“Buen Viaje ¡Hasta que nos volvamos a encontrar!"

por Revista Cítrica
29 de enero de 2014

Con apenas 32 años, Carla Branchini, clarinetista de Las Taradas y Pollera Pantalón, falleció en Buenos Aires luego de pelear contra el cáncer. La despedida de las compañeras de su banda.

Carla Branchini tenía 32 años y la vida llena de música. Era clarinetista, saxofonista y cantante en varios grupos. Tocaba junto al cantautor Alvy Singer en su Big Band, formaba parte del colectivo de ska callejero llamado Pollera Pantalón, y hacía prog-jazz con Nimbo. En Las Taradas, banda que compartía con sus amigas Paula Maffia y Lucy Patané, tocaba swing y canciones de los 50, y era conocía bajo el seudónimo de Cheetarah Rodríguez.







El martes 21 de enero se conoció la triste noticia de su partida. Carla había sido diagnosticada con cáncer en 2012 y desde entonces peleaba, con altibajos, contra la enfermedad.







Para despedirse de ella sus compañeras de Las Taradas le escribieron el siguiente texto:








"Se anunciaba lluvia para toda la semana. Cuando las primeras gotas y las ráfagas de viento empezaron a azotar sonaron nuestros teléfonos. Era martes 9 a.m. No necesitamos atender para comprender la noticia.








Carlita venía luchando desde hace un año y medio contra un cáncer insistente y reiterativo. Perdió el pelito, perdió apetito, algo de fuerza para soplar su saxofón, su clarinete, perdió muchas cosas, pero nunca perdió la fuerza ni a su aliada número uno: la alegría. Una alegría que arrastraba a los que estábamos cerca y que luchamos junto con ella, a su lado, para mantenerla con nosotros.








Carlita era una usina, un faro, un buque navegando a todo vapor con una corneta chillante, era un bosque lleno de pájaros, era una orquesta haciendo toda junta un staccato. Bastaba tenerla cerca para sentirte confortada. Algo en sus ojazos color de cielo, en su sonrisa, en su humor de cachorro, en sus ganas de jugar todo el tiempo, que provocaba ternura y despertaba al niño de todos y cada uno de los que la conocimos... Aunque también era una abuela, cómplice, pícara. Una madre protectora, que nutre y cuida. Una gran compañera. Alguien a quien querés siempre cerca, en tu equipo. Una amiga en la que podes apoyarte, confesarte, dejarte llevar. Una gran amiga, sin pelos en la lengua, con el corazón suelto, la mente abierta, toda ella rienda suelta. Carlita era energía, calor y luz. Pero por sobre todo, era alguien muy libre.








Soy una flecha que no sabe adónde disparar pero dispara» nos contó una vez. Y así se fue, rauda. Y se hizo luz, dejándonos a todos muy encandilados y agradecidos de haber sido parte de su vida, de haber compartido grandes momentos, su música, su espíritu salvaje y bello”.











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