto completo)


Después de la masacre, la provincia se llamó a silencio, por conveniencia, por dolor o por miedo. "Babu nunca habla sobre su hermana", me decía mi abuela sobre Víctor, y yo no entendía por qué. Hasta hoy.

Esa familia que vivió un antes y un después en 1936 era la de mi abuelo, es la mía. Miro sus caras en una foto de 1937 y me parece entender, en sus ojos apagados, el dolor.

Los obligaron a guardar silencio para que la lucha de sus compañeros, de sus vecinos, de sus amigos quedara en el olvido, pero Víctor no estuvo de acuerdo y, por suerte, una tarde me lo contó:

 

"Basilicia reclamaba por la gente, para que nos trataran mejor. Un vez fueron a reclamarle al comisario y mataron a varios. Una era Basilicia".


Gracias a eso, hoy reconstruí esa historia, vi un documental que me contó por qué asesinaron a la hermana de mi abuelo y me emocioné, 81 años más tarde, con una lucha que el Estado y sus cómplices quisieron ocultar.

Si cada vez que respiro recuerdo a Luciano Arruga, a Mariano Ferreyra, a Darío Santillán, a Maxiliano Kosteki, a Jorge Julio López y a tantas personas asesinadas por luchar por los demás, ahora me acompañará también el nombre de Basilicia Sawicki, con la doble honra de que luchó por mi abuelo, y de que mi abuelo trajo su historia hasta mí.

No creo que lo que somos se lleve en la sangre, pero sí estoy seguro de que el amor que ofrecemos en cada lucha se transmite de persona en persona. Al amor que nos dio Basilicia, cuando tenía apenas 14 años, quisieron borrarlo. Pero, gracias a Víctor, y gracias a esta tarde, nunca, pero nunca, va a quedar en el olvido.

En cada 15 de marzo, y en cada día, y en cada minuto, hermosa Basilicia, prometo abrazar tu recuerdo.

 

Este texto fue publicado originalmente en http://palabrasenreveradas.blogspot.com.ar/

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