Muchas películas, pocas salas

por Pablo Bruetman
12 de mayo de 2016

La producción de cine crece en los países latinoamericanos. Se democratiza, según los directores. Pero la distribución no facilita que los filmes lleguen al público. Y así, los festivales adquieren un rol preponderante.

Las nuevas tecnologías brotan de cine a Latinoamérica. Cualquiera puede filmar. La semilla que plantaron el Nuevo Cine Argentino- y el nuevo cine brasileño, conocido como La Retomada, se expande al resto de América Latina. Aquel cine social, despojado, real y semidocumental, que creció a través de políticas de estado y de los institutos de cine que destinaron parte de las recaudaciones y de las contribuciones fiscales a la financiación de películas, tiene ahora su replica en otros países del continente. En Perú, Bolivia o Colombia las facilidades del avance tecnológico entusiasman a los directores. Ya casi cualquiera pueda filmar. Pero no todos saben qué ni cómo hacerlo. Y muchos menos consiguen que sus producciones sean vistas. Se democratizó la filmación, aún resta por democratizar la exhibición.

La posibilidad de producir contrasta con la posibilidad de mostrar para los directores latinoamericanos que el mes pasado tuvieron la oportunidad de exhibir las películas en el BAFICI. El director boliviano Edmundo Bejarano, ganador de una mención especial en la competencia oficial latinoaméricana por La última navidad de Julius encuentra en democratización la palabra para trasmitir el lado positivo del cine en la actualidad y en la región: “Estamos viviendo una época muy interesante, la cinematografía se bajó del trono, hay una especie de democratización. Yo creo que ahora los chicos pueden comprarse una cámara full hd, micrófonos, una mac y con esa técnica ya se puede hacer un film. Lo otro es lo más complicado: representa reconocer a los otros humanitos, tratar de contar algo o transmitir una experiencia, eso es lo más complicado, lo que no te enseñan en las escuelas de cine: ser más humanito”.

Rodrigo Moreno, director de
Wik, película peruana con notables influencias del Nuevo Cine Argentino y que también se exhibió en el BAFICI, coincide sobre las facilidades de producción: “Si contas con tu teléfono y un buen sonido podés hacer mucho. Basta ver lo que se está haciendo en el mundo y el resto de Latinoamérica para saber que el soporte y el formato pasaron a segundo plano. Ahora la narrativa y darle el giro estético que pretendas es el camino que debemos seguir para poder construir algo. Después caerá la gran película, con el gran equipo y la mega producción pero para que llegue eso uno tiene que demostrar que puede contar buenas historias”. 

En Perú y particularmente en Lima la exhibición es una gran dificultad. “Abrirte las puertas en una ciudad como Lima está muy condicionado a esfuerzos comerciales. Y no estamos generando una conciencia de que el cine no es solamente un espacio de entretenimiento, es también un espejo. Se está perdiendo el espectador que va al cine a ver una película. El señor que está cansado de la semana parece que no quiere ver un dramón latinoamericano. Quiere salir el sábado con su chica, quiere matarse de risa y olvidarse de todo. No está mal pero hay otro cine”.

A Rodrigo lo ofusca que se diga que el cine que hacen los directores peruanos es malo: “Lo que pasa en Perú es que el concepto del cine es tomado como mero entretenimiento y la parte cultural, de construcción de identidades, no se está explotando como se debería. Entonces te cierran las puertas de la exhibición o hay cierta hostilidad a la hora de hacerlo porque te quitan a la primera semana. La visión es netamente comercial y no te permite la oportunidad de conocer otro cine. Está todo tomado por las multisalas”.

“El problema no es la realización sino la exhibición. Hay muchas películas que no entran a los festivales y no tienen donde mostrarse”, comparte Homer Etminami, director iraní residente en Colombia, ganador por
Inmortal de la competencia Latinoamericana. Y sostiene que es una pena porque el continente tiene mucho cine por mostrar: “Hay mucho por hacer, mucho por explotar, muchas historias por contar y muchas realidades y personajes que mostrar. Hay una deuda histórica con el continente de dar a conocer muchas realidades políticas y sociales y lugares que no se conocen. También he percibido y he vivido en primera persona, la cercanía, la amabilidad, predisponibilidad y generosidad de la gente con tal de participar y ayudarte a hacer la película, en Europa todo son problemas, te piden plata para cualquier cosa, siempre te están pidiendo permisos, para pedir los permisos tienes que pagar. En Colombia he tenido facilidades de todo tipo”.

El ejemplo argentino

Argentina y Brasil son los ejemplos de cine para el resto de América Latina tanto por la calidad de su filmografía como por las formas de distribución y el apoyo estatal. De a poco y en menor escala, los otros países copian el modelo. "Hay convocatorias anuales para fondos de distintas categorías: producción, post producción. Hace cinco años es regular. Hasta ahora la cosa fue bien y funciona pero son esas convocatorias y nada más", cuenta Rodrigo Moreno la situación en Perú.

"Allá no hay otros cines que los comerciales, no hay cines de barrios o centro culturales donde se puedan ver buenas películas, como acá en la Argentina. Las salas son terribles, no hay buen trato para eso", agrega el director que se formó mirando cine argentino. "Siempre lo disfruté mucho, desde chico. El argentino y el brasilero también. Siento esta mezcla entre el documental y la ficción. Antes ni miraba el documental, ahora viendo lo que está pasando me provoca fusionar y reflejar más las realidades".




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