Administrar la lucha

por Revista Cítrica
04 de enero de 2017

La cooperativa Textil Varelense era proveedora de un Estado que ahora prefiere importar. Su presidenta, Verónica Soria, estudió administración de empresas para hacer su propio camino pero la vida la cruzó con el mundo cooperativo. Ahora, usa sus conocimientos para organizar, construir y pelearla junto a sus compañeros.

Cuando la crisis de 2001 dejó a sus parejas sin trabajo o con menos changas, ni lo dudaron: ellas, que ya laburaban puertas adentro de su casa -cuidando a sus hijos, cocinando, limpiando-, decidieron salir a pelearla, o más bien, a seguir peleándola, para conseguir un ingreso para el hogar. Así, empezaron a transitar el camino del cooperativismo.

Ellas son las chicas de la Varelense, la única cooperativa textil de Fecootraun Florencio Varela. Allí tienen su sede, donde la comparten con todas las cooperativas de construcción. La historia, la que cuentan ellas, enseña la fuerza de cuando las cosas se hacen en colectivo. De la unión de muchas mujeres. De cómo no hay dificultad que no se resuelva cuando se tira para el mismo lado. Y arranca hace no mucho. En 2003, cuando un grupo de mujeres del Programa Argentina Trabaja decidió conformar una cooperativa textil: “No sabíamos nada de costura, así que la federación nos cedió un capacitador y arrancamos. No teníamos noción de nada, tuvimos que aprender”, recuerdan.

Trabajar acá significa no pensar solamente en uno, en el individualismo, sino estar en contacto con la gente, estar pendiente del compañero, trabajando con aquél que está con uno todos los días. No se trata solamente de venir, trabajar, e irse. No. Acá pasamos mucho tiempo de nuestras vidas. Y las compañeras llegan y cuentan sus problemas personales, y entre todas siempre se trata de ayudar y acompañarnos, tanto en lo personal como en lo económico.

“Antes yo era ama de casa. Y la mayoría de las chicas también lo eran. Hoy somos el pilar de nuestros hogares. Las que sostenemos las casas y los hijos”, dice Veronica Soria, presidenta de la cooperativa. Ella recién se incorporó en 2010, cuando se asoció por insistencia de su hermana, que es miembro fundadora. “Me decía que ser cooperativista era muy lindo. Sobre todo para las mujeres que debían ser sostén de la casa. Yo la escuchaba hablar a ella pero no entendía, hasta que entré. Y ahí comprendí lo que es el compañerismo, las vivencias de la experiencia. Y esa extraña cosa del cooperativismo que se va dando día a día. Eso es lo más lindo, y mi hermana me lo marcaba siempre. También el hecho de salir, encontrarse y conocer muchas personas, que no tienen nada que ver con tu círculo. Porque el círculo de una es la familia, y nada más. Y acá es otra cosa, se conoce gente, que te cuenta sus experiencias, y eso ayuda mucho a una como persona”.

Verónica estudiaba administración de empresas. Pensaba que le serviría para crecer individualmente. Pero en la Varelense encontró cómo aplicar sus conocimientos en pos de lo colectivo. Y eso la reconforta más. "Me sirvió bastante, tanto en el ámbito contable, el tema de presupuestos, y en la organización con los compañeros”, pero sin embargo reconoce que tuvo que aprender el valor del trabajo en conjunto: “Lo primero que noté cuando empecé a venir fue el compañerismo. A mí me ayudaron mucho con respecto a cómo desenvolverme y cómo comunicarme con las personas, las formas, el hecho de siempre ponerse en el lugar del otro. Trabajar acá significa no pensar solamente en uno, en el individualismo, sino estar en contacto con la gente, estar pendiente del compañero, trabajando con aquél que está con uno todos los días. No se trata solamente de venir, trabajar, e irse. No. Acá pasamos mucho tiempo de nuestras vidas. Y las compañeras llegan y cuentan sus problemas personales, y entre todas siempre se trata de ayudar y acompañarnos, tanto en lo personal como en lo económico”.

Éramos unos 40 trabajadores, y el plantel se bajó a la mitad. Además estaba en negro. Y así me rajaron, sin darme nada. Estaba mal hasta que llegué acá, donde encontré contención. Y me dieron ganas de empezar de nuevo. Entre nosotros a veces paramos, nos sentamos a hablar, y generamos una autoayuda. Y con la participación de cada uno se siente el compañerismo, y eso es muy bueno.

Historias hay muchas. Una por cada asociada/o. Está la de Sergio por ejemplo, uno de los más nuevitos. Porque hace un tiempito las chicas decidieron que no había ningún motivo para no asociar hombres. Y asociaron a tres. Sergio es uno de ellos. Se quedó sin trabajo en el 2016. La apertura de importaciones, el cinismo de los empresarios, la complicidad o el “esa te la debo” del gobierno: “Trabajaba para un fabricante, que tenía puestos en ferias y demás. Y al bajar mucho la producción, también redujo personal. Entonces me quedé sin trabajo. Me dedicaba a lo que era estampado y corte, y se despidió mucha gente. Éramos unos 40 trabajadores, y el plantel se bajó a la mitad. Además estaba en negro. Y así me rajaron, sin darme nada. Estaba mal hasta que llegué acá, donde encontré contención. Y me dieron ganas de empezar de nuevo. Entre nosotros a veces paramos, nos sentamos a hablar, y generamos una autoayuda. Y con la participación de cada uno se siente el compañerismo, y eso es muy bueno. Acá no hay jefes. Y nos damos siempre esa voz de aliento para ir para adelante, hacer cosas, sacar moldes, y demás. Venir acá me encantó”.

Un presente de resistencia

El esfuerzo de trece años de cooperativa debe enfrentar ahora a las políticas económicas de un gobierno nacional que toma medidas en favor de las importaciones y le da palo y palo a las pequeñas empresas y sus trabajadores.

“Se cortaron varios proyectos. Al menos tenemos la suerte de que podemos hacer lo que se nos ocurra, apenas con un pedazo de tela. El tema de las importaciones nos perjudicó mucho, pero seguimos. Competir con lo importado es imposible. La única manera de subsistir es la de ser proveedor del Estado. No hay otra. Las cooperativas ayudan a que los trabajadores que están en talleres clandestinos puedan venir acá, en blanco, a pagar el monotributo, el seguro de vida, la jubilación. Hay personas de cierta edad que ya no pueden trabajar en ningún lado, y dentro del sistema cooperativo sí. Pero competir es imposible, y en este momento la situación está muy difícil. En la calidad sí se puede competir. Cuando el cliente pide calidad, ahí sí se puede, pero en el precio no”, asegura Verónica.

La Varelense confeccionaba los chalecos para las tres Fuerzas armadas. Pero el actual gobierno ahora opta por importarlos. En la cooperativa resisten, entre otros trabajos, haciendo remeras y equipos deportivos. Los venden en forma particular y los llevan a clubes sociales donde necesitan conjuntos de fútbol.

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